¡Escucha! No me he bañado en la vida en la playa en junio, solo en agosto con el agua a 30 grados y fuera rozando los 40. Tampoco suelo bajar al río a correr, ni entre semana salgo a las terrazas de cervezas. Pero soy de esa mitad de los españoles que seguimos a pies juntillas lo que pone en el folleto tipo “qué puedes hacer en fase tal”. Así, desde la fase cero voy siguiendo la hoja de ruta que marca el gobierno. El otro día caí en la cuenta y pensé que soy muy manipulable o predecible.
Luego me di cuenta que en esa dicotomía de las dos Españas, la de la tortilla de patata con cebolla y la de sin, la de Marisol o Pepa Flores, la del Barça o el Madrid, pues ha surgido otra. Los que hemos ido disfrutando de esos pequeños placeres que por unas semanas creíamos que íbamos a perder y los que siguen teniendo miedo.
El miedo es terrible. Paraliza, bloquea y nos impide ser felices. El miedo, (del latín metus), es una alteración del ánimo en el ser humano. Es contagioso además, y provoca inseguridad. La economía es muy sensible al miedo, especialmente a ese contagioso que provoca incertidumbre en general y al final acaba generando desconfianza.
Y no estamos para desconfiar. Creo que aunque nos cueste, porque el panorama es incierto, debemos intentar confiar en que saldremos de esta y para lograrlo debemos esforzarnos un poquito, sobre todo los de la tortilla sin cebolla y volver a las tiendas, a los bares a las terrazas, al cine y los teatros cuando abran. Si la normalidad no llega, vamos a intentar provocarla nosotros.
Hace años alguien me dijo que con la misma enfermedad un médico te puede decir un tratamiento y si vas a consultar otra opinión, te dirán casi seguro otro. Y es muy probable que los dos tengan parte de razón y es evidente que su objetivo es el mismo, curarte. Para no ir dando tumbos, en aquel entonces me aconsejaron que cuando algo no es exacto como la medicina, lo que hay que hacer es decidir qué profesional nos genera más confianza y seguir sus pautas.
Este momento que vivimos me recuerda mucho a aquella situación. Sigo los debates en el congreso, sigo las intervenciones de los políticos y dirigentes locales, nacionales, internacionales... y tengo muchas dudas. Al final hay que elegir y dejar atrás el miedo. Tengo claro que ninguno sabe muy bien qué va a pasar y probablemente lo que deciden que hay que hacer tiene muchas otras formar de solucionarlo.
La prueba es que España, Italia o Francia están tomando decisiones diferentes respecto a fases, desescalada, que si se puede salir a esto que si no se abre lo otro y si nos fijamos un poco, todos estamos llegando al mismo sitio. Estoy pensando en las micro empresas, las pequeñas tiendas, los restaurantes, las librerías, los centros de estética... las peluquerías... Aquellos negocios que están subiendo la persiana con mil dudas.
Yo tengo claro que voy a ir a todos los sitios que iba antes y más si puedo. La sensación de volver a ver las mismas caras, ahora detrás de las mascarillas, ver cómo volvemos a las rutinas y como los que tuvieron que cerrar abren y la gente sale a la calle y vuelve a confiar es maravillosa.
Hay que perder el miedo y eso generará optimismo y confianza y aviso; la economía, la bolsa, Wall Street y todo ese mundo del IBEX y todo eso, aunque no lo parezca, pende del hilo de las emociones.