“La verdad que Sánchez debe de ser bueno negociando”, me susurró el otro día al teléfono un miembro del partido socialista al hablar sobre el acuerdo de reconstrucción que bañará a España con 140.000 millones de euros provenientes de las arcas comunitarias. Es un as en las mesas de diálogo, -y no lo digo solo por la que ha montado en Cataluña-, porque su capacidad de fraternización es todo lo optima que se espera de un hombre que no tiene principios y que es capaz de amoldarse de manera camaleónica a las exigencias del interlocutor prostituyendo la pizca de escrúpulos que ostenta.
La inercia política a tragarse las palabras u otras sustancias repulsivas constituye una evidencia. Son muchos los gobernantes que prometen muchas iniciativas a los ciudadanos, pero en el momento de alcanzar el poder y acomodarse en la poltrona escuchando los sibilinos consejos de diversos interesados fácticos se ven obligados a dar marcha atrás en sus planes limitándose a las recomendaciones de personajes influyentes. Interés que suelen estar directamente relacionados con la permanencia de los gobernantes de turno en el poder. Recuerdo ahora el caso de Syriza, este partido primo-hermano de Podemos que prometió el oro y el moro a los griegos cuando ganó las elecciones del país heleno en el 2015 pero que tras unos estériles arrebatos rebeldes de abandonar la UE se vio obligado a ceder ante las prerrogativas de la troika renunciando así a su discurso despilfarrador cortando la cabeza de su ministro de finanzas, Yanis Varoufakis. Ex responsable de economía del ejecutivo liderado por Alexis Tsipras, que será muchas cosas, pero no es un traidor a sus ideales. Si sus colegas le dieron la espalda fue precisamente porque la tozudez que atesora representó un obstáculo para conseguir que llegarán las reformas europeas. Medidas negociadas durante meses que son relatadas por el propio Varoufakis en su libro Comportarse como adultos, y donde desvela además de esas charlas burocráticas el cinismo de las autoridades europeas. Me llamó especialmente la atención aquella ocasión en la que, tras una reunión con François Hollande, ex presidente de Francia, el mandatario galo le brinda su apoyo y comprensión para que minutos después de manera alevosa y en público en una rueda de prensa dijera lo contrario a lo que habían acordado en el encuentro señalando la obligación de Grecia de hacer frente de manera íntegra al crédito. Eso si que es un hombre de palabra…
Afirmaciones de las que somos esclavos y que nos señalan cuando traicionamos a nuestros valores. Principios a los que parece haber renunciado Pablo Iglesias y su banda, ya que de momento no han puesto el grito en el cielo por lo acordado con Europa pese a que todas las conclusiones cerradas ponen en riesgo su agenda comunista. A diferencia de Varoufakis, -quien diría que hace no tanto tiempo a los señores de Podemos se les hacia la boca agua al escuchar al intelectual heleno-, Iglesias prefiere olvidar sus tesis marxistas antes que despedirse del CNI y de su mansión de Galapagar.
Algunos desconocen el miedo a negociar que animaba a evitar el expresidente Kennedy porque no se puede temer a lo que no se conoce. Existen políticos que no comprenden a los ideales debido a una falsa amplitud de miras que les proporciona el hecho de no tener líneas rojas. En palabras de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”. Frase cómica producida por uno de los genios del humor que desgraciadamente forma parte del modus vivendi de muchos de nuestros políticos. Me viene ahora a la mente aquella ocasión en la que el senador del Partido Popular Rafael Hernando aseguraba tajantemente que: “Mantener principios inquebrantables te convierte en una opción inútil”. Hay que ver como la política ha pasado de ser el arte de lo posible para evolucionar en la practica de lo imposible. Tenemos un ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska que cuando era magistrado ejercía con mano dura contra el terrorismo y ahora que ocupa un sillón en el consejo de ministros acaricia paternalmente a los presos de ETA acercándoles a sus hogares, vivimos con un Presidente de Gobierno que manifestaba a los españoles el insomnio que le provocaría gobernar con Podemos cuando ahora es íntimo de Iglesias, y escuchamos a la diputada electa de Vox en el Parlamento vasco abriendo la puerta a sentarse a hablar con Bildu… Cómo le alegó François Hollande a Yanis Vaorufakis cuando este le reprendió por haber cambiado la versión ante la opinión publica: esto es política.
Arte contemporánea planteada con trazos de pinceladas inconexas y sin ningún sentido aparente renunciando a cualquier paradigma establecido. Orden que espero que se restituya. Tengo esperanzas en ello, y más si cabe teniendo en cuenta que están apareciendo en escena políticos como Pablo Ruz y Carlos Mazón. El primero, una de las caras más visibles en el Senado, que fue el participe de que un servidor diera el salto a la política. Recuerdo como si fuera ayer cuando mirándome a los ojos afirmó: “El silencio de los buenos, es la victoria de los malos”, desde entonces no hay día en el que aquella máxima no ronde por mi cabeza. Escrúpulos que confió que vuelvan a regir la política del Partido Popular. Desde aquí animo a Carlos Mazón a hacer todo lo posible por hacer de su brújula el humanismo liderando de manera tajante para evitar que el dominio de ciertos órganos caiga en manos de personajes sin ideales.
Falta de valores que ha sido la causa principal de la existencia de Vox y de la división de la derecha. Ecuación todavía desconocida para algunos, como Teodoro Garcia-Egea, que antes de desembarcar en Alicante la pasada semana afirmaba en una entrevista a ABC que la presencia de Santiago Abascal estaba condicionando la permanencia de Pedro Sánchez en La Moncloa. Vaya forma de echar balones fuera… ¿La especialidad del secretario general del PP no era el lanzamiento de hueso de aceituna? El surgimiento de las formaciones políticas no es producto de una casualidad, sino más bien de una causa y efecto. Del mismo modo que los nacionalismos están adueñándose del mapa regional, -a excepción de Compromis, que como dice Toni Cantó, es el más inútil-, como consecuencia del olvido de las regiones por parte de los partidos nacionales, Vox existe gracias a la deriva minimalista del Partido Popular que ha acallado su conciencia bailando el agua a colectivos contrarios a sus principios fundacionales. ¿Se acuerdan de aquel mitin de Mariano Rajoy en Elche en el que le enseñaba la puerta de salida del partido a los liberales y a los conservadores? Pues esta es la estrategia que continúa ratificando la formación de Pablo Casado como acreditó su segundo de abordo en aquella entrevista al asegurar la naturaleza de ser unas siglas de mayorías aún traicionando a sus valores.
Parece ser que en política todo vale mientras se permanezca en el poder, el único principio inquebrantable.