Hace ya más de un año que en @alicanteplaza me preguntaron cuándo prefería que se publicara mi columna de opinión. Los viernes, respondí sin pensarlo demasiado. Me gustan los viernes como puerta de entrada al fin de semana. Ya contaba con que mi jornada de reflexión sería los jueves para ajustarme lo más posible a la actualidad. Pero erré en mis cálculos porque hace semanas que el vértigo informativo se ha trasladado a los jueves y me impide estar al mismo tiempo en el plato y en las tajadas. Que si Puigdemont calibra convocar elecciones autonómicas o la independencia. Que si la jueza Lamela decide enviar a medio Govern a prisión preventiva. Que si el Tribunal Supremo hace lo mismo, o no, con la mesa del Parlament. Así no hay manera, oiga. Y encima, va Rajoy y también convoca las elecciones catalanas un jueves.
Así, pensando en los malditos jueves, a una le da por pensar si la trama política de este país no estará siguiendo a rajatabla el argumento berlanguiano de “Los jueves, milagro”. Incluso han elegido ese día de la semana para las apariciones milagrosas que buscan entontecer un pueblo a base de fuegos de artificio y viejos trucos de prestidigitador. La intención de hacer aparecer a San Dimas era buena pero estaba basada en una mentira. Y de pronto, hablando de mentiras creíbles, me viene a la mente otra película, “El Golpe”, en la que también se ficciona la realidad con el propósito de dar un escarmiento a los mafiosos usando sus mismas triquiñuelas. Pónganle ustedes al Procés la música de piano de Scott Joplin y sigamos para óscar. Veamos. El argumento de “El Golpe” se desarrolla en una época de postdepresión económica donde los timos se han institucionalizado sin que nunca pase nada: la amnistía fiscal, la Gurtel, el 3%, los ERE, los papeles de Panamá, los papeles del Paraíso...¿seguimos? Las estafas están tan extendidas que quien no trinca es un don nadie. En este contexto aparecen dos personajes revestidos de Robin Hood que bajo la consigna de “Espanya ens roba” lideran una cruzada nacionalista contra un poder central corrompido hasta los tuétanos. No sabemos si pretenden devolver el dinero a los pobres pero con la sola pretensión de desplumar a los corruptos y sacar a la luz sus mezquindades ya les vale para empatizar con un pueblo huérfano de héroes. Su caracterización de hombres buenos se fragua sobre un escenario de no violencia, una “revolució dels sonriures” muy fácil de comprar.
Y luego está la puesta en escena. Un trabajo teatral magnífico, con un guión elaboradísmo, actos milimetrícamente diseñados para que no decaiga el interés mediático y de público, con un gran reparto de actores principales y secundarios y unos extras abnegados a quienes han convencido de que el éxito de la película depende de ellos. Incluso han incluido en el guion giros inesperados llenos de matices que cada cual interpreta a su manera. La declaración virtual de independencia, su inmediata suspensión, las peleas entre los “protas”, el reparto de papeles “tu a Bruselas, yo a Estremera”... Un espectáculo de prestidigitación cinematográfica donde no falta el dramatismo, la acción, el humor y las canciones memorables de Llach o María del Mar Bonet. Lo único que falla es el diálogo. Así pues, enfrascados como estamos en esta producción de ficción política de alto nivel interpretativo, de dirección y montaje, que no nos deja ni pestañear, sospecho que al final no tendremos milagro sino sorpresa. Y miren qué insulsa es una que no puedo dejar de pensar a quién le doy el papel de Paul Newman y quién hace de Robert Redford. Así es “El Golpe”. Hagan sus apuestas. @layoyoba