TODO DA LO MISMO

David Bowie, John Cale y el Nueva York ultramoderno de los años 70

4/09/2022 - 

VALÈNCIA. El pasado mes de julio John Cale estrenaba su segunda canción nueva en más de diez años. Se titula “Night Crawling” y evoca la magia creativa que Nueva York desprendía a finales de los setenta, cuando sus barrios bohemios eran manantiales de ideas todavía sin usar. En octubre de 1979, Cale se encontró con David Bowie en el Mudd Club, local  que en ese momento reflejaba ese momento cultural, al congregar en sus noches a gente de la música, el arte, el vídeo, la moda, la literatura y las drogas. El local que se abrió el día de Halloween de 1978 con un concierto de The B-52-s y comenzó a organizar actividades variopintas, entre ellas, fiestas de disfraces que se hicieron famosas de inmediato. El día de la madre a lo Joan Crawford (donde la gente tenía que disfrazarse como los personajes de ¿Qué fue de Baby Jane?) o el funeral del rock & roll (con réplicas de estrellas del rock muertas en ataúdes), fueron algunas de las más sonadas.

En aquella época, Bowie viajaba a menudo a Nueva York, y cuando lo hacía, se sumergía en el circuito alternativo de la ciudad para ver actuaciones y apurar madrugadas. Estuvo presente, por ejemplo, la noche en la que Devo hicieron su debut neoyorquino en el Max’s Kansas City, donde él mismo ofició como presentador. Tan prendado quedó del grupo que manifestó su intención de producirlos junto a Brian Eno, pero finalmente no pudo ser y fue Eno quien trabajó con ellos en su primer álbum Q: Are We Not Men?  A: We Are Devo. Eno también se dejó llevar por el magnetismo de la escena neoyorquina y fijó allí su residencia a lo largo de varios meses en 1978. Durante ese tiempo produjo a Talking Heads y el disco de bandas titulado No New York, con grupos como Mars y DNA que destruían los esquemas tradicionales del rock. Otro miembro de la aristocracia del rock británico, el guitarra Robert Fripp, se instaló en la ciudad por esas fechas. Allí grabaría sus primeros discos en solitario y colaboraría con artistas locales como Blondie –existe una versión suya de “I Feel Love” cantada por Debbie Harry que permanece inédita- y David Byrne. Con un nivel de intensidad que fluctúa dependiendo del personajes y el momento, Bowie, Eno y Fripp formaron parte del fin de década artístico de la ciudad.

En el vídeo de animación de “Night Crawling” podemos ver a Cale y Bowie deambulando por las calles que formaban parte de aquel escenario. Bowie tuvo el primer disco de The Velvet Underground antes de que se publicara y en una ocasión dijo que era la viola de Cale la que hacía único el sonido del grupo. En su etapa como cazatalentos para Warner, Cale intentó sin éxito que la discográfica publicara en Estados Unidos el Hunky Dory de Bowie, grabado en 1971. La noche del Mudd Club volvieron a hablar de la posibilidad de colaborar juntos, pero a continuación se concentraron en el asunto que en ese momento de sus vidas  resultaba prioritario, drogarse, beber y ligar.  La primera conversación al respecto debió tener lugar unos meses atrás, en abril de 1979, cuando Bowie acompañó a Cale en The First Concert Of The 80’s, celebrado en el Carnegie Hall y organizado por Philip Glass y Steve Reich. Vestido con un kimono negro, Bowie apareció tocando la viola en “Sabotage”, un tema de Cale. Su reencuentro en el Mudd Club tuvo lugar en octubre y un par de días después, ambos entraban en un estudio de grabación. Los bocetos que registraron son tan simples que ni siquiera dejan entrever qué habría ocurrido si hubiesen llegado a trabajar juntos en un momento más calmado de sus respectivas existencias. Posteriormente, Cale reconoció que dadas las circunstancia en las que ambos se encontraban entonces, y siendo dueños de egos tan inflamables, hubiese sido complicado que floreciera algo más sólido que aquellas dos piezas, bautizadas como “Velvet Couch” y “Piano-la” en los discos no oficiales donde han sido publicadas.

No obstante, aquel otoño neoyorquino acabaría dejando huella en la trayectoria de Bowie. Acababa de publicar el álbum Lodger, pero no iba a promocionarlo con una gira. Se limitó a realizar un par de apariciones televisivas, ambas con un marcado carácter teatral. Fue la emitida el 15 de diciembre en el programa de humor Saturday Night Live la que hizo historia (aunque bien es cierto que la puesta en escena para The Kenny Everett Show es casi un ensayo de lo que será el clip de “Ashes To Ashes”). La idea inicial para SNL era interpretar “Boys Keep Swinging”, el primer single de Lodger. Pero la actuación, concebida como una performance, incluyó también "TVC15" y "The Man Who Sold The World". Parte de la teatralidad de la puesta en escena la aportaron los coristas elegidos para la ocasión, Klaus Nomi y Joey Arias. Nomi era entonces la gran sensación del underground neoyorquino, con una imagen tan espectacular como su música, que unía ópera, tecnopop y cabaret. Arias era uno de los bailarines de su grupo y también pareja de Nomi. Ambos trabajaban en la tienda Fiorucci de Nueva York, que se convirtió en la versión diurna y con mostradores de Studio 54.

Para la actuación Bowie, encargó dos atuendos diferentes. En “Boys Keep Swinging” salió con un traje azul que le hacía transparente y que llevaba cosida una marioneta que él mismo manejaba. El diseño era de Mark Ravitz, el escenógrafo de la gira de Diamond Dogs, que también le diseñó un uniforme que Bowie definió como de “azafata de la revolución cultural china”. Lo vistió para “TCV15”, canción en la que Arias y Nomi se turnan para pasear un caniche de cartón con un pequeño televisor en la boca. Para el número fuerte, “The Man Who Sold The World”, Bowie vistió un traje inspirado en un diseño de la pintora Sonia Delaunay para una obra de Tristan Tzara representada en el Cabaret Voltaire de Zúrich. Creado por la casa Brooks Van Horn, el traje sirvió a su vez de inspiración a Nomi para el look asociado a su imagen más popular. La actuación, presentada por Martin Sheen en el programa emitido el 5 de enero de 1980, causó sensación, proporcionándole a Nomi una publicidad inesperada. Tal como cuenta quien fuera su batería,  Page Wood, en el documental The Nomi Song, tras la grabación hubo una fiesta a la que acudió Bowie. Nomi y sus músicos le comentaron que tenían algunas ideas y que si estaba interesado en escucharlas. “Por supuesto –contestó- voy a quedarme un tiempo por aquí”. Nunca más volvieron a tener noticias de él. Así era el flujo artístico de aquella Nueva York. Y por supuesto, así eran sus estrellas, personajes como Cale o Bowie, artistas como el propio Nomi, talentos volcánicos, impredecibles,

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