DE LA VÍA PA'ARRIBA / OPINIÓN

Elche ¿Y ahora qué?

17/02/2022 - 

Tengo una hija de 14 años. Esa edad en la que solo hablan contigo cuando ellas quieren y suele ser poco y para pedir comida, dinero o llegar más tarde a casa. A veces, al menos mis hijas adolescentes, sí quieren hablar y suele ser cuando tú tienes sueño, te ibas a duchar o justo cuando empieza tu serie favorita. Te toca dejarlo todo y aprovechar esos escasos momentos para escucharla.

Mi hija de 14 años me pilló esta semana por banda y me hizo un cuestionario sobre lo ocurrido en Elche. Un chaval de 15 años mató a su padre, su madre y su hermano de 10 años por una discusión porque le quitaron internet. El chico pasaba horas y horas jugando y había empezado a suspender en el instituto.

Nadie es capaz de entender lo ocurrido pero, en el caso de mi hija, no puede dejar de ponerse en la piel del chico, tiene casi su edad, y en la del hermano al que mató; ella es hermana menor.

Sinceramente, no supe contestar a sus preguntas porque esto nos ha dejado a todos en shock.

Intenté contarle que le van a hacer pruebas y estudios y que ha sido un caso excepcional. Pero ella insistía con muchas preguntas para las que yo no tenía respuesta. Le conté eso precisamente. Que a veces los adultos no tenemos respuesta para todo.

Un equipo de expertos de Cruz Roja y de la Conselleria de Educación van a estar un mes en el instituto al que iba el chico para, seguramente mucho mejor que yo, intentar contestar esas preguntas y ayudar a los compañeros a asimilar lo ocurrido. Cuando explicaron este protocolo me acordé de mi propia adolescente y pensé que estaba bien pensado. Con un par de charlas no resuelves nada. Es importante dejar pasar los días, estar ahí y esperar a que sean ellos los que decidan acercarse y hacer sus preguntas.

Este suceso es un hecho puntual, individual y excepcional pero como sociedad, estamos obligados a contextualizar y analizar algunas cuestiones a las que apunta.

Hay ya bastantes estudios que analizan la adicción de los adolescentes a los juegos online, hasta tal punto que la OMS, Organización Mundial de la Salud justo este viernes, y fue casualidad, actualizó su Clasificación Internacional de Enfermedades y ha incluido por primera vez la adicción a los videojuegos como un desorden mental.

La adicción a videojuegos se caracteriza por un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente. Los rasgos que distinguen a las personas con este trastorno, según la OMS son tres: la falta de control sobre juego, tanto el momento en que se producto, la duración o el contexto, el aumento de la prioridad sobre el resto de actividades y la continuación o intensificación del juego a pesar de las consecuencias negativas en la persona.

La ONG "Pantallas Amigas" lucha hace ya algunos años contra esta adicción y estima que  la edad media a la que se empieza a jugar se sitúa en los 11 años. A partir de ese momento de iniciación, un 66% de chicos y un 41% de chicas juegan a diario. Y lo que es peor, los ensayos neurocientíficos que se están realizando indican que los dispositivos tecnológicos nos hacen segregar cortisol y dopamina, hormona y neurotransmisor relacionados con la felicidad. No es de extrañar, por tanto, que el cerebro adolescente se sienta enormemente atraído por los juegos electrónicos.

Conociendo esta información, los que fuimos adolescentes en los 80 y 90 podemos empezar a entender un poco lo que ocurre. Entonces fueron las drogas que nos tentaban con esas sensaciones placenteras y vimos como a nuestro alrededor muchos amigos acaban enganchados e incluso conocimos casos dramáticos, de muertes y asesinatos. Hubo un punto en el que las instituciones públicas empezaron a ofrecer información, a estudiar la envergadura del problema y a intentar frenar lo que estaba pasando.

El suceso ocurrido en Elche esta semana es excepcional por cómo ha terminado pero miren a su alrededor. Seguramente, como me pasa a mí, sabrán de algún chico "enganchado de más" con unos padres muy preocupados sin saber muy bien qué hacer.