ALICANTE. Hace tres años la cineasta maltesa Rebecca Cremona hizo historia en su país. Simshar, su primer largometraje, fue la primera película que Malta seleccionaba para optar al premio Oscar a mejor película de habla no inglesa. Aunque no obtuvo la deseada nominación, la directora dio un paso importante en su carrera ya que fue la primera película maltesa que se distribuyó de forma internacional. Ella fue una de las invitadas al I Encuentro con Países del Mediterráneo, organizado por Casa Mediterráneo, donde el país invitado fue Malta. Cremona fue encargada de mostrar, junto al artista Luciano Micallef, la versión más artística y cultural de su país. Además pudo enseñar en Alicante Simshar, un debut en el que trataba el cada vez más presente conflicto de los refugiados, y defender la existencia de un cine mediterráneo.
Simshar fue tu primera película. En ella decidiste abordar un tema tan delicado como son los refugiados. ¿Por qué elegiste este tema para tu debut?
Al principio empecé sólo con la historia de los pescadores. Cuando comencé a investigar sobre esa familia me di cuenta que pasaban cosas en el mar que la gente no era consciente, como el tema de la inmigración. Esto fue en 2008, antes de la Primavera Árabe, el conflicto sirio y de que los medios informaran masivamente sobre la inmigración en el Mediterráneo. Me encontré con cosas gravísimas, como testigos que decían que habían visto barcos que encontraban inmigrantes y no los recogían. Aunque era un tema muy complicado para una primera película, me di cuenta que el contenido era tan importante que debía encontrar una forma para contarlo.
Ya hace tres años que Simshar se estrenó y el problema de los refugiados no ha hecho sino aumentar. ¿Cómo ves su futuro?
Sólo soy una cineasta y no adivina. Pero creo que la gente corre estos peligros, como cruzar desiertos o el Mediterráneo, no porque quieren sino porque el riesgo es menos grave que quedarse en su tierra. Hasta que no mejore la situación en sus hogares no van a dejar de irse. Además creo que la situación va a empeorar porque habrá nuevos refugiados con motivo del cambio climático. Con lo cual todo va a ir a peor.
¿El cine cumple una labor social para poder mostrar problemas como el de los refugiados?
Para mí el cine tiene muchas funciones diferentes. Ya sea como escapismo, para encontrar caminos artísticos diferentes o como descubrimiento de nuevos conceptos filosóficos. Todas son muy importantes. Para mí, como directora de cine, no como espectadora porque veo película que me gustan pero que no podría dirigir, las historias que quiero contar son historias comprometidas con la realidad social. Y creo que el cine puede ser muy efectivo porque, a diferencia de las noticias, no trata de estadísticas sino de identificarse con los personajes. Eso puede conmover a las personas más que unos números.
Simshar fue la primera película que Malta envió a competir por el Oscar a mejor película de habla no inglesa. Aunque al final no obtuvo la nominación, ¿cómo fue esa carrera hacia el Oscar viniendo de un país con pocos medios para la distribución o promoción?
A la vez fue algo bueno y malo. Muchos votantes y periodistas nunca habían oído hablar de Malta, lo cual hizo que la película fuera una novedad. Eso logró que nos hicieran caso de forma automática. Por otra parte, no teníamos los recursos necesarios como dinero o contactos. De hecho tuve que dormir en el sofá de un amigo durante dos meses y medio.
¿El siguiente proyecto tendrá un cambio de género o seguirás mirando a un cine más social?
No quiero decir que vaya a hacer un tipo concreto de cine, ya que depende mucho del tipo de proyecto. Pero la próxima película que voy a realizar es sobre la identidad de género e identidad nacional. Malta es un país joven, ya que logramos la independencia en 1964, y creo que no se ha hablado de su identidad en términos poscoloniales. Con lo cual el género de mi próximo película va a seguir siendo social y político.
En un país tan pequeño como Malta, ¿es más sencillo o complicado llevar a cabo proyectos cinematográficos?
Hay ventajas y desventajas. Como Malta es pequeño, y no tiene muchas películas de nacionalidad maltesa, hay mucho apoyo para realizar películas maltesas, ya que los malteses quieren que se cuenten sus historias. Por otra parte, el mercado de público es muy pequeño y con un idioma que nadie casi habla, no es como el español que se habla en muchos países con lo cual el mercado es mucho mayor. Esto es importante porque el idioma va en paralelo con la cultura. A esto se suma que, como no tenemos mucha experiencia haciendo películas, no tenemos la infraestructura, ni local ni internacional, para producir películas. Lo que sí tenemos es que muchas películas son rodadas en Malta aunque no sean películas maltesas. Hemos tenido superproducciones de Hollywood, por ejemplo Brad Pitt ha estado tres veces en el país, o películas como Ágora se han rodado en Malta. Y eso, desde el punto de vista técnico, es un gran entrenamiento.
¿Cómo de pequeño es el mercado cinematográfico maltes?
Entre 1974 y 1979 se realizaron dos mediometrajes. Y ya está. Otra película maltesa fue el último episodio de una popular serie televisiva que primero se estrenó en el cine. Estamos hablando de la nada. Simshar, es, de hecho, la primera película maltesa que se ha distribuido de forma internacional.
¿Cómo crees que se conoce Malta desde otros países?
En los últimos años, Malta es cada vez más conocida en el ámbito internacional. El turismo ha aumentado bastante y, es curioso, porque cada vez que viajo mucha gente me dice que le gustaría irse a vivir allí. Además está su encanto mediterráneo y la promoción que se ha hecho de la marca Malta. Pero, recientemente, hemos tenido el asesinato de esta periodista, Daphne Caruana Galizia, y el país ha sido mencionado en los papeles de Panamá. Depende de quien oiga hablar de Malta tendrá una idea diferente del país.
En los últimos años está surgiendo una muy interesante generación de directoras europeas con nombres como Julia Ducournau, Carla Simón o Coralie Fargeat. ¿Crees que, por fin, las mujeres están pudiendo tener más oportunidades para dirigir?
Las estadísticas son muy claras: el mundo del cine está controlado por hombres. Pero debo decir que nunca pienso en mí como una mujer directora en oposición a los hombres. No sé si es arrogante o es, simplemente, que he tenido suerte, pero no creo que haya sufrido por el hecho de ser una mujer directora. También sé que no es el caso de algunas de mis colegas. Con el caso de Harvey Weinstein hemos visto hasta que punto la situación es mala. Además, Malta tiene uno de los porcentajes más bajos de mujeres trabajadoras. Las estadísticas están ahí pero yo no puedo decir que para mí haya sido más complicado por ser una mujer.
¿Crees que existe un cine mediterráneo?
Sin duda. Nunca me había dado cuenta de esto hasta que Simshar empezó a viajar y la mitad de festivales que la programaban eran mediterráneos y del Magreb. Allí me di cuenta que hay un cuerpo de trabajo, una comunidad de directores, festivales de cine y centros culturales que están muy centrados en mantener viva esta identidad mediterránea. Para mí, fue una revelación. Estamos conectados de mucha manera, lo puedes ver en los temas en que se centran las películas o en la imaginería de las mismas. No me refiero tanto a que las localizaciones tengan un cierto parecido como, por ejemplo, a lo vinculadas que están al mar y que eso lo usemos como un imaginario colectivo. Por supuesto que existe un cine mediterráneo.
Y ya que hablamos de cine mediterráneo, ¿qué conoces o te inspira del cine español?
Una de mis películas favoritas es El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. Es muy interesante para mí, porque es una película sociopolítica pero en una clave más abstracta. También me gusta mucho el cine de Carlos Saura, que tiene una manera muy particular de tratar varios temas, especialmente la forma en cómo caracteriza a las mujeres. Para una mentalidad mediterránea es muy interesante. No creo que sea controvertido decir que, tradicionalmente hablando, la mediterránea es una sociedad machista pero, no es menos cierto, que también tiene una tradición de mujeres fuertes. Eso se puede ver desde los tiempos del Neolítico, en las diosas de la fertilidad, en el flamenco... Y en las películas de Saura también puede verse. Y luego, obviamente, Almodóvar. Aunque, generalmente, no pienso en las películas por su lugar de procedencia, a pesar de lo que hemos hablado del cine mediterráneo, porque las fronteras se están difuminando y el cine es un idioma universal. Hay que tener cuidado con esto porque ha habido una colonización del cine, Hollywoood es un ejemplo, y es importante que haya unas corrientes que no sólo hablen, en general, de un cine europeo o asiático. Por eso está bien tener cine mediterráneo o cine escandinavo, para que se puedan mezclar. El mediterráneo con el francés o el africano, regiones que se superpongan. Es bueno que aceptemos que haya distinciones entre tipos de cine y, a la vez, intercambios entre los mismos. Cuando el cine es buen cine transciende el idioma y la cultura.
¿Cómo se ha sentido una maltesa en una ciudad tan mediterránea como Alicante?
Me ha gustado mucho la ciudad. Hemos visitado el MARQ (Museo Arqueológico de Alicante) y muchos de los restos son parecidos a los que hay en Malta. Luego está el color del cielo o de las piedras y el hecho que muchos crean que soy española cuando estoy aquí (risas). Venir a Alicante es como ir a visitar a un primo. Tenemos muchas cosas en común.