vals para hormigas / OPINIÓN

Dos horas en el aeropuerto

21/07/2021 - 

Estar sometido al calendario con una columna semanal puede ser muy injusto, a veces. Uno no se espera casi un año a que salga la sentencia del PGOU alicantino para que caiga un miércoles. Justo a tiempo para que Juan Carlos de Manuel y Antonio Zardoya puedan desmenuzarla, analizarla, interpretarla y explicarla en esta misma sección al domingo siguiente. Uno se queda con la mano levantada intentando llamar la atención del profesor, como un tímido alumno de Primaria. Pero nada. Así que aprovecho la coyuntura para, tarde, muy tarde, relacionar los pinchazos telefónicos con el McGuffin de Alfred Hitchcock, ese elemento que sirve para despistar durante toda la trama pero que carece de interés en el desenlace. Aprovecho también para declararme fan irredento del futuro de Sonia Castedo, la enfermera Ratched de este manicomio que es la política alicantina, en la que necesitamos con urgencia un jefe indio de más de dos metros. Y para confesar que, como le pasa a Michael Corleone en El Padrino III con su pretendida salida de los negocios turbios, yo trato de tener fe en la justicia, pero siempre hay alguna sentencia que me lo pone muy difícil.

Una vez desahogado, paso al turismo británico. Paseé el lunes por el aeropuerto, cuyo nombre de Alicante-Elche Miguel Hernández sirve para alargar los textos, para imposibilitar los titulares y para tener que coger aire a la hora de pronunciarlo. Mi misión consistía en encontrarme con hordas desbocadas de pasajeros. Pero no. Boris Johnson ha conseguido que los ingleses parezcan más sensatos que su primer ministro, algo que ni siquiera David Cameron y su consulta del Brexit pudieron conseguir. Los aviones venían semivacíos, en el duty free se escuchaba hasta el segundero del reloj y la gran mayoría de los viajeros visitaban a sus familiares, residentes en España, o traían las llaves de su apartamento en la costa. Pocos jóvenes, mucho hispanohablante y casi ningún toque distinguido de la extravagancia que caracteriza a los súbditos de Isabel II. En resumen, poco carbón que echar a las calderas de Benidorm, que seguirá nutriéndose del producto nacional mientras esto no mejore, en palabras de Toni Mayor, presidente de Hosbec. La canción del verano seguirá sonando antigua y en castellano.

El aeropuerto, no obstante, ha aumentado levemente su actividad y ya no parece el escenario abandonado de una película de zombies, sino el de un reality como el de El show de Truman. Todo está perfectamente dispuesto. Se acumulan los folletos de información en diferentes idiomas, las llaves de coches de alquiler, las cremas solares en la farmacia, los bocadillos a precios de Cartier en las cafeterías. Los barrenderos barren, los vigilantes vigilan, los comerciales comercian y los taxistas mueven sus turismos a mano para avanzar en la fila conforme se van repartiendo los clientes. Toda una metáfora de lo único que deberíamos hacer, de momento. Estar preparados para cuando nos toque el turno de volver a la normalidad, sin precipitaciones. Y, mientras, disfrutar del momento todo lo posible. Una señora que me presentó a su hijo y su nuera para que los entrevistara, recién llegados de Manchester, me preguntó a los tres minutos si se podían ir ya. Quería regresar a casa con los suyos. Exprimir hasta el último minuto de su tiempo. Ese es el espíritu.

@Faroimpostor

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