El Magic Robin Hood Camp de Benidorm acogerá el 17 y 18 de noviembre una nueva edición del Primavera Weekender, festival de pequeño formato encabezado por Jesus & Mary Chain, Dinosaur Jr y el trío neoyorquino liderado por la cantante Kazu Makino, que presentará Sit Down for Dinner, su primer LP tras casi una década de silencio discográfico
VALÈNCIA. El Magic Robin Hood Camp es un lugar muy peculiar. Un parque temático con alojamientos en cabañas que une la ambientación medieval al concepto -probablemente inexistente en el siglo XIII- de “vacaciones en familia”. Esta conjunción de anacronismo histórico y estética kitsch resulta fascinante para cualquier friki moderno. De esos a los que les gusta vestirse de estrellita blanca en los conciertos de Mainline Magic Orchestra y se zambullen a gusto en el potaje de pop avant-garde de Water From Your Eyes. Los mismos, probablemente, que saben de memoria los discos de Jesus & Mary Chain y no se cansan nunca de ver en directo a Dinosaur Jr. Imaginamos que ese es el perfil de público en el que estaban pensando los gerifaltes del Primavera Sound cuando decidieron hacer su propia versión de las All Tomorrow’s Parties en este complejo vacacional situado en los alrededores de Benidorm.
No podía estar en otro lugar. Desde que el Funtastic Dracula Carnival empezó a poner a Benidorm en el mapa internacional del punk y el rock and roll hace 18 años, el poder de fascinación de esta ciudad inclasificable ha ido contagiándose a otros grandes promotores musicales, como Producciones Baltimore (impulsores en su día del Fuzzville!!!) y Primavera Sound, cuyo Weekender celebrará una nueva edición los próximos días 17 y 18 de noviembre en Magic Robin Hood Camp.
Como decíamos, el Primavera Weekender parece inspirado en las ya extintas All Tomorrow’s Parties, que a su vez tuvieron su origen en el Bowlie Weekender que comisarió Belle & Sebastian en Camber Sands (Gran Bretaña) en 1999. Una de sus ideas de partida -recogida después por muchos otros festivales en el mundo como el Roadburn de Tilburg (Holanda) o el Mosswood Meltdown de Oakland, por poner dos ejemplos sumamente diferentes entre sí- consistía en designar a una banda para que invitara a sus artistas favoritos a tocar en un recinto de dimensiones más o menos reducidas. La esencia del asunto residía sobre todo en el hecho de que organizadores, artistas y público se alojaban en el mismo recinto.
El Primavera Weekender rescata el concepto de aforos pequeños y convivencia horizontal, pero trasladándola a un contexto muy loco que marida a melómanos del punk, el rock y el pop contemporáneo con la estética de Robin Hood, el rey Arturo y la espada de Excálibur. Los 2.000 asistentes se reparten en cabañas de hasta cuatro personas distribuidas en un entramado de calles que asemeja al de un pequeño pueblo. El abono incluye pensión completa en buffet comunitario, lo que subraya doblemente el carácter medieval de la experiencia. Apenas a unos metros de distancia, pasando por delante de castillos y armaduras de acero, se celebran los conciertos.
“El espacio es muy peculiar, que da pie a que puedan ocurrir muchas cosas -apunta Marta Pallarés, responsable de comunicación y portavoz de la promotora barcelonesa-. Para los que trabajamos en Primavera Sound, es muy chulo tener la posibilidad de organizar un festival tan cercano y con medidas mucho más manejables. Como fans de la música, nos permite disfrutar del festival y volver a ver a bandas que forman parte de nuestra historia. Como te podrás imaginar, durante el PS de Barcelona, apenas podemos ver ningún concierto. Por eso, el Weekender para nosotros es una fiesta. Para las que no pudimos ver a Antònia Font porque estábamos liadas en backstage solucionando cualquier imprevisto, poder hacerlo ahora, y con un formato mucho más pequeño, es un lujo. Lo mismo podría decirte de Public Service Broadcasting o Protomartyr, o de grupos que son muy de la casa como Renaldo y Clara”. Según nos explica Pallarés, estratégicamente este festival también ayuda a la promotora a cuadrar giras y aprovechar el paso por Benidorm de algunas bandas para cerrar fechas en salas en otras ciudades.
En cuanto al perfil del público, la media de edad es algo superior a la que se da en los macrofestivales de la misma casa. La media de los asistentes es de entre 35 y 40 años, lo que evidentemente determina también el tipo de cartel musical que se diseña. Además de las archiconocidas bandas ya citadas como los escoceses Jesus and Mary Chain, el grupo de J Mascis, Lou Barlow y Murph o el concierto que ofrecerá en solitario Alan Sparhawk de Low tras el triste y reciente fallecimiento de Mimi Parker, otro de los grandes alicientes del cartel de este año es Blonde Redhead, que regresan coincidiendo con la publicación de su décimo LP, el primero tras casi una década de silencio discográfico.
El trío neoyorquino integrado por los hermanos Simone y Amedeo Pace -ambos con formación de jazz- y la vocalista y guitarrista Kazu Makino -fanática a su vez tanto de la música clásica como de grupos con guitarras y distorsión- ocupa un lugar muy especial en el repositorio emocional de muchos de nosotros. Siempre han sido un verso suelto dentro del rock experimental y el shoegaze -las etiquetas con las que más se les ha asociado-. Es una banda con un aura especial, oscura y melancólica, capaz de enamorar tanto al popero más acérrimo como a un seguidor de OM o Swans. Blonde Redhead apareció en escena en 1995 con un disco homónimo. A partir de ahí fueron jalonando su trayectoria con discos sin los que hoy no sabríamos vivir (por así decirlo). Entre ellos, sin duda, Melody of Certain Damaged Lemons (2000) -producido por Guy Picciotto, de Fugazi-, Misery is a butterfly (2004) y 23 (2007).
Nacidos en Milán y criados en Montreal, Amadeo y Simone Pace conocieron a Makino en Nueva York a principios de los años noventa. Ella, de origen japonés, estudiaba cine en la universidad. El dato es importante, porque las referencias cinematográficas son constantes en la música que desarrollaron después.
Makino y Amadeo formaron un primer proyecto llamado Masculin Feminin, como guiño a la película de Godard de 1966. Un poco más tarde, tomando como inspiración el sonido saturado de My Bloody Valentine, y con la incorporación de Simone a la batería y Tada Hirano al bajo, nació Blonde Redhead. El nombre del nuevo grupo tomaba prestado el título de una canción de la banda de no-wave neoyorquina de los años setenta DNA. La referencia al grupo de Arto Lindsay era una clara declaración de intenciones: nunca se convertirían en un grupo de pop al uso.
Aunque a lo largo de su carrera han sufrido algunos cambios en la formación, el núcleo original de Amadeo (batería), Simone (guitarra/voz) y Makino (voz/guitarra) se ha mantenido fijo hasta el momento. Su décimo álbum, Sit Down for Dinner, se publica este mismo mes. Dicen que se compuso a lo largo de cinco años y tiene en sus letras referencias personales a su experiencia durante la pandemia y al libro El año de pensamiento mágico, de Joan Didion. Bucearemos en él.