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El 23F de Carlos Mazón

21/12/2024 - 

Bronca esta semana en el pleno de las Cortes. La oposición exigió la dimisión de Carlos Mazón, y este y su inefable conseller de Educación, José Antonio Rovira, respondieron aludiendo a la "valentía" de Carlos Mazón durante la visita en la que acompañó a los reyes en Paiporta. Ante la indignación ciudadana (por algún motivo, la población no llevó bien que nadie de las autoridades les atendiese ni socorriera ni hiciera nada de nada durante días y días y después vinieran para hacer el paripé de poner cara de preocupación), las cosas comenzaron a enrarecerse muy rápidamente aquel día. Los reyes, Mazón y Sánchez recibieron una lluvia de barro, reproches e insultos, y el presidente del Gobierno acabó saliendo por piernas de allí tras recibir una agresión con un palo. Mazón, en cambio, se quedó a la sombra de los reyes.

Podría decirse que en el PP valenciano creen, y desde luego Mazón piensa, que ese fue un momento luminoso del president, en el que demostró al menos entereza para aguantar el vapuleo ciudadano... a diferencia de Pedro Sánchez, que efectivamente fue aquel día pensando que las críticas solamente se las llevaría Mazón y se llevó una desagradable sorpresa. La ciudadanía, ante la constatación de que nadie hacía nada de nada, repartió críticas por igual, por mucho que después el Gobierno se centrase en la presencia allí de grupúsculos de extrema derecha, que haberlos los hubo, pero de ninguna manera fueron los únicos ni los principales protagonistas de la indignación ciudadana.

Desde presidencia de la Generalitat nos han intentado vender varias veces desde entonces la continuación de la visita por parte de Mazón como una demostración de que, al menos, el president está donde tiene que estar. Casi parece que recibir el barro y los insultos debería ponerlo a la altura de Adolfo Suárez, que siguió impertérrito en su escaño del Congreso el 23 de febrero de 1981, a pesar de la entrada del teniente coronel Antonio Tejero disparando tiros y ordenando que todo el mundo se echase al suelo (cosa que hicieron casi todos los diputados).

Buena suerte al Palau de la Generalitat con este nuevo vericueto en su camino a ninguna parte para intentar rescatar la popularidad de Carlos Mazón del profundísimo pozo en donde se encuentra. Porque encontramos, entre otros, dos pequeños problemas para avalar la presunta valentía del president. El primero, que, si bien es cierto que aquel día aguantó el tipo, incluyendo un surrealista colofón como fue su acercamiento posterior a Chiva (para quedarse en la distancia y marcharse rápidamente, al comprobar que allí también le insultaban, y además sin los reyes como parapeto), desde entonces es clamorosa su ausencia de las zonas afectadas.

Mazón ni visita los municipios, ni se reúne con las víctimas, ni hace nada de nada de lo que se supone que debería hacer un gobernante ante una situación así. Una actitud de desidia y pasotismo que, personalmente, no creo que emulase nunca ningún otro president de la Generalitat de los que han pasado por el Palau, con la posible excepción de Paco Camps, que también se encastilló en el Palau y se negó a recibir a las víctimas del accidente de Metro durante años y años.

Sin embargo, y ahí llegamos al segundo problema de Carlos Mazón, la responsabilidad de Camps en lo sucedido en el accidente de Metro, derivada de las malas condiciones de la línea en la que ocurrió, es mucho menos flagrante y directa que la de Mazón en los más de 200 muertos de las inundaciones del 29 de octubre, que murieron por la virulencia de las inundaciones, pero también por la irresponsabilidad de la institución que tenía que adoptar medidas de prevención de riesgos y alertar a la población. Carlos Mazón no sólo no hizo ni una cosa ni la otra, sino que primero pretendió quitar importancia al temporal (había un puente ese fin de semana y no convenía desalentar a los turistas) y luego provocó inaceptables retrasos en la toma de decisiones con su frívola desaparición.

Cuando por fin hizo Mazón acto de presencia, ya era tarde. Ya no era posible hacer nada para alertar a la población, que recibió la alerta cuando ya tenían las inundaciones encima o ya se habían llevado por delante sus pueblos, sus negocios, sus casas e incluso sus vidas. Desde ese día, a Mazón sólo le queda asumir las responsabilidades de sus actos, que sólo pueden derivar en su dimisión o destitución. Y todos los fuegos de artificio que está llevando a cabo desde entonces, como por ejemplo nombrar a un militar como vicepresidente para que sea él quien se encargue de visitar los municipios afectados y reunirse con las víctimas (mientras Mazón se recluye "valientemente" en el Palau de la Generalitat o en su feudo de la provincia de Alicante), lo único que hacen es dilatar y agravar la situación, porque también resulta notorio que, si Mazón contribuyó a agravar la tragedia el día en el que ésta se produjo, ahora está siendo manifiestamente incapaz de gestionar sus consecuencias.

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