Tras la profusión de actos que tienen a las voces femeninas como protagonistas durante el mes anterior, en abril las agendas culturales vuelven a relegar las ‘cosas de mujeres’ (sea eso lo que sea) a un segundo plano. ¿Qué hacer para dinamitar esa inercia?
¡Atención, alerta! Ahora que ya estamos plenamente instalados en las coordenadas de abril, un sorprendente fenómeno se ha apoderado de las agendas culturales: la cantidad de nombres de mujer que protagonizan conferencias, mesas redondas o conciertos ha sufrido una caída en picado respecto a las semanas anteriores.
‘¿A qué puede deberse este suceso?’, podría preguntarse una novata en esto de los feminismos. Pero en Culturplaza somos ya gallinas viejas y tenemos clara la respuesta: marzo, con el 8M como bandera, se ha convertido en la página del calendario institucional donde se concentran las voces femeninas. Acabado el mes, es hora de guardar a las señoras en su cajón correspondiente y pasar a otro asunto. Para Sara Mansanet, directora del Festival de Mediometrajes La Cabina y delegada de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) en el País Valenciano, “una comparación un poco frívola sería lo que sucede en diciembre, que se programan ‘cosas navideñas’ o en octubre, 'cosas de Halloween'”. Pues en marzo tocan las ‘cosas de chicas’ (sea eso lo que sea).
Así lo cuenta la poeta y gestora cultural Sara Olivas: “parece que nos tuviéramos que conformar con dejarnos ver, crear y hacer solamente durante un mes. El resto, nos volvemos a meter en la cueva para seguir creando y produciendo hasta que vuelva a llegar nuestro momento de gloria: marzo del año siguiente. Es triste e injusto”. No ocurre únicamente con los asuntos femeninos, sino, como explica, “con cualquier colectivo vulnerable: en torno a la fecha X se organizan una infinidad de actos sobre ese tema (y los medios le dedican mucho espacio) que no tiene cabida en otros momentos”, apunta María Palau Galdón, periodista y autora junto a Marta García Carbonell de Indignas hijas de su Patria (Institució Alfons el Magnànim). Eso sí, puesta ante el espejo del futuro, Mansanet elige el optimismo: “poco a poco se está rompiendo esa tendencia, pues cada vez hay más profesionales de las instituciones que incorporan durante todo el curso actividades relacionadas con la igualdad. Pero es un camino largo, difícil y no nos podemos confiar”.
Mònica Llop, directora creativa y periodista, considera que esta acusada estacionalidad se produce “porque tanto las instituciones como los programadores y programadoras, de alguna forma, tienen miedo a que se les critique por no organizar nada en torno al 8M. También hay quienes realmente desean echar una mano a la lucha feminista y lo hacen con voluntad positiva, pero desde la ignorancia. La tercera causa serían las ganas de notoriedad: se ha puesto de moda, entre comillas, el feminismo y no quieren ser la empresa o la institución que no visibiliza a la mujer. Pero claro, en este caso, se acaban poniendo en marcha iniciativas muy superficiales”.
¡Dentro el purplewashing con la fuerza de mil ríos! “Para muchos, el 8M consiste, simplemente, en un lavado de cara. Es interesante y cuestionable ver a marcas, festivales, locales o programadores culturales con puños violetas en alto cuando, más allá de ese día, siguen teniendo comportamientos deplorables y machistas con nosotras”, denuncia Olivas. En la misma línea, Llop alude a “una pantomima bastante cutre: durante unas semanas las empresas lo llenan todo de morado y, después, todo eso se disuelve completamente”. Un itinerario que también recorre Mansanet: “los medios de comunicación cuando llega el 8M cambian sus perfiles de las redes sociales o la mosca de la tele y es un ‘bueno, ya está, ya hemos hecho suficiente’. Pero, si miras los informes anuales que, por ejemplo, sacamos desde CIMA, o los de Dona i Cinema, comprendes que esto es un trabajo de todos los días. Gestos como programar películas de autoras durante todo el año resultan más importantes de lo que pensamos”.
Y se impone aquí una de las grandes encrucijadas del asunto. Por un lado, la profusión de charlas, espectáculos, presentaciones, entrevistas y reportajes en torno al 8M garantiza al feminismo cierta visibilidad, al menos, durante unas semanas al año. Por otro, contar con una fecha marcada en el calendario puede servir como justificación para no centrarse en las reivindicaciones de las mujeres durante el resto del curso cultural. Una suerte de ‘esto lo dejamos para el mes que toca’ estructural. Pero prescindir de la efeméride tampoco tiene pinta de ser la solución más efectiva (especialmente cuando los feminismos se enfrentan a una simpatiquísima ola retrógrada a nivel internacional). ¿Qué hacer, entonces, para dinamitar esa inercia?
Para Palau, esta concentración de actos y contenidos chapotea en la ambivalencia: “es bueno porque nos ayuda a concienciarnos, pero suelen ser asuntos con público muy limitado que no va a poder llegar a leer todos los reportajes que se publican ese día o asistir a todos los encuentros sobre un mismo tema en esa semana. Hay que situar en la balanza hasta qué punto nos beneficia para difundir esa cuestión y hasta qué punto nos estamos echando piedras a nosotras mismas, porque es imposible que la potencial audiencia llegue absolutamente a todo y no se sature”. Y otra desventaja XXL que identifica, la cantinela del ‘cupo cumplido’: “parece que dedicar recursos a la igualdad alrededor del 8M te imposibilite hablar del tema durante otros meses. A las mujeres no siguen pasando cosas todos los días: nos siguen matando, seguimos sufriendo violencia de género… No estoy diciendo que no contemos con días concretos de reivindicación, claro, pero hay que preguntarse hasta qué punto esa visibilidad durante un mes específico nos limita durante el resto del tiempo”.
El reto consiste, según Mansanet, en “no perder la potencia que tiene el 8 de marzo y, sobre todo, el valor reivindicativo de las manifestaciones. Lo ideal es que haya una fecha anual en la que se subraye que aún estamos muy lejos de alcanzar la plena igualdad, pero eso no nos tiene que hacer olvidar que también hay que trabajar por la igualdad más allá de ese día. En ese sentido, es muy importante reconocer el esfuerzo de asociaciones, ayuntamientos y profesionales que trabajan por la igualdad todo el año, pero que reciben mucha menos visibilidad”. “Parte de las instituciones reciben ayudas económicas para mejorar en igualdad y lo acaban concentrado todo en una única semana - denuncia Llop-. En un mundo perfecto se debería programar de forma natural, con independencia del género, pero no es así, por lo que sí veo necesario que exista una fecha para honrar la lucha feminista, recordar todo lo que se ha conseguido y seguir peleando”.
Turno para otra derivada: si la única motivación para llevar a cabo actos culturales relacionados con las féminas es cubrir el expediente, programar ‘algo’, nos encontramos con un puñado de encuentros en los que da un poco igual el contenido mientras estén presentes las palabras clave (#ellas, #pioneras…). “Con poner el término ‘Mujer’ en el título del evento ya es suficiente, no importa demasiado el asunto del que vayas a hablar siempre que pueda englobarse en esa ‘categoría’”, critica Llop.
De hecho, es una experiencia compartida por muchas artistas eso de ser invitada como ponente en calidad de ‘creadora’ y sentir que podrían ser una figura intercambiable por cualquiera de sus compañeras: “a mí, por ejemplo, que me dedico a la poesía y la escritura, me molesta que me inviten a eventos para hablar de mi escritura ‘feminista’ cuando, más allá de mis ideales y reivindicaciones como persona, como Sara Olivas, mi escritura es simplemente escritura. Sin más”, señala la poeta. “Eso es lo que tenemos que romper – incide la delegada de CIMA–. Las personas sensibilizadas con el tema que trabajamos en diferentes campos de la creación programamos todo el año actividades que tienen en cuenta la paridad y el feminismo de forma coherente y no superficial en todas nuestras acciones. Pero, lamentablemente, no todo el mundo lo tiene tan claro”.
Frente a la saturación de eventos con nombre de señora en marzo y las bolas del desierto (estepicursores, por si os preguntan en un trivial) que invaden sus agendas el resto de curso, hay creadoras que empiezan a negarse a participar en actividades ‘en femenino’ durante ese mes o, al menos, alrededor del 8M. Artistas o expertas que piden ser programadas o invitadas en cualquier otro momento. Un ejemplo claro de ese desequilibrio se da en el campo de la música: “hay muchísimos festivales en los que la gran mayoría de participantes son hombres y se asume que marzo es el mes de ‘conciertos de chicas’, así que entiendo que algunas elijan no intervenir y anunciarlo públicamente. La música es su trabajo y ellas necesitan trabajar todos los meses”, señala Mansanet.
“Esa semana se llena el cartel de mujeres y el resto del año, si puedes encontrar a un par en cada evento ya es un triunfo. Es como si solo existiéramos esos días y que solo hiciéramos cosas esos días. Y no, existimos y creamos los doce meses”, reconoce Palau. En 2024, explica, marzo les pilló en plena promoción de su libro: “Marta y yo llegamos a la conclusión de que íbamos a hacer actos durante la semana del 8 de marzo porque somos autoras que estamos empezando y queremos llegar a la mayor cantidad de gente posible, pero que el día 8 no participaríamos en ninguna actividad, ya que queríamos estar presentes en la manifestación y no contraprogramarla. Es cierto que hacer cultura es una forma de movilización, pero, igual que sucede con el 25N, Día contra la violencia de género, para nosotras era importante ir a esa marcha”.
“Resulta interesante la idea de plantarse para continuar visibilizando y reivindicando nuestros derechos, pero, sinceramente, es una utopía. Una utopía maravillosa, sí, pero utopía al fin y al cabo”, incide Olivas, quien introduce el factor del “privilegio” o, dicho de otro modo, del parné: “yo, personalmente, no puedo negarme a trabajar ni a abrir nuevas miras, posibilidades u oportunidades por una simple cuestión de ingresos. Una cosa es negarse a trabajar gratis, pero negarse a trabajar, sea en el mes que sea, nunca será mi postura a no ser que mi situación cambie. En un mundo ideal, me gustaría que se pensara en nosotras todos los meses y que, si nos escogieran como creadoras para ‘llenar la agenda de marzo’, fuese porque valoran nuestro trabajo y no por el simple hecho de ser mujeres”.