Hace unos días publiqué una tribuna sobre la situación del sistema capitalista, y las dudas que se están propagando sobre su adecuación en la actual realidad social. Cada vez es más evidente que se está poniendo en tela de juicio si es el sistema que permitirá resolver los principales problemas que actualmente tiene nuestra sociedad, tales como la desigualdad, las consecuencias de la Revolución de la Inteligencia Artificial, la reducción de la clase media, el cambio climático…
Voy a intentar desgranar en varios artículos, los motivos que, en mi opinión, determinan este desencuentro entre el Capitalismo y los retos actuales de nuestra sociedad, y el por qué, a mi entender, las premisas del sistema ya no funcionan adecuadamente, distorsionando los teoremas de base y por ende, el funcionamiento en sí de este modelo económico, motivo por el cual no puede aportar la solución a los problemas sociales y económicos existentes en la actualidad.
Una de las bases del capitalismo, y uno de los axiomas fundamentales que tienen los economistas inscrito en su ADN, es la premisa de que el ser humano es egoísta por naturaleza y solo aspira a optimizar su propia economía.
"No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, de quienes debemos esperar nuestra cena, sino de la preocupación de estos por sus propios intereses. Esta división del trabajo no está originada en ninguna sabiduría humana, que anticipa y procura la opulencia a la que da lugar. Lo está en la necesaria, aunque muy lenta y gradual consecuencia, de una cierta propensión que observamos en su naturaleza, que sin buscar esa utilidad generalizada, lo inclina al trueque e intercambio de una cosa por otra". La riqueza de las naciones, Adam Smith, 1776.
Es decir, según Adam Smith, esta búsqueda del interés individual, promueve el intercambio de una cosa por otra, basada en la especialización que dispone cada individuo, generando un continuo flujo comercial y en definitiva riqueza económica.
En el momento de plantear esta teoría por parte de Adam Smith, no existía el desarrollo en el conocimiento de la mente del que disponemos hoy en día, gracias a la Neurociencia.
Muchos estudios y experimentos realizados en los últimos veinte años están echando por tierra, la antigua creencia de que en el fondo, los seres humanos son utilitaristas solitarios que merodean por el mercado en busca de oportunidades para enriquecerse explotando al resto de la población, a través de un comportamiento fundamentalmente egoísta.
Hoy sabemos que nuestra especie es la más social de la Naturaleza. Los científicos cognitivos nos dicen que nacemos con unos circuitos neuronales que nos permiten sentir empatía ante el sufrimiento ajeno y que la supervivencia de nuestra especie se ha debido mucho más a la colectividad que a las tendencias egoístas.
Lejos de ser una anomalía, la cooperación como forma de gestión de la actividad económica, parece concordar mucho más con nuestros instintos biológicos que la imagen de un mercado donde la mano invisible, recompensa mecánicamente la conducta egoísta.
Esta circunstancia se complementa con estudios que indican que las nuevas generaciones nacidas en los últimos años, y especialmente a partir de la generación de los Millenials, tienden más a trabajar en colaboración, actitud que implica un menor grado de egoísmo.
Y esto ya está afectando a la visión empresarial del mercado, en aspectos como la proliferación del concepto de Responsabilidad Social Corporativa, cada vez más presente en las empresas, y donde se priman otros factores en lugar de la generación de beneficios como principal objetivo de la actividad empresarial. O como en el caso de la aparición de la economía colaborativa y sus efectos, que trataré con detenimiento en la siguiente entrega.