El núcleo de la Tierra ha echado el freno. No solo eso, ha puesto la marcha atrás y la activación de las luces blancas traseras y un pitido sísmico como de camión de la basura han alertado a los científicos. Parece querer huir, como la Mafalda de Quino. Parece no saber hacia dónde girar, como la directiva, ya prácticamente convertida en la totalidad de votantes, de Ciudadanos. Parece pedir la jubilación anticipada, que en términos planetarios se conoce como extinción de los humanos, porque aminora unas milésimas de segundo la duración de los días. Ya está, ya paro. El juego podría ocupar hilos interminables de esos que convencen a cualquiera de seguir en Twitter. El mundo parece querer decirnos algo, pero desconfíen de cualquiera que, desde una tribuna como esta, les dé una explicación. No tenemos ni idea de lo que pasa, estamos ante un magnífico titular, un perfecto ejemplo de llamada de atención en medios de comunicación, que nada más puede interpretarse desde un recóndito laboratorio oscuro de un departamento de Geología avanzada. Sólo nos sirve de metáfora, porque los artículos relacionados con el asunto ni siquiera vociferan augurios sobre el adelanto del Juicio Final. Solo queda que lleguen las descacharrantes teorías de los terraplanistas y que la carpetovetónica ultraderecha achaque el fenómeno al pacto entre Pedro Sánchez y los nacionalistas para que se nos quede una perfecta tarde de lectura en el sofá. Que hace frío.
Más allá del hecho en sí, que resulta fascinante aunque no sepamos qué consecuencias pueda tener, me llama la atención que todavía sigamos atentos a la frecuencia cardiaca del planeta que nos sustenta. Últimamente, pandemia y calentamiento global aparte, da la impresión de que estamos preparando un plan de fuga. O paseamos por el camino de baldosas amarillas de la inteligencia artificial, donde siempre hace buen tiempo, o iniciamos los primeros informes para delinear el PGOU de nuestras futuras colonias extraplanetarias. Hasta el propio Feijóo vuelve a pedir que en las próximas elecciones gobierne la lista más votada, que es una forma como otra cualquiera de escapar de la realidad. No seré yo quien afee esta conducta. Me encantaría embarcarme en una nave rumbo al espacio, aunque al final me quede en la Tierra como el JF Sebastian de Blade Runner, y he dedicado casi toda mi vida a evadirme de la realidad. Solo que en vez de acudir al metaverso, siempre fui más de Emilio Salgari.
Sin embargo, el núcleo terrestre está ahí. Tan inexplorado como los abismos marinos, como la solidaridad de los banqueros, como la autocrítica de la izquierda. Detectar una arritmia en el corazón del planeta nos indica que el ser humano es tan capaz de echar un envoltorio de caramelo a la papelera como de fabricar un avión de papel y echar el aliento sobre la punta para que vuele más lejos. Quizá alguna vez encontremos el equilibrio entre una estancia entre las nubes y el suelo que pisamos. Mientras tanto, sabemos que nuestro centro gira a la izquierda, como en las encuestas del CIS, y que el núcleo duro está dubitativo y navega entre un mar incandescente, como en la sede de Génova. Qué duras se van a hacer estas elecciones.
@Faroimpostor