La Seguridad Social debería recetar partidos como el del Barça contra el PSG. Ni ibuprofenos ni paracetamoles ni viagras que valgan. Un buen chute a puerta en el minuto 95, ung olazo en el último segundo y se descongestionan todas las arterias y los músculos del cuerpo. Palabrita del niñojesús.
Yo llegué a casa reventada después de un 8 de marzo como hacía años que no se festejaba. Sin tiempo para llegar a la mani de Alicante. Con el móvil muerto desde mediodía y sin posibilidad de quedar con amigas para desfogarme gritando a los cuatro vientos que nos queremos vivas. El cielo también se había vestido de color violáceo. Despatarrada frente al televisor, los informativos abren con multitudinarias marchas feministas por toda España. Dingdong. Son mis vecinos que suben a ver el partido. A sufrir juntos mientras nos aliviamos con un par de cervezas. La misma sensación de las noches electorales en que nos reunimos para ver cómo vuelve a ganar el PP irremediablemente. Elchoyero esta noche no se deja ver. “Prueba con rojadirecta, que parece que vuelve a emitir”.
Nada, la tecnología se ha confabulado en nuestra contra. Trasteando conseguimos enterarnos que el Barça va ganando por 1-0 y casi estamos al final del primer tiempo. Optamos por la radio. Primero la SER, 3-0, ¡joder nos hemos perdido dos goles más enrededados en internet. Cae otra cerveza, no todo está perdido, mientras buscamos en la televisión la página de Catalunya Ràdio. Escuchar los partidos del Barça en catalán es otra dimensión futbolística para los culés.
Por fin. La voz apagada del locutor presagia lo peor. Cavani acaba de volar el partido poniendo un 3-1 en el marcador. Hemos perdido la fe así que meto la pizza en el horno para recomponer el nudo del estómago. Como no hay pantalla que mirar, me zambullo en twitter que está muy movidita. À. (A punt) será el nombre de la nueva RTVV y hay descojone general en la red. Apuntpuntcom se llamará el web. Como el achilipún apún apún de Dolores Vargas la Terremoto. El tono mortecino del locutor, en un segundo plano, aletarga la velada a la espera de que un esprint en la locución nos ponga las orejas de punta.
La conversación se desvía por otros derroteros. Mira qué encontré el otro día en facebook, le cuento a mi amiga. “ A todas las chicas que he conocido ciega en baños de discoteca, espero que estéis bien. Os echo de menos”, y de pronto el salón se llena de pintalabios compartidos, de rayas de más en espejos de bolsillo, de tampax prestados y de besos perdidos que aterrizan en tu boca. Ellos nos miran ojipláticos, como si de pronto la comunicación se hubiera encriptado en un código intrínsecamente femenino. El locutor dice que se marea poco antes de reventar el micrófono con el cuarto gol de Neymar. Minuto 88.
El Camp Nou se cuela en casa de nuevo. Si marcamos uno más forzamos la prórroga, me animaba yo sola desde mi más tierna ignorancia. Pero no hay posibilidad de empate. Hay que marcar dos goles en tiempo de descuento. La radio se desgañita. Penalty. Neymar. 5-1. Ostras, que se quema la pizza. No se entiende nada. Al locutor le va a dar algo. A nosotros también. Neymar, Sergi Roberto...goooooool!!! 6-1. El delirio. Mis amigos se revuelcan abrazados en el sofá. ¿Pero el partido ha acabado? Es un extraño lapsus de tiempo donde el silbato del árbitro ha perdido toda autoridad. En las redes, Oriol Jonqueras barriendo para casa: “Qui persevera en l'esforç fa que tot sigui possible!”. Pues va a ser que sí. Lástima. Las manifestaciones del 8 de marzo quedarán eclipsadas por una gesta futbolística, pero a mí se me ha descontracturado el cuello. ¿Otra cervecita? Sí, pero ahora en El Chiringuito. @layoyoba