ALICANTE. “Ver la sala llena con la gente disfrutando es la mayor gozada que puede haber”, afirma Raquel Molina, gerente de la Sala Euterpe, en Sant Joan d’Alacant, junto con Francisco Bordonado, a su vez presidente de Viu, la Asociación de Valenciana de Salas de Música en Directo, reconocida con elPremio de Honor de la Música 2022 que concede la Generalitat Valenciana en el marco de los V Premios Carles Santos. Para llegar a corroborar esa experiencia que describe quien gestiona este espacio han tenido que recorrer un camino largo y nada fácil. Más de una década de ‘pico y pala’. “Llevamos diez años trabajando duro”, confirma Molina.
Estar en un municipio y no en Alicante capital podría penalizar un poco al principio. Además, trabajar en el sector de la música en directo cuando no eres muy conocido, complica las cosas. “Ha sido muy difícil, sobre todo cuando atravesamos la pandemia, y nos ha costado mucho”, recuerda. Sin embargo, ahora están, quizá, en el momento más dulce. “Tener los artistas de renombre que estamos teniendo, ver que muchos repiten y ver que otros llenan ahora unos aforos mucho más grandes, es algo que nos hace estar muy agradecidos”, describe.
En todo este tiempo han ido generando una gran cantidad de público que acude a la sala “de manera orgánica —describe Molina— para ver bandas emergentes, porque se fía de nuestro criterio a la hora de programar; eso nos indica que estamos en el buen camino”, sentencia. Se sienten satisfechos y, por qué no decirlo, es algo merecido. “El trabajo bien hecho tiene su recompensa y nosotros eso ahora lo estamos viendo; estamos disfrutando de lo que hemos recorrido y con la vista puesta en lo que está por venir, porque siempre hay que tener la intención de no dejar de mejorar, con una programación puntera y diferente”, describe.
La Sala Euterpe se ha consolidado como un referente de la música en directo en el municipio y en todo su entorno. Gran parte de la culpa de que eso sea así la tiene su ‘olfato’, pero también el modelo de gestión: un ritmo de programación frenético que incluye conciertos casi todos los viernes y sábado, y muchos domingos también. “Esa es nuestra cadencia habitual; trabajamos muchos estilos diferentes de música y de artistas que no comparten el mismo público y hay que dar cabida a todos”, explica.
Al estar enfocados a públicos diferentes, no parece que esté penalizándoles que haya tres conciertos en un mismo fin de semana, sino todo lo contrario. “Yo creo que cuanta más programación y más impactos, más se favorece uno al otro; cuanta más gente venga a un concierto, más gente sabrá qué tipo de programación tenemos”, explica. Eso les da a conocer a la sala, pero también a los artistas que programan. Se genera público y movimiento al mismo tiempo. Un clima perfecto que genera un trampolín para la música emergente “Siempre se me viene a la cabeza Mr Kilombo, que empezó a venir a la sala con entrada gratuita hace muchos años, ha tocado como cuatro o cinco veces en nuestra sala y ahora está actuando en grandes festivales”, recuerda.
Gilipojazz.
Johnny B. Zero.
“Sabemos que hay bandas que quizá sea la última vez que vengan esta temporada porque tienen una proyección increíble; son muchos los que van pasando y se van yendo, pero es algo que nos hace sentirnos orgullosos porque significa que hemos tenido ojo, así que para nosotros es un honor”, confiesa la gestora cultural, que viene demostrando ese ‘olfato’ junto con Bordonado durante más de diez años. “Cuando programamos a alguien es porque tiene algo”, afirma, mencionando el directo de Gilipojazz, que esta temporada estará en el cartel. “Nos sorprendió mucho porque son tres músicos virtuosísimos; son una banda muy fuera de lo común y estarán por segunda vez en Euterpe con un concierto se incluye dentro de su gira Girando por salas”, describe Molina.
Muchos de los que programamos nos gustan a nosotros; somos fans y eso no encanta, pero en general nos vamos fiando de nuestro olfato, pero todos tienen algo que te llega”, asegura. Otras veces, los artistas son llamados a subirse a su tarima porque conocen bien su trayectoria, como por ejemplo sucede con Pedro Guerra. Y es que también incluyen cantantes con largo recorrido. De hecho, es uno de los nombres que encabezan el cartel de la nueva temporada que ahora inician, con más de cuarenta conciertos entre enero y abril. Así, este viernes, 19 de enero, junto a Johnny B. Zero, dan el pistoletazo de salida a un año repleto de conciertos de muchos estilos como canción de autor, pop, rock, indie, folk y mucho mestizaje.
Pancho Varona, Los Gandules, Luis Pastor, La Perra Blanco —que en el mundo del rockabilly tiene una gran proyección nacional e internacional y es una española que va a dar mucho que hablar—, María Carrasco —que lleva desde niña dedicándose a esto y a mí, especialmente, me hace mucha ilusión que venga—o Eva Sierra son algunos de los nombres propios con los que se lanzan a conquistar una nueva temporada dando el gusto a su público más fiel y en la búsqueda de todo melómano curioso, como son ellos mismos, que van picando en todo tipo de gustos y estilos, aunque coordinarlo es complejo.
“Muchas veces, lo de ir variando estilos en un mismo fin de semana no nos sale bien del todo, porque cuadrar agendas de músicos es una tarea muy vertiginosa”, apunta Molina, quien recuerda que ha habido ocasiones en las que el público se ha tomado el fin de semana como si fuera un festival. “Hemos programado tres conciertos del mismo estilo y han venido los tres días seguidos”, destaca.
Ante todo, lo que más les hace seleccionar es, indudablemente, la calidad. “No pensamos en que nos vayan a llenar la sala ese día, sino que nos fijamos en el talento y en la capacidad de proyección que transmiten; queremos que haya algo especial y diferente”, apunta, señalando así el aspecto más relevante para dar identidad de la sala. “Vamos escuchando muchas cosas y, cuando suena algo que te hace dejar todo lo que estás haciendo para pararte a escuchar, es porque tiene algo; a veces no sabemos ni quién es ni qué es lo que está sonando, pero si notamos eso, lo escogemos, porque hay algo que nos está llamando”.
La Perra Blanco.
Pancho Varona.
Con todo, son conscientes de lo relevante que puede llegar a ser un directo para un artista emergente y, precisamente por eso, son muy exhaustivos, también, en los asuntos legales y formales. “Creemos que es algo que puede ayudar a las bandas a profesionalizarse y afrontar lo que es gestionarse en este sector; nos gusta mantener esa calidad profesional”, justifica. Esa es una de las razones por las que trabajan estrechamente con administraciones públicas, con quienes desarrollan iniciativas para “dignificar el sector”.
“Nuestras reivindicaciones son las de siempre: que se reconozca a las sales de conciertos como espacios para la cultura y no solo como lugares de ocio nocturno y que se nos siga respetando y apoyando, porque somos un motor privado del talento que genera un circuito y un caldo de cultivo de futuros artistas y de otros profesionales que viven de esta industria”, destaca. “Si queremos apoyar a estos artistas y que haya nuevos artistas en el futuro hay que apoyar a las salas de conciertos; esto es algo sobre lo que se ha ido concienciando, pero hay que seguir insistiendo. En esa misma línea seguimos”, sentencia.
Raquel Molina y Francisco Bordonado.
