ALICANTE. De constitución delicada y enfermiza desde su infancia, despertó un carácter melancólico que le acompañó toda su corta vida. De este infortunio hizo una virtud, sabiendo sacar lo mejor de sí mismo y plasmarlo en sus partituras. Sus interpretaciones se plasmaban en melodías magistrales.
Desde muy pronto demostró dotes musicales y un aprendizaje autodidacta, queriendo conocer más de quienes le podían enseñar, familiarizándose con diversos instrumentos y, en especial, con el órgano. Su hermano Vicente le introdujo en este mundo, primero como un juego, después como un alumno aventajado. De esa relación filial nació una profesión que fue de la mano de Vicente para luego volar por si solo demostrando su propio talento.
Me refiero a Miguel Crevea. Nació en Cocentaina el 4 de noviembre de 1837. A los siete años ya acompañaba a su hermano Vicente cuando este acudía a la Colegiata alicantina a tocar su órgano. A los once años Miguel reemplazó a Vicente en esa plaza de organista. Prometía. No quería sólo eso sino llegar más lejos, deseaba aprender mucho más. Pudo marchar a Valencia a estudiar armonía superior con Pascual Pérez Gascón, prestigioso músico de órgano. Después volvió a la Colegiata de la capital alicantina con más conocimientos y más seguro de sí mismo. Pero no tenía suficiente y quiso ampliar sus estudios. Se fue a Madrid a estudiar composición con Fernando Gil. Miguel tenía entonces 18 años.
Cuando comenzaba el “Miserere de Crevea ¡el alma se elevaba al escuchar las espectaculares melodías del primer versículo miserere mei, Deus, secundum magnam misericordian tuam, que comenzaba a ejecutarse maravillosamente con aquella voz angelical del triple de la Capilla para finalizar con la masa coral potente, sonora y vigorosa de la misma!”, según menciona el cronista Vidal Tur en su libro Alicante Ochocentista.
La orquesta era dirigida por Rafael Samper, maestro de Capilla. Vidal Tur vuelve a exclamar el genio de Crevea al manifestar que “¡cómo se transformaba mi espíritu al llegar a mis oídos aquellas otras notas del Amplius lava me … Eran como un poema de esperanza en la Misericordia Divina, forjado en las reconditeces de un alma angustiada y en el fondo de un corazón dolorido y sensiblemente arrepentido”.
Conseguía compaginar muy bien órgano y canto coral escribiendo partituras de gran belleza. Crevea fue maestro del pentagrama religioso. Sus notas despertaban sentimientos escondidos, emociones que antes no se habían manifestado, destacando el interés de su música por ese carácter melancólico de su obra.
Representó su miserere en diversas localidades españolas como Madrid, Barcelona, Valencia, Orihuela, … Además de Alicante. No pudo disfrutar mucho de su éxito porque falleció pronto, a los 25 años, pero dejó un legado para el disfrute de generaciones venideras. Y por eso hoy lo recordamos en esta crónica en un momento muy especial cuando ya suenan los tambores y cornetas en la calle.