ALICANTE. Las cosas en el fútbol suelen ser bastante frágiles. Victorias, títulos o incluso épocas de determinados clubes han sido consecuencia de desencadenantes fortuitos, por golpes de mera fortuna. Ya es un tópico la historia de la identidad Barça, del Dream Team, de aquel equipo de Johan Cruyff, que de no haber ganado aquella Copa del Rey en 1990, bien podría haber cambiado el curso de los acontecimientos en la historia reciente de la entidad blaugrana. Al final El Flaco salvó la cabeza en València, y nos dejó un legado eterno desde los banquillos.
Que Lluís Planagumà no es Cruyff lo sabemos todos, y es más, no lo necesita. El catalán ha llevado al Rico Pérez un estilo directo que no especula con la posesión, y que suele encontrar soluciones con facilidad cuando el rival se planta en campo propio y se olvida de más historias. Si no es por un lado, es por el otro, y si no, volvemos a empezar. Hasta ahí, bien. Lo preocupante es cuando el guion de partido del pasado domingo comenzamos a verlo en demasiadas ocasiones. Mucha llegada, mucho intento, y una dificultad tremenda para encontrar gol.
Probablemente Carlos Martínez no pase por su mejor momento, aunque es notorio que su pareja de baile, Emaná, que por cierto va ganando forma, lo convierte en un jugador capaz de generar más fútbol y espacios. El acompañamiento en segunda línea es lo que actualmente me chirría. Pol Roigé es un intocable, pero Juli me deja dudas. El alcoyano es un futbolista de gran talento, y que se desempeña físicamente llegando al límite. Ocupa mucho terreno, y es ahí donde es importante que no coma espacios a otros jugadores. En este sentido, Chechu se me antoja una solución más efectiva, de más orden y ayuda a los dos de arriba. Si se mantiene en forma, y no recae de su lesión, las bandas ya deberían tener dueño.
Lo de Cruyff en 1990 podía salir mal, o bien. De igual manera, un partido que acaba 1-0 suele dejarnos momentos de infarto, y por supuesto, un dominio más que cuestionable sobre el destino del encuentro. En este sentido, los 9 goles a favor del Hércules, que le sirven para ser líder con 19 puntos, nos ha dejado un balance de hasta cinco victorias por la mínima. Solo una victoria por 0-2 en Cornellà hizo llegar a los aficionados con relativa tranquilidad al final del encuentro. Los alicantinos son el segundo equipo menos goleador de los 10 primeros, por detrás del Ontinyent, aunque demuestra eficacia defensiva siendo el menos goleado del grupo.
Ante el Badalona, un remate de cabeza a punto estuvo de convertirse en gol visitante (en ese momento el 0-1), tras colarse el esférico entre las piernas de Falcón. Extraña manía tiene el Hércules de generar, dominar, crear ocasiones, y estar a punto de la debacle de forma continua a la mínima llegada del rival. Pasó ante el Teruel y ante el Atlético Levante. Me atrevería a decir que en estos dos partidos el conjunto de Planagumà concedió al rival tres ocasiones: las tres, en forma de gol. Ninguna defensa es inquebrantable, y menos en Segunda B, pero asusta la facilidad con la que llegaron esos tres tantos.
Otro remate de Cabeza, este de Morales, fue el que dio los tres puntos al Hércules. Sí, ayudó el magnífico disparo de Diego Benito desde la frontal, que se estrelló en el palo, y que golpeó en el arquero catalán, ya vencido en el suelo. El barcelonés está a dos partidos de firmar los 500 encuentros en Segunda B, una categoría en la que debutó en el 2000 con el Terrassa. En el equipo catalán compartió vestuario con un tal Madrigal, que dos años más tarde, eliminaría con el Novelda al Barça del holandés Van Gaal de la Copa del Rey. Un año más tarde, y tras mil terremotos en Can Barça, llegaría a la Ciudad Condal Frank Rijkaard. El resto es historia, una historia forjada a base de desencadenantes fortuitos.