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El 'belmontazo' de Nerea

24/04/2022 - 

Hace cuatro años, abril de 2018, el Ayuntamiento de Alicante vivió una de las secuencias más convulsas en la reciente historia de la política local, con onda expansiva a la autonómica. Ondazo más que onda. El socialista Gabriel Echávarri, tras un tenso tira y afloja con Ximo Puig, anunciaba el 9 de abril su dimisión como alcalde acosado por sus imputaciones judiciales: un asunto de fraccionamiento de contratos en Comercio, y el despido improcedente de una funcionaria interina de Cultura, cuñada ésta de Luis Barcala.  Y ahí empezó un interminable  tic-tac, ti.tac, hasta el pleno que se celebró en 19 de abril. Diez días de pasión con reuniones hasta en las más inhóspitas esquinas, conspiraciones, paranoias y todo ese tipo de cosas (parecido un poco a lo que está pasando ahora en Orihuela).

La socialista Eva Montesinos necesitaba 15 votos del pleno y para ello requería del apoyo, además de Guanyar (marca blanca de Izquierda Unida, Miguel Ángel Pavón, y de Podemos) y de Compromís, de la edil tránsfuga Nerea Belmonte, la misma que a inicios de aquel mandato fue expulsada tanto de Podemos como de Guanyar. De lo contrario, la Alcaldía sería para la lista más votada en 2015, la del PP. También estaba la opción de convencer a Cs, que al final se abstuvo, o al edil tránsfuga de Cs Fernando Sepulcre que ya había entregado armas al PP en la Diputación Provincial en su condición de diputado provincial. Solo quedaba Belmonte, Nunca la política local podía haber caído más bajo: hasta el punto de que la conquista de la Alcaldía se convirtió en una mera rifa de feria: PP y PSOE subastándose a Belmonte, quien al final se abstuvo y le dio la alcaldía a los populares, a don Barcala, renuncia previa de María Ángeles Goitia (a la que luego no le agradeció ni los servicios prestados; adiós muy buenas).

Días días de vino y rosas en los que hasta el socialista Ángel Franco bajó , y de qué modo, a la arena: intensa conversación con Elsa Martínez, la asesora áurica de Belmonte, su pigmalión, en un soportal de la plaza de Luceros, a careta quitada. También bajó a la arena lo más selecto de la  dirección del PSPV-PSOE. El PP no tuvo ni que bajar a la arena, al fango: estaba ya instalado previamente...y ganó la rifa. Belmonte se abstuvo en el pleno exhibiendo su mejor rostro, el del cinismo.

Justo tras el pleno de investidura, Carlos Arcaya reflexionaba en su columna en la SER de Alicante: “Belmonte ha cocinado en frío su venganza....con una acertada estrategia de su asesora [Elsa]”. Y matizaba Carlos: “Habrá que esperar, pero si se confirma, Belmonte se convertirá en la Maruja Sánchez alicantina”. Bingo: eso es lo que corría en todos los mentideros habidos y por haber. El precio de la subasta. Cuatro años después no podemos decir nada. Esas cosas se hacen, si se hacen, desde las más turbias fontanerías: las mismas que usó el PP de Teodoro García Egea, con la inestimable ayuda de Fran Hervías, y de otros, para abortar la moción de censura en Murcia en marzo del año pasado; una supuesta compra de voluntades. Supuestísima.

Barcala se convirtió en alcalde por un accidente democrático, porque ningún partido político, ninguno, ha planteado seriamente instaurar en España el modelo de listas abiertas. Es decir, a Nerea Belmonte no la eligieron los alicantinos directamente: eligieron una lista cerrada de una coalición encabezada por Miguel  Ángel Pavón. Y la despacharon al poco del inicio del mandato por no me acuerdo qué tipo de trapicheos: me acuerdo perfectamente, porque los viví en vivo y en directo,  pero no vienen al caso. Belmonte subvirtió la mayoría natural del pleno porque básicamente concurrió en una lista cerrada. No hay pretexto alguno, ni siquiera el hecho de que el tripartito que se había conformado en 2015 (PSOE/Guanyar/Compromís) ya había roto amarras: acabaron como el rosario de la aurora, con violencia verbal incluida.

El PP consiguió un año de oro para promocionar a Luis Barcala y, hasta donde pudo, puso un poco de orden y concierto al paisaje desolador que había dejado el tripartito, lo cual tampoco es pretexto de nada. El resto ya lo sabemos; don Luis se hizo con la Alcaldía en 2019, con el poyo de Cs y el partido de las tres letras, está siendo feliz y está comiendo muchas perdices (hasta el riesgo de empacharse, que espero y deseo que no). Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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