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Deconstruyendo a Bonig

23/12/2018 - 

Hace apenas tres semanas, Isabel Bonig y José Císcar viajaron a Bruselas con el objetivo de defender la cuota de la Comunitat Valenciana en la Política Agraria Común. Allí visitaron a todos a los ex ministros del PP y, cómo no, al portavoz del grupo popular en el Parlamento de Bruselas, Esteban González Pons. Además de las cuestiones agrarias, el encuentro con González Pons quizás fue interpretado como un último intento para convencer al ex conseller para ser el candidato a la Alcaldía de València. Algo que, a tenor de la incógnita que todavía genera ese puesto, no se ha cerrado. Y a día de hoy, todo hace indicar que el cartel del PP en el cap i casal lo liderará otro u otra, en función de la semana en la que estemos.

En verdad, Bonig y Císcar fueron a preguntarle a González Pons por qué estrategia debían seguir en la Comunitat Valenciana para remontar el vuelo. Era 4 de diciembre, el fenómeno Vox asomaba, pero nadie contemplaba que fuera tan virulento como se ha demostrado en el Parlamento andaluz.

No sé si González Pons o otro gurú les dijo qué debían hacer o no. La cuestión es que de ese viaje ha salido un trabajo que está desarrollando una empresa, con el respaldo de varios asesores, casi todos del entorno de la propia Isabel y de Císcar, para intentar dulcificar o exhibir una imagen más humana de la lideresa del PP, que en alguna ocasión ha sido caricaturizada como la propia Margaret Thatcher.

El primer ensayo fue el vídeo del Día de la Constitución -algunos la echaron en falta en el acto de Alicante-, en el que Isabel Bonig se desplaza a casa de sus padres en Vall d'Uixó y comparte con un almuerzo con sus padres y pone en valor una hipotética discrepancia con su progenitor, Manuel Bonig, que es militante del PSOE, y con la convivencia que nos ha aportado la Carta Magna.

La segunda parte fue este viernes en les Corts Valencianes, en la que la síndica del PP se despachó con sus 12 deseos para el año 2019, un tono más conciliador y entregando un regalo a todos los diputados, con un abrazo y beso, incluido, al presidente Ximo Puig. La verdad es que cuando menos fue sorprende, pues lo normal es la lideresa del PP estuviera interrumpiendo cualquier intervención del conseller Vicent Marzà o haciendo muecas a cualquier otro diputado de Podem.

El verano ya había hecho reflexionar (o alguien había hecho reflexionar) a Bonig: en la convención del PP de Alicante ciudad ya comenzó a rebajar el tono y habló de hacer un debate de ideas, y no de personas

Todo hay que decirlo: no ha sido fácil el papel que ha tenido que desempeñar Isabel Bonig en el PPCV: atenazada por los casos de corrupción heredados de la etapa anterior y la irrupción de Ciudadanos, quizás lo que haya trastocado la imagen de la hoy lideresa del PP es no haber sabido medir la intensidad de sus críticas, y a quién dirigirlas. Por ejemplo, se equivocó con su ira hacia la patronal CEV y las ayudas que le brindaba la Ley de Participación Institucional y mirando con perspectiva, con las dudas hacia proyectos como el Distrito Digital, levantado sobre las ruinas de Ciudad de la Luz, o, incluso, me atrevería a decir, su grandilocuencia, y la del PP, a la hora de equiparar a la izquierda, a toda, con el independentismo radical, sin mediar matices. Y ese ha sido discurso, cuando en la calle ha habido otra realidad, muy diferente.

Pero no es sólo ella ha sido la culpable: hay gente en el PP qué ha dejado que ella tomara ese camino sin contrapesarle el discurso destructivo que ha emitido. Y hay una parte importante de la sociedad, al menos en la Comunitat Valenciana, que lo que quiere es mirar al futuro, construir un discurso, el que sea, incluso, que puede ser discrepante, pero lo que tiene claro es que no quiere es mirar hacia atrás. 

Y por eso es sorprende que ahora Bonig y los suyos hayan dado ese volantazo a falta de cuatro meses para las elecciones: empezó intentando con una política agresiva para no perder votos por la derecha, y ahora los quiere ganar por el centro, a sabiendas de que ese trabajo o bien se lo hace Pablo Casado, o bien lo hará Vox directamente. Es curioso porque esta deconstrucción de la propia Isabel Bonig y su discurso parece que tendrá continuidad. La duda es saber si llegará a tiempo, o si pasará como en Andalucía, en el que el PP se tendrá que tragar el sapo de Vox para alcanzar sus objetivos. Hay una diferencia: allí ha caído un régimen; en la Comunitat estamos enderezando el anterior. Y la propia Bonig se ha dado cuenta de que su futuro pasa por enderezar el suyo propio. Quizás, a veces, lo más difícil es darle normalidad a las cosas.



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