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rumbo a un festival de embarcación históricas en alemania

El Pascual Flores llega a Torrevieja para iniciar una gira internacional, 14 años después de su botadura y más de 4,7 millones

29/06/2021 - 

TORREVIEJA. Más de medio centenar de personas, curiosos, vecinos de Torrevieja, turistas y representantes del gobierno local, esperaban esta mañana la llegada de la réplica del histórico pailebote Pascual Flores. A las 12.30 horas los tres mástiles de la embarcación asomaban entre los barcos de recreo y de pesca a su entrada al muelle. El Pascual Flores se presentaba recio e impoluto, con la firmeza de que ahora sí es apto para su navegación. Pero para llegar a ese momento, el Ayuntamiento de Torrevieja ha invertido más de 4,7 millones de euros, y han pasado más de 14 años de su botadura después de su reconstrucción y posterior abandono y deterioro.

El sábado pasado zarpó de Puerta Humbría (Huelva), en sus astilleros y varaderos desde noviembre del pasado año. El alcalde de Torrevieja, Eduardo Dolón, firmó un convenio con la Fundación Nao Victoria para ejecutar todos los trabajos de reparación, acondicionamiento y puesto a punto para poder disponer de todos los permisos para su navegación, también por aguas internacionales. Este convenio cerraba en 150.000 euros anuales el pago a la fundación, y con un plazo de cuatro años más uno prorrogable. Esto supondría para las arcas municipales 750.000 euros. En este acuerdo se cede el pailebote a esta fundación –encargada en la reconstrucción y gestión de barcos históricos- para que sea la encargada de mantenerlo y gestionar el propósito y uso que se le ha dotado a esta emblemática embarcación.

El presidente de la fundación, José Fernández de Cabo señalaba que los trabajos y puesta a punto intervinieron más de 100 profesionales del gremio, casi en vías de extinción, entre carpinteros, calafates, soldadores, herreros, ingenieros y servicios auxiliares.

Se empleará como “embajador itinerante del patrimonio turístico y cultural de la ciudad”. El destino cuando se compró el original en 1999 era bien distinto. El entonces alcalde del PP, Pedro Hernández Mateo se propuso adquirirlo. Estaba en un puerto de la ciudad británica de Bristol. El objetivo era convertirlo en el buque escuela de la Generalitat Valenciana. El convenio que firmó con el entonces president, Francisco Camps, nunca llegó a materializarse y quedó al abandono del tiempo y el desgaste en el amarre.

El pailebote estará amarrado en el muelle del puerto pesquero, junto al Museo de Flotantes, al lado del submarino Delfin y la patrullera de aduanas, Albatros III, hasta el domingo, cuando zarpe con rumbo a la ciudad alemana de Bremerhaven. Allí participará en un festival –del 9 al 12 de agosto- de embarcaciones históricas de todo el mundo. Está previsto que en octubre regrese a Torrevieja para que pueda ser visitado y en enero, hacer las tareas de mantenimiento que correspondan.  

La tercera vida del Pascual Flores

En 1917 el Pascual Flores iniciaba su andadura dentro de la amplia flota con la que contaba la ciudad de Torrevieja. Se dedicó a la exportación de frutas, sal y carga general. Sus destinos eran los puertos y fondeadores mediterráneos, la costa norte y oeste de África. Su primera vida duró 82 años después, cuando en 1999 recayó sin uso alguno en el puerto de Milford.

Ese año lo rescató el alcalde Hernández Mateo. Las arcas municipales desembolsaron 468.000 euros por lo que quedaba de la embarcación. Después de construir una plataforma de hormigón para ubicarlo en el puerto de Torrevieja, quedó parado durante años. En 2005 retomó el proyecto con el objetivo de rehabilitarlo y convertirlo en la insignia de la ciudad y el buque escuela de la ciudad.

Adjudicó el contrato para su puesta a punto por 3,5 millones de euros, a la empresa JOST. Meses después, la mercantil que se dedicaba a la construcción de obra civil y mantenimiento de jardines, concluyó que no era viable llevar a cabo los trabajos en su esqueleto original, por lo que acabó desguazado en un vertedero de Bigastro. De este modo, se apostó para la reconstrucción total, desde el primer paso. La mercantil contrató a Astilleros Carrasco de Águilas, que elaboró un trabajo totalmente artesanal. Finalmente, la botadura del nuevo Pascual Flores se hizo en 2007 y el coste total pasó a 4,7 millones de euros. El órgano municipal encargado de proceder era el Instituto Municipal de Cultura Joaquín Chapapietra. Aunque parecía que arrancaba la segunda vida para esta embarcación, acababa de empezar la cuenta atrás, la del abandono.

En cuanto al precio que se pagó, quedó en evidencia un hipotético sobrecoste. Una de las empresas a las que se le consultó para llevar a cabo la rehabilitación, aseguró en una misiva al Ayuntamiento, que el presupuesto que habían dado a la subcontratista era de 2,8 millones de euros, dos millones menos que el precio final.

Pasaban los años y no se materializaba el convenio entre Hernández  Mateo y Camps para que el buque se convirtiera en la insignia también de  la Generalitat. El ente autonómico se comprometía a retornar la  inversión que hizo el Ayuntamiento con el pago de un canon o alquiler  durante 99 años y a cambio podría disponer del pailebote durante nueve  meses al año. Todas esas pretensiones cayeron en saco roto y el barco  fue pasto del abandono: óxido, maderas carcomidas y mástiles gravemente  deteriorados.

Hace once años se firmó un convenio con la Fundación  Nao Victoria, por 18.000 euros, para la renovación de los permisos y  poder navegar hasta Algeciras y hacer una profunda revisión. Era la  primera travesía del reconstruido Pascual Flores. Regresó en 2015 y la  misma fundación emitió un informe en el que señalaba que la embarcación  sufría filtraciones de agua durante la navegación, anomalías en el  motor, y un mal estado en los palos, el bauprés, trinquete, mayor y  mesana con signos de pudrición y un evidente resquebrajamiento, con lo  que con toda probabilidad sería necesaria su sustitución.

Ayer  iniciaba su tercera vida, con una tripulación de 12 personas a cargo de  la fundación que recorrerá las aguas de distintos países. El reto que se  abre ahora, una vez echado a la mar y cuando finalice el convenio con  la fundación es encontrar la fórmula para que sea sostenible y autónomo.

 

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