La multipremiada escritora alicantina acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por la novela El efecto Frankenstein, de tintes históricos y de misterio, pero además presenta La noche de plata, en el que la autora explora esta vez el género negro
ALICANTE. La escritora alicantina Elia Barceló (Elda, 1957) acumula muchas buenas noticias en los últimos tiempos. Acaba de ganar el prestigioso Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil que otorga el Ministerio de Cultura con la novela El efecto Frankenstein (Edebé, 2019), pero además su pueblo natal le ha reconocido con el título de Hija Predilecta. «Me ha impactado mucho y me ha emocionado, pero lo que más ilusión me ha hecho es que me hayan dado un honor así siendo mujer», apunta. Siempre atenta a los detalles, no deja pasar la oportunidad para resaltar, en todo momento, la importancia de seguir avanzando en la igualdad entre hombres y mujeres desde todos los ámbitos y, por supuesto, también desde las instituciones. «Es curioso pensar que nuestro pueblo existe desde mucho antes de la conquista romana, pero, todas las personas destacables, a lo largo de los siglos, siempre han sido hombres», afirma. Ahora, ella será la primera mujer a la que Elda le otorga un distintivo de estas características. «Es grato ver que a veces se hace la luz y la gente se da cuenta de que las mujeres somos la mitad de la sociedad, algo que indica que vamos progresando en el camino correcto», sentencia.
Sesenta y tres años antes de esto, nació en el hospital Perpetuo Socorro de Alicante, un 29 de enero, aunque siempre vivió en Elda con una infancia y adolescencia «enormemente feliz». Fue la primera hija y nieta en la familia, algo muy deseado por su entorno, que siempre la trató con mucho amor, como ella misma rememora. «Todos estaban encantados conmigo», comenta con cariño. Vivía entre libros e historias porque sus abuelos paternos —su abuela había sido cantante de ópera— eran muy aficionados a los relatos. «Me pasé la vida dentro de una fabulación, entre ficciones», recuerda. Así que no tardó en aficionarse a la lectura, pero también al cine, donde pasaba largas tardes viendo películas que, muchas veces, no acababan como ella quería. «Siempre pensaba que me gustaría poder cambiar los guiones, así que comencé a escribir mis propias historias; a partir de ahí, dejé de aburrirme para siempre». Descubrió una pasión que nunca le abandonaría.
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