Esta semana, el vicepresidente de la Diputación de Alicante, Alejandro Morant, ha puesto al Partido Popular, a todo, en un brete. Sus comentarios sobre la inmigración cruzaron fronteras y generaron un pequeño glups entre los populares, aunque las reacciones han sido dispares, de acuerdo con la consonancia o afinidad del propio Morant con unos u otros. Pero su confesión sobre la necesidad de poner un plan de deportaciones masivas y cerrar fronteras encierra varios errores que no sólo el reincidente Morant, sino el propio PP puede cometer si no dejas las cosas claras. Por partes.
Primero, el vicepresidente pidió disculpas -tardías- y quitó el mensaje, ese mismo día. Pero ojo no lo quitó porque discrepara con él, sino por qué no quería que le entrasen más respuestas en la hora de la comida que compartía con unos amigos. Segundo, el señor Morant aludió a la libertad de expresión, que posiblemente la tenga, pero no debe olvidar que cuando habla lo hace en nombre de dos instituciones a las que representa -la Diputación de Alicante y el Ayuntamiento de Busot, del que es alcalde-. Por tanto debe saber, que cuando habla, lo hace también en nombre de ellos. Tercero. La reacción del partido fue dispar. Mientras la dirección provincial de Alicante, con José Císcar, actuó con rapidez solicitando que el Comité de Derechos y Garantías abra un expediente porque no lo olvidemos las declaraciones de Morant rompen con la línea oficial del partido -que aboga por una inmigración armoniosa con los intereses de España-, aunque su líder, Pablo Casado, haya querido enturbiarla en las últimas semanas para criticar los gestos del Gobierno de Pedro Sánchez, que, todo sea dicho, también se dan de bruces con la realidad.
Y la cuarta, el PP se equivoca con la inmigración. No lo digo yo. Se lo dijo esta semana el economista liberal Juan Ramón Rallo, al que muchos populares leen con pasión por sus atinadas opiniones, aunque no siempre las comparta. Rallo vino a decir en El Confidencial que Casado se equivocaba, al exagerar el aumento migratorio sin control, en dos cuestiones: "la magnitud del problema de la inmigración" no es tal, de acuerdo con las cifras y, porque la inmigración es "una de las soluciones liberales muy preferibles a conservar el actual Estado de bienestar a costa del cierre fronterizo".
Sobre la primera cuestión, Rallo explica muy bien la realidad desenfocada de Casado: "A 1 de enero de 2018, los extranjeros procedentes de África que residían en España alcanzaban la cifra de 930.000 personas (y la población residente nacida en África, las 996.000 personas). Estamos hablando, pues, de apenas el 2% de toda la población nacional. El porcentaje podrá parecernos más o menos alto, pero ni siquiera es el más elevado de nuestra historia: el 1 de enero de 2011, los africanos residentes ascendían a 1,07 millones de personas, el equivalente al 2,3% de la población española". Bastante contundente.
Sobre la segunda, el economista de Benicarló también lo dejó claro que "la inmigración no ha constituido hasta la fecha una carga fiscal para los españoles, sino más bien un alivio. La razón es, esencialmente, doble: por un lado, debido a su edad media, los inmigrantes no suelen ser perceptores de las dos mayores partidas presupuestarias del Estado de bienestar (pensiones y sanidad) y, en cambio, sí aportan como trabajadores ingresos a las arcas del Estado".
Es decir, lo que ha pasado esta semana con Alejandro Morant -y toda la tropa de militantes del PP que se echó en tromba a respaldarle en las redes sociales- es un triple error por parte del PP: la inmigración no es un problema en cuanto a números, como le dijo Rallo; por mucho que insista, un político, cuando representa a una institución y a un partido, es recomendable que deje sus comentarios para comentarios privados; es decir, no tiene libertad de opinión, y tercero, el PP es preso de lo que haga de ahora en adelante con el vicepresidente de la Diputación porque Alejandro Morant es reincidente en sus comentarios fuera de lugar y merece un toque de atención disciplinario. Se ha salvado por estar el PP hoy en la oposición. En otras circunstancias, Morant hoy sería expedientado. El chico es muy simpático, pero hay cosas que no se pueden tolerar. Ni en el PP ni en otros partidos.