El Instituto ICIE está formado por profesionales de muy diferentes ramas y profesiones. Cada uno de nuestros grupos de trabajo analiza los diferentes problemas de nuestro municipio y realiza propuestas para intentar solucionarlos. Por eso, estos artículos que mensualmente publicamos, gracias a Alicante Plaza, son fruto del trabajo de varias personas y no de una sola, aunque, por requisitos del guión, sólo aparezca el nombre de nuestro presidente.
En ese estado de cosas y conociendo nuestra pertenencia al Instituto ICIE, alguien joven me propuso este verano darle una vuelta a las opciones de ocio que oferta Elche. No es asunto menor si nuestra ciudad pretende ser el referente turístico que su potencial ordena; de hecho, entendí que nuestra proyección exterior depende y dependerá en buena lid de lo que seamos capaces de ofrecer.
Y en ese menester me encontré en mi reflexión entre los calores estivales con una ciudad trabajadora y emprendedora como pocas, pero que ha vivido hasta hace escasos años muy de espaldas al ocio y conformista con la escasa oferta ilicitana; siendo así las cosas, los más curiosos siempre se han visto obligados a emigrar.
Y siendo verano, me vinieron al pensamiento nuestras espectaculares playas; y la conclusión de que nuestras playas, desgraciadamente, no atraen nada. Sus modelos están a punto de reventar porque no existe dotación hotelera que conjugue espacios protegidos con ocio y población, un uso racional de los lugares con las personas. De ahí que esas partidas vengan reclamando su cuota de atención y poniendo de manifiesto el abandono de la administración Local.
En ese marco que podría defraudar, por supuesto que son de agradecer los esfuerzos del anterior equipo de gobierno en situar las fiestas patronales en el mapa nacional (también el internacional) y peatonalizar el centro histórico para hacerlo un espacio de disfrute; pero nuestra propuesta no puede ceñirse sólo a eso. Debemos ser ambiciosos y caer en la cuenta de que está casi todo por hacer: hemos de dotar de contenido a la oferta, pero también de logística so riesgo de fracasar.
Y eso sólo se consigue generando encuentros y sinergias con los operadores consumidores y productores (jóvenes, adultos, mayores, deportistas, artistas, hosteleros, profesionales, inversores; todos los colectivos que nos podamos imaginar) y promoviendo infraestructuras capaces de asumir la afluencia que pretendemos. No podemos dejar pasar hacia otras poblaciones todo lo que aterriza en nuestras tierras como si del Mr. Marshall de Berlanga se tratara.
Atendamos y centrémonos un momento en los jóvenes: ellos echan de menos alternativas y por eso se mezclan con los adultos en los locales del centro; que está bien, pero a ellos les viene impuesto porque no tienen otra opción. Por eso, si nos fijamos en el futuro que son ellos (los jóvenes siempre serán el futuro de las sociedades) la insignia de ocio de Elche no pueden ser sólo bares y restaurantes.
En definitiva, echan en falta que alguien se detenga y les pregunte; y que después se aplique en la idea. De otra forma, seguirán mimetizando las conductas de sus progenitores porque aspiran a soluciones ad hoc para ellos, espacios propios y locales bien situados para compartir sus ratos y sus experiencias, conciertos de grupos de moda, encuentros, actuaciones que les atraigan, ferias, congresos, festivales que les sumerjan en otras culturas, pero también ciclos de conferencias que les motiven, eventos deportivos de categorías con las que se identifiquen, o eventos laborales que les impliquen con promotores de empleo, con evidente ayuda y apoyo de las administraciones porque todos somos ya conscientes de la situación de precariedad que atraviesan. Fidelizando juventud, fidelizamos riqueza.
Y los adultos queremos lo mismo, ni más ni menos. Aspiramos a propuestas de calidad en todos los ámbitos para sacudirnos los complejos, y servicios que permitan a sus ciudadanos integrarse en la oferta: a los que venimos de fuera acercarnos a la ciudad; y a los que se fueron que regresen aunque sea por unos días. Llámense hoteles (sólo tenemos cuatro hoteles en el centro), o aparcamientos o transporte público que conecte los barrios periféricos a los polos de reunión, el exterior con el interior de nuestra ciudad. Necesitamos un núcleo urbano que atrape.
Y nuestra ambición debe llevarnos a poner a trabajar a nuestros políticos en museos, teatros y localización de espacios culturales y hosteleros en proyectos dinámicos que de forma envolvente embauquen a visitantes y locales y los convenzan de la filosofía del buen vivir que ha enriquecido la cultura mediterránea.
El Gobierno Local se debe implicar en ese menester ineludiblemente, diseñando programas que doten nuestro entorno de esa efervescencia que atraiga actividades de relevancia nacional o internacional, que explote los patrimonios, que genere hitos sucesivos y continuos a lo largo de cada curso anual que proyecten una imagen dinámica culturalmente hablando. Y generar un entramado laboral para esa inyección de entretenimiento, promoviendo lo que haga falta.
Debemos ser osados. Elche ya no puede servir sólo para exportar (manufactura o talento, nos da igual) sino que tiene la obligación de importar. Importar en su doble acepción: ser importante y tener capacidad de atracción.
* Manuel Romero es presidente del Instituto ICIE, además de Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos