ALICANTE. Hace un año, solo unas horas después del batacazo de Llagostera, Enrique Ortiz se apresuró a acudir al estadio Rico Pérez a asegurar la continuidad de la institución, no obstante haber caído su primer equipo al cuarto escalón del fútbol español y vivir presa de una deuda millonaria: solo unas horas después de que finalizase el curso liguero, el empresario se reunía con Carmelo del Pozo, el entonces (y todavía) director deportivo, y garantizaba su apoyo económico al proyecto 2021/22 a todo aquel que le quiso escuchar en el patio de caballos del estadio que en el pasado fuera su casa (de su propiedad).
Es verdad que a continuación, en cuanto conoció que se había convocado una manifestación exigiendo su marcha de la entidad, se apresuró a salir del plano... pero en cuanto los ecos de la movilización empezaron a apagarse volvió a reclamar que los focos le apuntaran y, con la encomiable colaboración de Toni Freixa, a jugar al despiste mientras resolvía darle un tijeretazo a su aportación económica al club.
Un año después resulta evidente que Ortiz ha apostado directamente por no aparecer: no acudió al choque ante el Unión Adarve ("Porque lo pasa muy mal", señalaba esta semana alguien de su entorno) y tampoco ha dado señales con posterioridad al mismo. A nadie le escapa que la semana pasada ya conocía que se preparaba una nueva manifestación en su contra cuando finalizase la temporada y por eso evita al máximo exponerse. Su ejemplo, por cierto, ha cundido entre la clase política alicantina, pues desde la noche del sábado sus integrantes hacen lo mismo: nadie está dispuesto a abrir la boca para referirse a la nueva movilización del herculanismo y mucho menos a Ortiz.
En esta ocasión no aspira a coger las riendas del Hércules un comisionista, unos oportunistas que buscan darle el pase a lo que quede del club tras exprimirlo, un 'primo' de América, un singapurense sacado del teatro de marionetas de Manolita Chen o unos supuestos empresarios tan 'alicantinos y herculanos' que ofrecen nada menos que 1 euro. Son los accionistas/inversores del Intercity, una Sociedad Anónima Deportiva domiciliada en Alicante y cotizada en Bolsa, que hace solo unos días ha llevado a su equipo de fútbol a la categoría a la que aspiraba llegar el Hércules este mayo, los que se ofrecen a hacerse con el club y no a coste cero: para empezar asumiendo el pago de su deuda (una parte de ella es con el propio Ortiz) y comprometiéndose a compensar económicamente al empresario por los hipotéticos éxitos futuros. Por mucho que los palmeros, emborronadores y demás cooperadores necesarios de Ortiz se esfuercen en negarlo, se trata del mismo planteamiento que le hicieron hace un año (hay quien dice que incluso a petición del 'dueño' del Hércules, aunque eso Alicante Plaza no ha podido confirmarlo), una fusión por absorción que descartó de plano al no recibir las garantías que exigía. Si Ortiz estaba en su derecho entonces, ahora también lo está: a nadie se le puede obligar a vender, a aceptar una oferta que no le convence y por eso no levanta el teléfono para retomar los contactos pese a que el temporal que hace zozobrar la nave blanquiazul va a más.
Como en esta ocasión el tiempo es fundamental (ese es el otro gran obstáculo), las opciones de que la operación prospere de cara a la próxima temporada se reducen cada día que pasa así que, salvo giro copernicano de los acontecimientos, Alicante tendrá un equipo en Primera RFEF en la 2022/23 que será el Intercity y cuyo objetivo será pelear por el ascenso a LaLiga SmartBank. Aunque ese equipo fuera el Hércules a muchos alicantinos les sabría a poco (otras ciudades lo tienen en LaLiga Santander), pero parece que no a los políticos de la undécima capital de España y es que, como todo el mundo sabe, Alicante vive de la siderurgia y no de los servicios.