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Vals para las hormigas / OPINIÓN

El cuento de Navidad de Quim

25/12/2024 - 

A Ladrón, que nos dejó helados mucho antes de Navidad

- ¡Pero si a ti no te gustan los Ramones!

+ Ya, tío, yo qué sé.

El cuento empezaba así. Por alguna razón, al protagonista le parecía que en ningún comunicado interno de la empresa se especificaba que tenían que sonar villancicos a todas horas. Pero de eso hacía ya meses. Cuando del cuento de este año solo se sabía que iba a tener un protagonista que cambia los villancicos por canciones de los Ramones en plena campaña de ventas de Navidad. Probablemente, en alguna gran superficie dedicada al ocio, pero eso aún no está claro. Sí es verdad que Quim, vamos a llamarle Quim para no repetir constantemente lo de protagonista, se dibujaba en el aire como un tipo flaco, melenudo y sonriente, esperando un martes cualquiera de diciembre cerca del Portal de l'Àngel de Barcelona. Pero eso no dice nada de su trabajo. Quizá se dedica a otra cosa, quizá escribe, compone o dibuja en casa y se gana el sueldo vendiendo en una tienda donde, hasta ese momento, habían sonado demasiados villancicos. La verdad es que el sector comercial de su empresa es lo de menos. Villancicos suenan en todas partes.

- ¿Y si te dicen algo?

+ Pues que digan.

No parece, así, de antemano, que Quim sea un tipo con el que se pueda estar enfadado demasiado tiempo. Ni siquiera los jefes. Desde hacía meses, cuando nació el diálogo inicial de esta historia, ya estaba claro que el protagonista transmitía buenas vibraciones. Su rebelión ante las campanillas, Mariah Carey y los peces en el río no era un gesto de ira. Tampoco de transgresión, aunque algo de eso sí tenía. Era como de estar en casa. Ponerte un disco en bucle infinito, que a veces pasa, hasta en Navidad, y de repente tener ganas de cambiarlo por otro. Ningún cliente se había quejado hasta ahora. El bipbip del escáner de códigos de barra seguía sin parar, entremezclado con el punk directo y simplón de los Ramones. Así sonaba, al menos, cuando ya parecía evidente que el cuento de Navidad de este año iba a tener como protagonista a Quim y su alteración del hilo musical. Puede, solo puede, que la conclusión que se saca de esto es que los villancicos no son imprescindibles en una campaña comercial navideña. A lo mejor las luces de la ciudad sí, porque invitan a salir a la calle. A lo mejor la ilusión de dar y recibir regalos, también. Pero los villancicos y el precio de los langostinos no parecen necesarios.

- Perdona, ¿puedo pagar con tarjeta?

+ Claro, ven, que te acompaño a la caja.

Ni siquiera en ese momento cobraba importancia lo que la cliente, porque no queda expreso en el diálogo de la tarjeta, pero es una muchacha de ojos adormilados, fuera a comprar. Sí queda plasmada la amabilidad de Quim, que desde el principio es el rasgo que marca su personaje como los palotes de un dibujo infantil. Si algo se sabe de él es que jamás imaginarías que un olivo, pongamos por caso, esconde regalos de Navidad tan bien como un abeto. Quim es un humano exquisito trazado con línea gruesa, el espíritu de la Navidad con vaqueros de pitillo y carcajada de Nosferatu en rehabilitación. Da la impresión de que, mientras que prefiere a los Ramones antes que seguir con el tintineo de cascabeles, Quim también entiende que no todos los elfos trabajan en Navidad, visten de verde y van perfectamente afeitados.

- ¿Te vas para casa?

+ Sí, mañana nos vemos.

El cuento que nació hace unos meses acaba con Quim fuera de la tienda, tras cumplir su horario de trabajo. Se arropa bien con el abrigo. Gabba Gabba Hey, tararea, mientras dibuja una sonrisa bajo la implacable luz de las calles.

Eso, dibujante. Quim es dibujante.

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