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análisis | OPINIONES SOBRE LA PERESTROIKA

De cómo Rusia pudo ser China

Foto: CHRIS HARDY/ZUMA PRESS
3/09/2022 - 

BRUSELAS. Aeropuerto de Londres, Heathrow, verano de 1991. En medio del hall, dos hombres altos y rubios, con aspecto de yuppies de la época, intercambian negligentemente, de pie, dos maletines. Uno es norteamericano y el otro, ruso. Es lo único que aciertan a confesar. Eluden entablar cualquier tipo de conversación con dos desconocidas que se acercan con la excusa de pedir fuego, en una época en la que se fumaba en los espacios públicos. Hacia 18 meses que había caído el muro de Berlín y, con él, el imperio soviético, que seguía desmoronándose mientras sus Repúblicas celebraban referéndums por la independencia. 

Entre marzo de 1990 y diciembre de 1991, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) perdió un tercio de su territorio y nacieron 14 nuevos países en Europa y Asia Central. Ucrania fue uno de los últimos en abandonar el barco, en agosto de 1991, una de las líneas rojas que impuso Mijail Gorbachov cuando capituló ante los Estados Unidos fue incluirla en el cinturón de seguridad para Rusia. Sus fronteras no podían estar en la órbita de la OTAN, mientras se finiquitaba su homólogo soviético, el Pacto de Varsovia.

La muerte de “padre de la Perestroika”, en un momento en que se recrudece la guerra entre Rusia y Ucrania, ha traído a las páginas de la actualidad los alegatos del presidente Vladimir Putin, de su autoridad moral sobre su vecino del sur. La ausencia del líder ruso  en el funeral de Mijail Gorbachov, negándole una ceremonia de Jefe de Estado, es una llamada de atención al mundo sobre el por qué de un enfrentamiento bélico que, en ningún caso, tiene justificación. 

La razón, que se pierde con el uso de las armas, estriba precisamente en lo que representa hoy Gorbachov para la Rusia actual, a quien se culpa de la pérdida de su hegemonía como potencia mundial. La descomposición de la URSS y de un modelo de socialismo, en un momento en el que se imponían las políticas neoliberales de Tatcher y Reagan, cambió el rumbo de lo que podría haber sido la naciente Federación Rusa. La década de los 90 significó también el desmantelamiento de los sectores de producción estatales y el saqueo de todos sus bienes, incluido el armamento, el más poderoso del mundo. 

La Rusia de Gorbachov renunció a ser China. Así lo explicaban en 2020, en el 40 aniversario de aquél desenlace, los protagonistas de esta derrota ante Occidente. Porque la palabra “derrota” es la que define el sentimiento que ha ido naciendo en el ciudadano ruso y que se ha propagado desde el Kremlin durante el mandato de Putin. Al mismo tiempo, el mandatario ruso ha logrado devolver a su pueblo el orgullo de la Gran Rusia Imperial.

El diario digital ruso Lenta recogía en abril de 2020 una serie de entrevistas a los protagonistas de la Perestroika, realizadas en los últimos años. Su declaraciones, inéditas en español, dan una idea de lo que aconteció en aquel punto de inflexión en el que la Unión Soviética renunció a los postulados del socialismo para abrazar el capitalismo. 

Vladimir Putin. Foto: Krelmlin/DPA

Anatoli Lukianov: “La credibilidad de Gorbachov declinó con la Perestroika”

“La credibilidad de Gorbachov comenzó a declinar rápidamente en el momento de la Perestroika”. Son palabras concluyentes de Anatoli Lukianov, último presidente del Soviet Supremo de la URSS (marzo de 1990-septiembre de 1991) y uno de los colaboradores de Mijaíl Gorbachov, que luego se convertiría en su oponente. “La llamada Perestroika abrió el camino al capitalismo. No era un partido, sino un grupo de personas en torno a Gorbachov. La figura principal de este grupo era Alexander Yakovlev, jefe del departamento de propaganda del Comité Central, secretario del Comité Central y miembro del Politburó. Gorbachov no hizo ningún movimiento sin él”. 

LukIanov explicaba que fue en el círculo de Yakovlev donde se empezó a decir que “necesitábamos otro tipo de socialismo”. Pero en realidad, añade, “su principal objetivo era alejarse del socialismo por completo. Era el sueño de la pequeña burguesía y de la intelectualidad surgida en la URSS”.

En algún momento, explicaba el último presidente del Soviet Supremo, “Nikolái Ryzhkov, -presidente del Consejo de Ministros de la URSS- y yo apoyamos las ideas de las reformas, pero no las de Gorbachov, sino las de Andrópov -Presidente de1982 a 1984-. Doy fe de que el plan para cambiar la política económica fue desarrollado por Alexéi Kosyguin -Primer Ministro de 1964 a 1980-, pero los acontecimientos en Checoslovaquia impidieron su aplicación. Nuestro Politburó fue prácticamente unánime en creer que las reformas debían conducir a la consolidación de las relaciones sociales socialistas, a la aceleración del progreso científico y tecnológico, y a la renovación de la producción. Pero se trataba de una falsa unidad. Algunos miembros del Politburó se limitaban a defender de boquilla el lema ‘Más socialismo’, mientras ellos mismos predicaban, como decían entonces, 'las indudables ventajas de la empresa privada’: la propiedad privada, el libre mercado, el modo capitalista de desarrollo”.

Foto: SEPP SPIEGEL/ZUMA PRESS

En el proceso de discusiones con Gorbachov, dice Lukjanov, “me di cuenta de que íbamos en la dirección equivocada, retrocediendo de los principios del sistema soviético. La palabra ‘Perestroika’ significaba cosas diferentes para cada uno, pero al final significaba cambiar el sistema. Aparte de mí, los antiguos miembros del Politburó estaban en contra de todo esto, lo que calentaba al Politburó y obligaba a Gorbachov a maniobrar constantemente. Fue un momento difícil. La economía estaba a punto de estallar. Gorbachov fue zarandeado de un extremo a otro. Tratando de conciliar lo irreconciliable, andaba a tientas, tomando decisiones contradictorias bajo la influencia de uno u otro bando, desviándose cada vez más del programa del PCUS. Bajo la influencia de Yakovlev, sus discursos incluían un compromiso con la opción socialista con un movimiento general hacia el libre mercado. En este contexto, los conflictos interétnicos crecían en el país. La credibilidad de Gorbachov ante la población y el partido empezó a decaer rápidamente. Entramos en un período de desintegración, que terminó con el colapso no sólo del partido, sino también de la URSS”.

Lukjanov recuerda que el colapso de la Unión Soviética comenzó con las repúblicas bálticas, y luego las repúblicas asiáticas las apoyaron. Querían ser Estados independientes, con sus propios representantes en la Unión, es decir, abogaban por una confederación. “Pero Yeltsin aceleró la ruptura: decretó que las leyes de la Unión sólo pueden aplicarse con el consentimiento de las repúblicas. Luego declaró que las empresas, que estaban en el territorio de las repúblicas, ahora les pertenecían”, añade el ex mandatario soviético. El colapso con el cambio del sistema fiscal fue otro detonante. Los impuestos entraban en la Unión y luego se distribuían a las repúblicas. "Yeltsin, por su parte, insistió en que se estableciera un sistema monocanal, en el que todos los impuestos permanecieran en cada república, y éstas financiaran la Unión a su discreción”, concluye.

Los días 29 y 30 de julio de 1991, Yeltsin, Gorbachov y Nazarbayev celebraron una reunión a puerta cerrada en Novo-Ogarev. Durante la misma, Gorbachov aceptó un sistema impositivo monocanal (la URSS se vio privada de su presupuesto, empresas y bancos) y la firma de un tratado confederativo en el que prácticamente no participaron los representantes del Soviet Supremo de la URSS. Fue el colapso, en contra de lo decidido por el pueblo en el referéndum del 17 de marzo de 1991, que, ojo, el 76,4 por ciento de los ciudadanos soviéticos votó a favor de la conservación de la Unión Soviética, y el Soviet Supremo posterior aprobó una ley sobre la fuerza vinculante del referéndum”. Con esta descripción, explica Lukjanov el fin de la era soviética. 

Nikolai Ryzhkov: “Podíamos haber sido China”

“Si Andropov hubiera vivido más tiempo, habríamos tenido China”. Esta contundente frase es de Nikolai Ryzhkov, presidente del Consejo de Ministros de la URSS (1985-1991) y miembro del Consejo de la Federación de Rusia desde 2003. También defiende la política aperturista de Andrópov, fallecido prematuramente atado a una máquina de diálisis. En primer lugar, señala, “la palabra ‘Perestroika’ no me gusta". El hecho es que no es una palabra nueva, fue utilizada por el Gobierno Provisional de Kerensky, pero los periodistas la recogieron... y ahí vamos. Prefiero la definición de ‘reforma’”

Y explica que, “al principio, yo estaba categóricamente a favor de las reformas, incluso fui uno de sus iniciadores, porque mi experiencia vital y mi trabajo en una fábrica, en un ministerio y en el Comité Central del Partido demostraban que habíamos agotado el modelo económico en el que habíamos vivido antes, durante y después de la guerra. Un sistema planificado estricto era muy necesario, sin él no habríamos derrotado a los alemanes, nunca habríamos podido reconstruir la economía nacional. A algunos se les privó, por supuesto, pero a otros se les dio, era natural. Pero más tarde, muchas personas, entre las que me incluyo, empezaron a creer que el sistema se había agotado: era muy burocrático. ¿Cuántos trabajadores tuvo que mantener, cuántos empleados principales y auxiliares, cuántos ingenieros, cuántos técnicos, trabajadores no cualificados, limpiadores? Tenía 52 mil trabajadores en la planta... Por eso fuimos muy persistentes al escribir que había que hacer algo. Antes de Gorbachov y de mí hubo intentos de reforma, como los realizados por Alexei Kosygin, que hizo un trabajo bastante bueno para su época, por cierto”.

Foto: Kremlin/DPA

Ryzhkov recuerda que “Yuri Vladimirovich Andrópov me incluyó en el grupo para desarrollar las reformas. Nuestro equipo (Gorbachov, Dolgikh y Ryzhkov) utilizó los documentos e ideas que se habían acumulado. Así fue cómo, en abril de 1985, Mijail Gorbachov puso sobre la mesa de los discursos un programa de acción en el que habíamos estado trabajando durante tres años. Apoyé a Gorbachov hasta 1987, después de lo cual nuestros caminos se separaron. El enfoque apresurado, mal concebido y parlanchín de Gorbachov y los métodos jesuíticos del ‘arquitecto de la destrucción’, Alexander Yakovlev, hicieron fracasar la Perestroika. La ruptura entre nosotros se produjo en 1987, cuando resumimos los resultados de nuestro trabajo. Gorbachov, junto con Shevardnadze, Yakovlev y Medvedev, preparó un informe en Volyn.”

Trabajando en el encargo de Andropov, Ryzhkov fue invitado por Gorbachov, junto a Vladimir Dolgikh, en el Comité Central y candidato al Politburó. “La subordinación era bastante estricta: un miembro del Politburó, un candidato y yo, el secretario. Y empezamos a trabajar. Andrópov es una persona peculiar, ahora se escribe mucho sobre él, creo que incluso demasiado. Algunos dicen que era judío, otros que era ruso, pero no importa. Ni siquiera preguntamos quién era de qué nacionalidad, lo principal era cómo trabajaba. Pero era un político hasta los huesos, sí. Entendía rápidamente las cuestiones económicas fundamentales. Por ejemplo, me llamaba por teléfono y me decía: ‘¿Qué haces?' - ‘Estoy trabajando’. - ‘Bueno, ven a verme’”.

Eso significaba, añade Ryzhkov, que tenía algo de tiempo, “así que cojo el expediente y voy para allá. Y me dice: ‘Deja el archivo’. Y empieza a perseguirme con las preguntas... ‘¿Qué pasa con las concesiones en este país?’ - ‘No creo que se haga nada’. - ‘¿Qué sabes de eso?’ - ‘Exactamente lo que aprendí en la escuela’. - ‘No sabes mucho’. Hizo una pausa y añadió: 'Yo tampoco. Anda, ve a estudiar el asunto y ven a verme de nuevo’. Fui a mi despacho y dije: ‘Busca los informes que hay sobre concesiones’. Después de que muriera, hubo tiempo para pensar, y cada vez llegué más a la conclusión de que Andrópov habría llevado a cabo reformas suaves en el país, no como Gorbachov y Yakovlev”.

La conclusión de Ryzhkov es sorprendente: “Andrópov conocía los fundamentos de la versión china de la reforma. Si hubiera vivido más tiempo, habríamos tenido esencialmente el modelo de China”. 

Y añade: “Con el Gorbachov que gobernaba al principio, el país podía sobrevivir. Con el Gorbachov que gobernaba después, aquello ya era difícil pero posible. Con  el Gorbachov que gobernaba al final, aquello se hizo imposible. Verán, Gorbachov en los últimos años de su gobierno era como un verdugo enfermo. No creo que Gorbachov intentara arruinar la Unión, habría que ser un completo idiota. La situación era tal que sus acciones le llevaron a ello. Y al principio, cuando empezó a predicar, podría haber salvado a la Unión. Durante la primera mitad de su actividad, a pesar de todos sus defectos (verborrea, servilismo, hachazo), nos alegramos de que fuera un hombre nuevo. Pero después de 1987 hubo una grieta, y nunca volvió a unirse. Y Yeltsin se aprovechó de ello”.

Vista general del Kremlin. Foto: VLAD KARKOV / ZUMA PRESS

 Alexei Prigarin: La crisis de la moral pública

"La crisis ha afectado a la ideología oficial, a las relaciones interétnicas y a la moral pública”. Lo dice Alexei Prigarin, miembro del Comité Central del PCUS desde 1990, que fue jefe del Centro de Análisis y Previsión Política del Comité Central del Partido Comunista de la Federación Rusa desde marzo de 1991 hasta la prohibición del Partido Comunista.

Apoyé la Perestroika durante los primeros dos o dos años y medio y no me avergüenzo. Apoyé el lema de la Perestroika ‘Más democracia, más socialismo’, la campaña de la ‘glasnost’. Me replanteé mi actitud ante la política de Gorbachov y me volví crítico con ella cuando empezó a hablar de la captación de fondos privados, del desarrollo ilimitado de las cooperativas y se planteó la consigna de la privatización. Y Gorbachov no lo anunció todo el tiempo en Moscú, sino una vez en España, y la segunda vez, durante un discurso a los activistas de la Flota del Mar Negro. Aunque, para ser sincero, la desconfianza sobre Gorbachov ya se despertaba en mí a finales de 1985. Dijo que íbamos a invertir en su desarrollo. Para mí, como economista, estaba claro que eso era imposible. Por otro lado, me gustaba la vida agitada que empezaba en esa época: discusiones abiertas, clubes diversos…”

Alexei Prigarin no puede evitar sus orígenes netamente comunistas. “Tengo que admitir que la crisis de la URSS a finales de los años 80 fue de todo el sistema y fue creciendo. Juzgue usted mismo. Afectó en primer lugar al sistema de gestión del Estado: ralentización del progreso científico y tecnológico, acumulación de desproporciones económicas, aumento de la corrupción, violación del principio de distribución según el trabajo. En segundo lugar, la crisis afectó a la ideología oficial (anclada en los años 30). En tercer lugar, alcanzó a la esfera política (descontento entre los intelectuales, alejamiento de la clase obrera del Partido Comunista). En cuarto lugar, afectó a las relaciones interétnicas (crecimiento del nacionalismo en todas las repúblicas de la URSS). Y, por último, está la moral pública: la difusión de la hipocresía y el cinismo, y la aceptación tácita por parte de la mayoría del pueblo de la prioridad de los valores morales burgueses. Era necesario un cambio radical en las relaciones sociales. Era necesario pasar a una nueva etapa del socialismo, que combinara la propiedad pública eficiente, la justicia social y la democracia política”.

Foto: Jörg Carstensen/DPA

Grigory Yavlinsky: “Llegó la libertad de expresión y el régimen comunista no pudo digerirlo”

"No ha habido nada como esto desde octubre de 1917. Apareció la libertad de expresión y el miedo desapareció”. Es Grigory Yavlinsky, que en 1990, durante varios meses, fue Vicepresidente del Consejo de Ministros de la RSFSR y jefe de la Comisión Estatal de Reforma Económica, coautor del programa de reforma de la economía de la URSS llamado "500 Días", en el período postsoviético. 

“En 1985, evalué la perestroika de forma escética, así como todas las demás iniciativas de las autoridades en ese momento. Poco a poco, quedó bastante claro que nada de esto funcionaría. Hubo muchas conversaciones, pero el significado de lo que sucedió entonces era solo una cosa: al más alto nivel, se decidió que la gente puede decir públicamente lo que piensa, y por esto no solo no serán destruidos o encarcelados, sino que ni siquiera serán despedidos de sus puestos de trabajo. Nadie esperaba esto, nada como esto ha sucedido desde octubre de 1917. Apareció la libertad de expresión y el miedo desapareció. Eso es todo”.

Yavlinsky analiza el papel de Gorbachov y concluye que “daba a cientos de millones de personas una libertad real. Tal vez alguien diga que lo dio demasiado rápido... Pero no sucedió porque lo pretendía de esta manera: los procesos causados a la vida por el surgimiento de la libertad resultaron ser tan poderosos que el sistema comunista totalitario no pudo digerirlos”.

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