ALICANTE. A todos los padres nos aterra la idea de comenzar el colegio pensando primordialmente en el contagio, pero, ¿nos hemos parado a pensar cómo afecta psicológicamente esta situación a los niños? Evidentemente no hay un modelo de respuesta a la situación actual, puesto que cada niño y niña responde de una manera diferente, por muchas razones y en función de su realidad cotidiana y, sobre todo, por su edad.
En el caso de los más pequeños, aquellos que van a iniciar su primer contacto con las escuelas infantiles, van a tener que hacer frente al periodo de transición con los condicionamientos que impone la actual situación de rebrotes de la pandemia de la Covid-19. En este caso, los padres no podrán hacer una adaptación dentro de las aulas, poco a poco, sino que será fría, rápida, distante y con la imagen distorsionada del nuevo cuidador. Nuestros hijos van a tener que enfrentarse a una realidad, al contacto con su cuidadora que llevará puesta la mascarilla, que le tapa la mitad de su cara y, por tanto, le priva de información muy relevante para los menores que reciben estímulos a través de la comunicación no verbal. La consecuencia que puede tener esta situación son dificultades en la adaptación, dificultades por tanto en el vínculo de protección familiar y social.
En estos casos y siempre que sea posible, deberíamos hacer la adaptación en espacios abiertos como los patios. Se pueden habilitar zonas para que estén los padres con las mascarillas junto con sus hijos y su grupo y así van conociendo a las profesoras. Después de esto lo ideal sería una adaptación a la carta, cuándo sea posible, para cada niño y familia: ir dejando al niño en la escuela el tiempo que consideremos e ir ampliando ese tiempo poco a poco hasta que lo veamos adaptado.
Para los niños de infantil, de 3 a 4 años, la incorporación al centro escolar supone un cambio importante para los menores. Seguramente idealizado, ya que, como padres, llevamos anticipando este cambio desde casi el principio del curso anterior “el año que viene al cole de mayores”. Esa idealización se puede dar de bruces con un entorno donde hemos cambiado el cariño y arropo de la escuela infantil, por el distanciamiento social, las mascarillas y las limitaciones en el juego. Por lo que puede provocar un rechazo al ambiente, al entorno social e incluso al aprendizaje.
A estas edades es importante buscar mecanismos que generen proximidad con el menor. Es vital que las mascarillas u otras medidas no impidan expresar cariño, comprensión o arropar incluso físicamente a los más pequeños, necesitan sentirse apoyados.
En el paso a primaria los menores ya están adaptados al centro, pero algunos tienen que adaptarse a nuevos edificios, aulas o metodologías. Conocen en su mayoría a sus compañeros, y esto les dará cierta tranquilidad. No obstante, se les obliga a llevar mascarilla y mantener la distancia social teniendo algunos aún 5 años. Quizá la exigencia de estas medidas para ellos sea lo que puede provocar ansiedad, incomprensión y rechazo al ambiente.
A estas edades hay que trabajar para que los menores comprendan y asimilen las normas de higiene. Para ello, se pueden establecer espacios seguros donde puedan descansar de las mascarillas, así como protocolos de información específica para ellos. Aunque vayan al mismo centro, sería conveniente hacer un periodo de adaptación paulatino ante esta circunstancia excepcional.
Por su parte, los niños y niñas de Primaria, Secundaria y Bachiller son más autónomos y volver al centro escolar será más sencillo. Tienen conciencia de la normativa y sobre todo un objetivo primordial: relacionarse con sus iguales. A estas edades hay que facilitar el contacto siempre que sigan las normas de higiene. Establecer grupos de ejercicio físico, actividad tan necesaria para ellos tanto en lo físico como en su desarrollo psicológico.
Para abordar estas diferentes circunstancias hay iniciativas muy interesantes, que ya se han puesto en marcha en muchos centros escolares que consiste en crear fuera del aula una sala sensorial, que dé servicio contra el estrés tanto de alumnos como de profesorado. Estas áreas permiten a todos relajarse y bajar el nivel de ansiedad. Si no se pudiera disponer de un espacio físico, se podría crear para cada niño que lo solicite o necesite una dieta sensorial para que aplique en momentos en clase en los que se encuentre nervioso. Se le puede dejar a su alcance: pelotas anti estrés, algún objeto con alguna textura de su agrado, algún tarrito de olor que le recuerde a algo que le guste, un reloj de arena para ver caer la arena,…
Todo esfuerzo es importante, porque la anomalidad de la situación permite aventurar un aumento de consultas de crisis de ansiedad tanto en adultos como en infantil, que se deberá de trabajar en consulta individualmente. Se podrán dar técnicas de relajación, pautas para enfrentarse a estos estresores tanto cómo a padres cómo a los niños, hablar sobre los protocolos y nuevos espacios en los coles y trabajar poco a poco el ir a acostumbrándonos a convivir con esta nueva situación en la que estamos todos.