socialmente inquieto / OPINIÓN

El hombre del paraguas blanco

29/06/2020 - 

No queríamos pasar sin ella, no estábamos dispuestos a renunciar a esa explosión de luz que hace nacer a la noche en una luminosidad inmensa, anuncio del inicio de la Cremá. Este sentir lo captó bien la Corporación Municipal de Alicante y tuvimos “palmera” la noche de San Juan. Fue especial, pero al mismo tiempo produjo un sentimiento extraño porque después no hubo la Cremá de los monumentos fogueriles por la suspensión de estas fiestas por el covid-19. Tuvimos que suplirlo con los recuerdos de otros años en el que el fuego quema, purifica y espanta los malos espíritus mientras arde la Hoguera en la ya antesala de las Hogueras de San Juan del año próximo.

Si estas fiestas tuvieron su origen en 1928, la primera palmera se lanzó desde el castillo Santa Bárbara en 1933 para anunciar la Cremá de las hogueras al divisarse desde diversos puntos de la ciudad. Albaranch fue la pirotécnica pionera que inició esta costumbre y la mantuvo hasta 1965 que la sustituyó Blas Aznar, y así sucesivamente todas las demás.  Hicieron escuela, no es una palmera cualquiera. Los cohetes escalan el cielo para explotar después en una cascada de luz que desciende poco a poco, casi a cámara lenta, produciendo una imagen preciosa y efímera al mismo tiempo. La del 2020 la lanzó la pirotecnia Ferrández.

Recordando la de otros años, disfrutando la de este, me viene a la memoria otros fuegos artificiales que forman parte de nuestra infancia. No sé por qué, pero este recuerdo nostálgico me llevó a tirar de mi videoteca y volver a ver “Calabuch”. La recordaran. Es una película en blanco y negro de García Berlanga con escenas de una España que ya no existe y con algunas “de Jaimito”, seguro que me entienden, en la que ahora te ríes (otros quizá se avergüencen). Esta película fue galardonada con el Premio del Festival de Venecia en 1956, el mismo año de su estreno. Cuenta cómo un anciano llega a un pueblecito pesquero donde se relaciona con sus vecinos. Con facilidad de trato se involucra y participa en su vida cotidiana. Y en un momento dado colabora en la construcción de un castillo de fuegos artificiales con el que consiguen ganar el primer premio de las fiestas del pueblo de ese año, que siempre perdían. Este viejo entrañable resulta ser un científico americano investigador de la energía nuclear y de sus beneficios que preocupado por su posible uso militar huye y se esconde en este pueblecito.

El confinamiento por el covid-19 ha hecho que eche la vista atrás al cine y disfrute de la visualización de películas de mi pequeña videoteca, además de otras que he visto en Movistar ó Amazon Prince Vídeo. Me ayudó a pasar muchas horas de insomnio y a adquirir cierta cultura en el séptimo arte.

Calabuch se estrenó en la España franquista de 1959. Al verla de nuevo pensé en qué otras películas se hacían en España en esa década. Y hay muchas como “Surcos”, de Jose Antonio Nieves Conde” (1951); “Muerte de un ciclista”, de Juan Antonio Bardem (1955); … De esta seguro que se acuerdan: “Bienvenido Mister Marshall”, de Luís García Berlanga (1953). Hoy también estamos esperando a otro Marshall pero esta vez del Mercado Común Europeo, para que traiga millones de euros que ayuden a reconstruir España después del confinamiento por el covid-19. Claro que muchos líderes europeos se resisten a que lo recibamos gratis porque no se fían del vicepresidente del Gobierno y del mal uso que se haga de ese dinero. Prefieren que sea un préstamo que haya que devolver, mal remedio que endeudaría a esta y a la próxima generación española. Pero permitan que volvamos a la ficción del celuloide, que sino ya ven lo que pasa, me desvío y me enredo en otra cosa. 

En esa década de los 50, ¿qué cine se rodaba en Alicante y su provincia?. Se sorprenderán. Vean. No pretendo hacer aquí una relación detallada de todas ellas, permitan que destaque sólo algunas. La primera de ellas, “La canción de Malibrán” (1951), de Luís Escobar, cuenta la historia de la cantante María Malibrán, en la que aparecen muchos exteriores grabados en el paseo de la Explanada en Alicante. Con “Toreo” (1952), del francés René Wheeler, se grabaron escenas en la Plaza de Toros de Alicante para contar la vida del torero Mario Montes. “Rebeldía” (1952), de Jose Antonio Nieves Conde, basada en una obra de Jose María Pemán, se grabó en Altea y Benidorm. En esta última población se rodó “Carretera General” (1956), de Jose María Elorrieta. Debutó como director con “El hombre de la isla” (1956) el guionista Vicente Escrivá, película rodada en Jávea, Moraira, Guadalest y la isla de Tabarca. Ya ven que los productores tenían buen gusto. Y llegamos a “Fedra” (1956), de Manuel Mur, grabada principalmente en la playa de San Juan de Alicante y en la isla de Tabarca. En la película Fedra despierta el interés erótico de los hombres y el odio, incluso la envidia, de las mujeres en un pueblecito costero del Mediterráneo. Una película exótica y desenfrenada que escapó de la censura que dirigía entonces Jose Muñoz Fontán. En el casco antiguo de Alicante y en la isla de Tabarca se grabó “Manuela” (1957), del inglés Guy Hamilton. “El hombre del paraguas blanco” (1958), de Jose Luís Romero Marchent, se grabó en Alicante, Santa Pola y Crevillente. Cuenta la rivalidad de dos poblaciones vecinas en un concurso de fuegos artificiales. Por falta de recursos, una de ellas no puede competir y se inventan la excusa - ya es tener imaginación - que una cigüeña preñada está atrapada en un tejado. Otra vez un concurso de fuegos artificiales, como en “Calabuch”. Otra vez la rivalidad de poblaciones cercanas. Esto no pasa sólo en el cine. En la vida real también hay rivalidad entre Elche y Alicante, en vez de estar unidos y reivindicar juntos a Valencia ó a Madrid los problemas que les son comunes. También se da entre Almoradí y Orihuela, Aspe y Novelda, Elda y Petrer, Jávea y Denia, …  La reproducción de la fragata de “El Capitán Jones” (1958), de John Farrow, grabada en Denia, fue usada también en la película “La fragata infernal” (1961), de Peter Ustinov, rodada en el puerto de Alicante.

Ya ven que Alicante y su provincia fueron escenarios de muchas películas por su clima, sus paisajes, su hospitalidad. Para no serlo en aquellos duros años de la postguerra de una España franquista que se empezaba a abrir al mundo del cine después de la firma del Tratado entre España y EEUU en 1953. Y a través de él, la apertura estuvo dirigida a sectores económicos, culturales y sociales. En las pantallas de los cines españoles se veían - a veces - escenas que estaban mal consideradas, o prohibidas, en la vida cotidiana por su atrevimiento, su espíritu libertario o su reivindicación social.

Y hablando de cine no puedo olvidarme de desear “mucha mierda”, mucha suerte, al Festival de Cine de Alicante previsto para los días 17 a 24 de octubre de este año, si el “bichito” no lo impide. Pues eso.

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