VALÈNCIA/CASTELLÓ. El año pasado por estas fechas, este diario titulaba su análisis del Anuario SGAE con datos de 2019 como La calma antes de la tormenta: la cultura en la Comunitat progresó adecuadamente en 2019. Y en efecto, ayer se publicó la recopilación de datos de 2020 que confirman lo que era inevitable, la brutal caída del consumo y la oferta cultural a consecuencia del coronavirus y las restricciones a los espacios, que pasaron de funcionar con normalidad al cierre total, y a partir de verano, dependiendo de la legislación de cada autonomía.
En la mayoría de los sectores se experimenta una caída hasta la mitad de oferta y en torno a un 70% menos de espectadores en relación a 2019. Así ocurre con la música en directo, con las artes escénicas y con los cines, que además acusan el cierre de 89 pantallas o 59 cines en tan solo 12 meses (un 7,8% del total).
La Comunitat Valenciana no es una excepción, a pesar de presumir de ser una de las autonomías más laxas en el cierre de los espacios culturales. En términos generales, no acusa una pérdida mayor que la media española ni cede peso relativo con el resto de territorios en prácticamente ningún indicativo, y en todo caso, mejora ligeramente en otros. Sin embargo, la oportunidad de posicionarse como la comunidad donde la cultura no paró no se ve reflejado en los datos objetivos.
Hay sectores que, por su volumen e ingresos, se han hecho notar más. Es el caso de los macrofestivales de música. Un tipo de evento que venía funcionando muy bien en los últimos años, más en la Comunitat Valenciana, donde representaba el grueso de sus conciertos. No obstante, ninguna de las grandes citas valencianas pudieron celebrarse durante el año pasado. Las cancelaciones a partir de marzo, cambiaron el curso de la música en directo y esto, al igual que ocurre en términos estatales, ha supuesto una tremenda caída tanto de las cifras como de la recaudación. Si bien, macrofestivales como el FIB presentaron sus alternativas de menor formato para el verano, no han podido estos pequeños conciertos mitigar el profundo efecto que sobre las cifras ha tenido la desaparición de los macrofestivales.
En 2020, se celebraron 2,320 conciertos en toda la Comunitat, diez mil menos que en Madrid (con 12.578 asistentes) y solo mil más que en Castilla y León (con 1.591). Como viene resultando habitual, sin las grandes citas musicales, la Valencia de los macrofestivales, solo alberga el 5% del total de conciertos del estado. Es por esto que también aquí la pérdida de público ha sido mayor que en la mayoría de autonomías. Mientras que el descenso de espectadores es de un 79% en la cifra global, en la Comunitat este porcentaje llega hasta el 85,5%, con 2.050.250 espectadores menos. Solo por detrás de Asturias y Castilla La Mancha, con un -88,6% y -86,4% respectivamente.
La sangría de público también llegó hasta uno de los sectores culturales que más parecían recuperarse de la anterior crisis económica. Las artes escénicas lograron frenar en 2016 el descenso de público, anotando poco a poco mejores números, pero durante el año pasado perdieron un 75,5% de espectadores. Algo que se explica, como es lógico, en el cierre de los teatros y, especialmente, en las limitaciones de aforo. Que la mayoría de espacios mantuvieran durante varios meses sus salas al cincuenta por ciento de capacidad, ha provocado que en todas las comunidades autónomas descendiera la asistencia y lo hiciera en mayor proporción que la oferta. Así ocurre en la Comunitat, donde hubo 1.223.342 espectadores menos que en 2020, es decir un -74,9%, mientras que la pérdida de representaciones fue de la mitad.
En este sentido, también el teatro, la ‘niña bonita’ de las escénicas, perdió público durante el pasado año. Tanto que como informa el anuario de la SGAE, la asistencia de 2020 dista mucho de la que era, hasta el momento, la cifra más baja del siglo. En 2001 hubo 9,64 millones de espectadores, mientras que en 2020 cayó hasta los 3,11 millones. Esta situación se traslada hasta la Comunitat, donde hubo más de un millón de espectadores menos y se perdieron más de la mitad de funciones, pese a que fueron muchos los espacios públicos y también privados que cerraron filas y mantuvieron su actividad pese al toque de queda.
La danza, por su parte, pierde el 50% de representaciones y de público, anotando la cifra más baja del último lustro, con solo quince mil personas entre todas sus butacas, y toca suelo después de ir creciendo tímidamente durante los últimos años.
Las cifras globales del cine también son dramáticas: más de tres cuartas partes de la recaudación y el público perdidas en un año, pero con una caída afortunadamente moderada en el número de salas y pantallas. En el caso de la Comunitat, la región amortigua mejor la crisis que en el resto de España, perdiendo solo un 1,3% de sus pantallas frente al 2,3% de la media nacional y es la única comunidad autónoma -junto a Asturias- que puede presumir de abrir cines en este contexto, con dos espacios nuevos (un 1,9% más).
Los indicadores de espectadores y recaudación, al igual que el gasto por habitante al año concuerda con la media estatal y el peso poblacional de la Comunitat en España. Los cines lo pasan muy mal -habrá que saber si la creciente influencia de las plataformas por el confinamiento supone un cambio de paradigma- pero amortiguan la caída.
Si bien la Comunitat Valenciana aguanta el tipo en número de funciones y espectadores, arrastra un mal que se cronifica aún más con la crisis sanitaria: el de la recaudación. En prácticamente todas las disciplinas, el retorno económico está muy por debajo del propio público de las obras. Por ejemplo: en el caso de la música clásica, la Comunitat Valenciana aporta un 15% de los espectadores de todas las funciones a nivel estatal, pero tan solo un 6% de la recaudación, un desfase del 9%. El gasto en euros por valenciano al año es, con y sin pandemia, un 50% menor que la media española, y más de 5 veces menos que la autonomía con mayor gasto, Navarra (en 2020, 0,14 euros frente a 0,78).
En las artes escénicas, más de lo mismo: la Comunitat aporta el 7,2% de las representaciones, el 11,9% del público, pero tan solo un 3,6% de la recaudación total, una cifra que ha bajado un 1,2% en tan solo un año. El único sector que se salva es el cine, que presenta en el contexto estatal un precio mucho más uniforme.
Esto se traduce en una mayor dependencia de la aportación pública, y por tanto, menor autonomía de las compañías y las salas. Además de una mayor exposición a la precarización de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, que tienen que trabajar dos y tres veces más que la media española para ganar lo mismo. El desfase se cronifica en el tiempo y en diferentes contexto, y aunque hay otras comunidades donde también sucede algo parecido, como Andalucía o Castilla y León, la brecha valenciana es la más pronunciada.
La región mejora ligeramente sus datos en prácticamente todas los indicadores. El cine, los macrofestival y el rock son las grandes fortalezas