VALÈNCIA (EP). La miocardiopatía hipertrófica (MCH) es un trastorno hereditario poco frecuente que provoca el engrosamiento y agrandamiento del músculo cardiaco y afecta a 1 de cada 500 personas en todo el mundo. Durante mucho tiempo, se ha relacionado con la muerte súbita cardiaca en jóvenes, ahora un estudio respaldado por National Heart, Lung, and Blood Institute (NHLBI), indica que el ejercicio vigoroso no parece aumentar el riesgo de muerte o de arritmias potencialmente mortales en personas con MCH.
El estudio, publicado en la revista JAMA Cardiology, ha descubierto que las personas con la enfermedad que hacen ejercicio vigoroso no tienen más probabilidades de morir o sufrir eventos cardiacos graves que las que hacen ejercicio moderado o nulo.
"Basándonos en estos datos, estamos aprendiendo que no es necesario restringir universalmente a los pacientes con MCH la participación en ejercicio vigoroso, algo que es tan importante para todos nosotros", ha asegurado la profesora de medicina en la Facultad de Medicina de Yale en New Haven, Connecticut, una de las principales autoras del estudio, y cardióloga en ejercicio experta en arritmias en MCH, Rachel Lampert.
Eso sí, las personas que sufren esta patología "deben consultar a un profesional sanitario experto en MCH para volver al campo, a la piscina y a la cancha, si es lo que quieren hacer", ha añadido Lampert. "Obtener una evaluación experta es clave para determinar el grado de riesgo de todos los pacientes con MCH, y es fundamental antes de volver a jugar", ha indicado.
La MCH puede dificultar el bombeo de sangre por el engrosamiento de los ventrículos (las cavidades inferiores del corazón), que se vuelven demasiado rígidos. Esto puede hacer que algunas personas experimenten dificultad para respirar, dolor torácico, fatiga y, lo que es más grave, un ritmo cardiaco irregular potencialmente mortal, conocido como arritmia.
En raras ocasiones, la MCH puede causar la muerte súbita. La enfermedad suele tratarse con medicación o con dispositivos implantados quirúrgicamente, como un desfibrilador cardioversor implantable (DAI), que puede detectar una arritmia.
Las recomendaciones de restringir todo tipo de ejercicio para la mayoría de las personas con la enfermedad se han basado principalmente en la abundancia de precaución ante la ausencia de datos específicos. Hasta ahora no se habían realizado estudios amplios, detallados y plurianuales sobre los riesgos del ejercicio para la salud de las personas diagnosticadas de MCH.
Para el estudio, los investigadores reclutaron a 1.660 personas que tenían MCH o el gen de la MCH pero que aún no habían manifestado la enfermedad (el 8 por ciento del total). Tenían edades comprendidas entre los 8 y los 60 años y procedían de 42 centros médicos de alto volumen especializados en MCH de Estados Unidos y otros países, como el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Se dividió a los participantes según el nivel de ejercicio que declaraban hacer, basándose en un cuestionario de actividad física utilizado en estudios de investigación. Alrededor del 15 por ciento de los participantes declararon ser sedentarios, el 43 por ciento dijeron que hacían ejercicio moderado, como caminar a paso ligero, y el 42 por ciento dijeron que hacían ejercicio intenso, como correr o nadar a gran velocidad.
A continuación, los investigadores realizaron un seguimiento de los grupos durante unos 3 años y analizaron la aparición de cuatro episodios cardiovasculares principales durante ese periodo: muertes súbitas, paradas cardiacas súbitas resucitadas, síncopes arrítmicos (que pueden incluir desmayos o desmayos) y descargas apropiadas de DAI.
Para simplificar estos resultados de medición, los investigadores utilizaron una fórmula estadística que medía un compuesto de estos cuatro eventos. Los investigadores descubrieron que 77 participantes, es decir, el 1,5 por ciento al año, que declararon hacer ejercicio físico intenso murieron o sufrieron eventos cardiacos graves, el mismo porcentaje que los que hacían ejercicio moderado o se describían a sí mismos como sedentarios.
El resultado fue similar para los deportistas de competición (39 por ciento del grupo de ejercicio intenso) y para un subgrupo de 42 jóvenes que participaban en deportes de competición interescolar como béisbol, atletismo, fútbol y baloncesto.
"Este hallazgo es significativo y proporciona una medida de tranquilidad de que el ejercicio puede ser seguro para las personas con MCH", ha asegurado el médico de Insuficiencia Cardíaca y Arritmias de la División de Ciencias Cardiovasculares del NHLBI, Patrice Desvigne-Nickens.
"Sin embargo, insistimos en que las personas con esta afección no deben hacer ejercicio hasta que no hayan sido evaluadas por un especialista en MCH sobre su riesgo general de muerte súbita cardiaca. Es importante saber que todos los pacientes con MCH podrían estar potencialmente en riesgo de muerte súbita", ha finalizado.