ALICANTE. Con el título de La mirada tangible, el MUA presenta una antología de la obra de Adriano Carrillo (Alicante, 1946), una muestra que se inaugura este viernes, 24 de enero, a las 19 horas, en la Sala Sempere del MUA. Esta exposición permanecerá abierta al público hasta el 26 de febrero y está comisariada por José Piqueras.
Adriano pertenece a esa generación de artistas que irrumpió con fuerza en el panorama alicantino hace más de cuatro décadas y que forman parte de la historia reciente, tal y como detalla el comisario de la muestra, José Piqueras. El recorrido expositivo está estructurado en varios apartados que dan cuenta de la evolución de su obra, desde los murales en terracota (1970) y sus abstractos relieves de hormigón policromado de la etapa del grupo Integració (1971), hasta las pinturas digitales de los últimos años.
El escultor centró su investigación entre 1972 y 1974 en cómo la forma volumétrica crecía para ocupar el espacio con maderas ensambladas, bronce o alabastro. A principios de los ochenta se dejó seducir por el juego rítmico de volúmenes con figuras y "mujeres de fuego", muy estilizadas y con un sentido ascensional a modo de llamaradas sólidas. A finales de esa década, algunos encargos públicos le acercaron a otros materiales (acero inoxidable, hierro...) con los que pudo montar volúmenes y dibujar destellos luminosos en el espacio.
Adriano diseñó varias de estas esculturas mediante la aplicación pionera de medios informáticos. A principios de los noventa, el artista dual se debatía entre polos opuestos, ausencia y presencia, caos y orden. En 2002, alejándose de los materiales nobles tradicionales, comenzó una nueva forma de hacer escultura, más liviana y pictórica, con contrachapados y poliéster, repintada con acrílicos. Con esta técnica planteó unas figuras más populares en las que asoma el humor.
No obstante, este proceso se truncó por varios motivos –una crisis personal y de salud, así como su implicación en la política local como concejal de Cultura– y las obras quedaron a medias, aunque pudo acabarlas y exponerlas a partir de 2012. Desgraciadamente, varias quedaron destruidas en el incendio de su estudio de Mutxamel en 2017. En los últimos años ha generado desde el ordenador todo tipo de imágenes, espacios, trampantojos, grafismos y texturas digitales. Colores, luces y sombras que expuso en galerías y lugares de lo más heterodoxo y que, según Piqueras, "cada día lanza sin contemplaciones a las redes como mensajes de un náufrago a quien le falta aliento pero no el ánimo para seguir creando".