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'Dame veneno', la historia la fusión de rock y flamenco que no gustó ni a puristas, ni a rockeros

A Kiko Veneno, payo con estudios que venía de California, le acusaron de haber distanciado a los hermanos Amador, dos gitanos de las 3000 viviendas, del flamenco verdadero. Sin embargo, Raimundo era un rebelde de verdad y bastaba que le dijeran que no debía hacer algo para que lo hiciera. El disco de ambos con Veneno fue una joya de la fusión del flamenco con el rock, pero no vendió más que pocos centenares. De su concierto de despedida en Barcelona tuvieron que volver robando la gasolina. Sin embargo, el disco ahora es un clásico

7/05/2022 - 

VALÈNCIA. Estos días anda Kiko Veneno por los papeles porque se han cumplido 30 años del disco que cambió su vida, Échate un cantecito. Su concierto en el Teatro Lope de Vega de Sevilla con motivo de la onomástica ha sido calificado de histórico. Fueron tres horas en las que, entre canción y canción, fue contando su vida. Desde su infancia en los Salesianos a sus años hippies en California y, cómo no, el momento mágico en el que conoció a Raimundo Amador y fundó, junto a él y su hermano Rafaelillo, Veneno.

No se puede decir que fueran los primeros en fusionar flamenco con rock, antecedentes había varios. Estaba Smash, que lo mezclaba, aunque superpuesto, y después vino Triana, que realmente lo ensambló. Los primeros podían haber sido unos Led Zeppelin del flamenco y los segundos unos The Doors o Pink Floyd, según se mire. De Veneno lo que hay que decir es que, aunque vinieran del hippismo, su disco era de 1977 y sobre todo por la actitud se puede encuadrar en la faceta punk de aquellos jóvenes que dominaban y respiraban lo local, pero les influenciaba lo anglosajón.

Al final, todas estas iniciativas confluyeron en el famoso disco de Camarón, La leyenda del tiempo, que está considerado uno de los más paradigmáticos en cuanto a fusión de estilos. En ese disco, la sombra de los Veneno es muy alargada. Para degustar toda esta historia, hay un documental que tenía excelentes entrevistas, Dame veneno. Se grabó en 2007 y su director fue Pedro Barbadillo.

Cuando lo vuelvo a ver, me hace gracia que insistieran en que el veneno al que se referían no era ninguna droga, sino una expresión. Lo que pasó es que luego las drogas acompañaron la composición y registro de sus canciones y en la portada acabaron situando una gran ficha de hachís con el logo del grupo. Esa carpeta me parece increíble que pudiera pasar desapercibida y fuera un fracaso comercial, pero así fue. Este disco vendió pocos centenares cuando salió.

Como ocurrió con Camarón y con Paco de Lucía las sustancias hicieron mucho daño a la creatividad de estos músicos. En Veneno, Rafael tuvo problemas con la heroína. Cuando llegó este polvo, si a una comunidad le golpeó fuerte fue a la gitana. Pero Rafael está aquí para contarlo, Camarón no. Y Paco, siempre sabio, ya explicó en su día cómo cambiaron las juergas flamencas. Si al principio con alcohol eran un jolgorio, se empezó a notar cuando con la llegada de la coca la cosa se empezó a poner más tensa y menos espontánea.

Por eso, la parte genial de esta historia es la de las drogas blandas. Los Amador eran unos críos que tocaban por los bares a cambio de monedas. Menores de edad, solían llegar a casa a las seis o siete de la mañana. En esa situación, si algo aprendieron fue a odiar a los señoritos. Una vez, en una juerga, cuando preguntaron cuándo les iban a pagar, les dijeron que en el cortijo, tuvieron que ir hasta allí y ahí les rompieron la guitarra y se tuvieron que volver andando, sin instrumentos y sin dinero.

La conexión con Kiko se produjo rápidamente cuando él conoció Raimundo. En este documental se dice que eran un anarquista teórico, Kiko, y otro de verdad, Raimundo.  Lo cierto es que uno era un gitano humilde y el otro un payo de clase media con estudios, pero que se había ido a California a vivir la era hippie. Encontraron la comunión entre ambos y lo bonito es que la fusión les salió sin planificarla, sin hablarla, sin pensar en ella: solo tocando.

Sin embargo, la familia de los Amador se opuso a esos sonidos desde el principio. Su padre no podía escuchar lo que hacían. Les gritaba que tocasen flamenco. Decían que eso era flamenco. Y el hombre replicaba: "tocad flamenco, pero bien". Se enfadaban al verles con hippies, les decían "dónde vais con esos pelusos". La cosa llegó a ir más lejos, cuando llegó el fracaso comercial, se acusaba a Kiko de haber sido un payo con estudios que había desviado a Raimundo del buen camino.

Con lo que nadie contaba era con la rebeldía de Raimundo. Era un bicho raro, pasaba de todo el mundo y bastaba que le dijeran que no fuese en una dirección para que lo hiciera. Siguió escuchando los discos de blues que había traído su amigo de Estados Unidos y, si hubo uno que le cambió, fue Atom Heart Mother de Pink Floyd. Él nunca había escuchado rock y aquello le mostró que había más géneros y más posibilidades que se podían seguir guitarra en mano. También se destacó que Raimundo no es que tuviera valor de desligarse del flamenco purista, sino que también tuvo valor de meterse a rockear sin ser un especialista.

Las críticas fueron tan malas que Raimundo llegó a creer que eran verdad, que habían grabado un disco penoso. Las ventas fueron paupérrimas y el grupo, agotado, se despidió en Barcelona. Volvieron sin un duro, robando la gasolina a otros vehículos. Tras la separación, los hermanos siguieron un camino también histórico pero de nuevo efímero, con Pata Negra. En 1978 grabaron Guitarras callejeras y en el 79 estaban con Camarón en su apuesta por la fusión de la que salió acongojado. Le dijo a su productor, Ricardo Pachón, que también fue el de Veneno, que el próximo disco mejor solo con palmas. Ahora, ambos, están considerados entre los mejores discos de la historia del pop y el rock español. Clásicos absolutos, geniales, irrepetibles y con la singularidad que solo puede tener lo local. Kiko, sin embargo, admitía que cuando luego escuchaba fusiones en Los 40, al ser considerado él uno de los padres del crossover, decía que le daba un poco de vergüenza. Decía: "¿Tendré yo la culpa de esto?"

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