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El jueves se derrumbó el PSPV, y Echávarri

25/03/2018 - 

Bueno, empieza una nueva partida en el Ayuntamiento de Alicante. Gabriel Echávarri ya se ha despedido: el PSPV apretó el jueves por la mañana el botón del pánico y logró lo que perseguía: que el alcalde de la segunda ciudad más importante en la que gobiernan los socialistas, doblemente procesado -que le estaba robando los titulares a la buena gestión del Consell en Alicante- iba a ser llamado a capítulo con el objetivo que de que dimitiera y borrara los renglones torcidos en los que había metido a esa áurea de la nueva política (dependiendo si miras a Morella o a la ciudad de València,) que es el Gobierno del Botànic. 

La decisión se toma, primero, porque ya era inasumible, y dos porque las gestiones de José Muñoz en Alicante habían sido infractuosas: el número tres del PSPV había consultado a los posibles votantes del relevo y se había vuelto a València sólo con 14 papeletas garantizadas. La díscola de Podemos, Nerea Belmonte, no le garantizó nada, y Ciudadanos le dijo que lo primero que había que hacer era desalojar a Echávarri.

Y así se hizo, el jueves, a primera hora: lo amaga Radio València con un post que (misteriosamente) desapareció a los pocos minutos y lo confirma Alicante Plaza. Ximo Puig iba a pedir la cabeza al alcalde de Alicante para que se abriera la posibilidad de que, con el paso de los días, y con Gabriel ya fuera, se cocinara la opción Montesinos, que al menos tenía los votos de Guanyar, algo que en principio no parecía claro.

Pero, en ese momento, cuando Radio Valencia había asociado los nombres de Castedo y Díaz Alperi con Echávarri, el todavía alcalde sabía que su posición numantina tenía los minutos contados, y máxime si después el PSPV iba a apretar el botón del pánico. Y así fue. Ese jueves por la mañana, el primer edil ya sabe que sólo puede ir a Blanquerías con la bandera blanca, y esperar a que se acepten sus condiciones. La conexión Castedo-Alperi, pese a las enormes diferencias con su caso, acaban por derrumbarle. Él era el problema, lo sabía. No podía forzar más la máquina.

Y así es, Echávarri fue a València y accedió a dónde estaba reunido el secretariado del PSPV -el núcleo duro de Ximo- y expuso sus condiciones de salida, que le fueron aceptadas, al parecer, sin resistencia, al menos delante de él. Posteriormente, las recitaría en la rueda de prensa con Manolo Mata

Echávarri se iba con cabeza baja, sí, pero se iba eligiendo a su sucesora, Eva Montesinos -el partido no le ha puesto objeciones a eso-; con una rueda de prensa, la de la despedida en València, lejos de los focos mediáticos de Alicante, y haciendo un último servicio al PSPV, metiendo presión a Ciudadanos para mantener el gobierno antiPP. Él ya estaba fuera. Después, el trato de Manolo Mata ya fue exquisito: la ética política, se va sin obligación, los estatutos no le fuerzan...pero en el fondo los socialistas se quitaban un peso de encima.

La alternativa era peor: aferrarse al cargo, armado con un cinturón de explosivos, acabar expulsado del partido y llevarse por delante el futuro de sus otros cinco concejales, además alargar la agonía del PSPV. Los balones de oxígeno habían acabado.

¿Por qué acelera el PSPV?

Fundamentalmente porque sabe que Echávarri era un tapón y necesitaba quitarlo para intentar atraerse a Ciudadanos. Los planes del alcalde eran aguantar todo lo posible y si los acontecimientos se aceleraban, anunciar la salida antes del pleno del jueves -lo desveló Miguel Millana en la entrevista a Alicante Plaza-, para que se rebajara la tensión. Pero el PSPV apretó el botón del pánico una semana antes. El caso se estaba alargando -con el tema del despido de la cuñada de Luis Barcala ya consumado-, demasiados titulares, y otros, como Compromís, suspirando para volver a los focos del Gobierno municipal. Son demasiados meses sin chupar cámara. Oltra se lo había advertido: tenemos que volver cuando Echávarri esté fuera.

Pero la realidad es que no hay 15 votos, y hay que conseguirlos. Guanyar los va a facilitar, aunque sabe que ya no volverá a tener la influencia y el peso de antes. Montesinos los conoce bien. Hay que meter presión: y esa presión pasa por expandir el efecto de que no vuelva el PP ni los años oscuros de la corrupción. Esa es la confianza de Puig. 

Con los dos no adscritos no se confía: si cae el voto, será bienvenido. Hay que convencer a Ciudadanos, auguran en el PSPV. La formación naranja lo ha repetido en muchas ocasiones: el problema lo ha creado la izquierda, y la izquierda lo debe arreglar. Pero, ¿le conviene a Ciudadanos que Luis Barcala tome la Alcaldía yendo ellos en cabeza en las encuestas? ¿Quién puede apuntarse el tanto de la dimisión de Echávarri?

Si Ciudadanos responde a esas preguntas, sabremos lo que va a hacer en los próximos días. El PSPV sólo quiere dos votos, y quiere aprovechar la guerra fraticida entre populares y naranjas para que salven la pApeleta. Puig quiere una solución política, que aleje a Alicante de los titulares y que la normalidad vuelva, de nuevo, al ayuntamiento. La opción de Ciudadanos siempre es una opción a futuro, con permiso de Compromís y Podemos, que los socialistas se guardan en la recámara: no habrá mayorías absolutas y en el PP, muchos de sus dirigentes, se juegan la próxima partida al doble o nada. Barcala es uno de ellos. Y eso es lo que el PSPV quiere hacer saber a la formación de Albert Rivera. 

Como dije, con esta operación, Puig puede salvar a Alicante, pero a 20 kilómetros tiene la de Elche, abierta en canal. Ahora bien, ni lo primero está ganado, ni lo segundo perdido. Pero no amarrar lo de Alicante podría tener efectos contraproducentes. La confianza no suele ser buena consejera.

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