Tqm / OPINIÓN

Cuanto peor, mejor

29/09/2019 - 

Ya estamos en un nuevo proceso electoral, que probablemente tampoco aclarará demasiado el espectro político, al menos desde la consecución de mayorías absolutas por parte de un partido. Esa es una etapa ya pasada de nuestra historia.

No me quiero posicionar en ningún punto del espectro político. Esto no va de sugerir buenos y malos. Solo me gustaría seguir hablando de negociación en términos generales, y específicamente de la posición de algunos actores en el proceso cuyo único objetivo parece ser destruir para después intentar ellos reconstruir aquello que contribuyeron a arrasar, desde una posición fácil: no es posible estar peor; por tanto, cualquier cosa que haga solo puede mejorar la situación de partida (¿o no?).

Es aquella frase famosa de "cuanto peor, mejor", y esto se aplica a todo tipo de sociedades humanas. Los que se comportan de esta manera lo hacen en base a cálculos internos que les indican que la debacle que se producirá es fácil imputarla a la otra parte, lo que conllevará a corto plazo un descontento grave de los afectados que debería concretarse en el debilitamiento de esa otra parte y una mejora significativa de nuestra propia posición. La inestabilidad que provocan estas posiciones es el peor terreno de juego para las empresas (y para las personas).

Los que juegan a esta táctica suelen poner condiciones inasumibles en el proceso de negociación, o simplemente se niegan a negociar en base a supuestas prácticas inaceptables, habitualmente con indicios casuales imposibles de probar del interlocutor y fáciles de manipular, con el objetivo de desacreditar al otro.

No parece razonable que esto sea así, máxime en esta época de aparente transparencia total con internet y las redes sociales, y nada más lejos de la realidad. Las fakenews -no las que refiere Trump- existen e internet no hace sino extenderlas, con muchísima gente que no contrasta las informaciones y solo acepta aquellas que le llegan por canales de su confianza basada en la ideología (internet, redes sociales, compañeros de trabajo, correligionarios políticos, religiosos, etc.) sin mayor contraste.

Me gusta pensar que este es el tiempo de la información, pero es inevitable que en muchas ocasiones me venga a la cabeza la "desinformación" (en mis tiempos era "radio macuto", ahora son, simplemente, los canales de comunicación).

Pero esto viene de lejos, en cada época con los medios disponibles.

En tiempos del régimen anterior se contaba que en una ocasión, en un pueblo del centro de España, un alto cargo del "aparato" estaba haciendo un discurso con importante afluencia de público y en un momento explicó los grandes avances en materia hídrica que se habían producido en nuestro país, mencionando los pantanos construidos durante el periodo franquista, uno de ellos relativamente cerca de aquel pueblo, como habían recogido algunos medios.

Un asistente al mitin levantó la voz para decir que había pasado recientemente por ese lugar y no había visto ningún pantano, a lo que el conferenciante respondió que lo que tenía que hacer era viajar menos y leer más los periódicos.

Lo de leer más los periódicos hoy sería un consejo excelente porque no suele ser por ahí por donde se cuelan las noticias falsas (que en ocasiones también), pero como vemos, la "propaganda", las informaciones sin contrastar, los mensajes tendenciosos, tampoco son un invento de ahora.

Y volvemos al principio, "cuanto peor, mejor". Sí, me refería a los políticos que nos han tocado, prácticamente a todos sin excepción. Incapaces de formar un gobierno de partido único, de concentración, de cooperación, de coalición, de lo que sea, pero un gobierno capaz de abordar con garantías los importantes retos que debe afrontar nuestro país en los próximos meses (el desafío catalán y la sentencia del Supremo, el posible brexit sin acuerdo, la financiación autonómica, la guerra comercial EEUU-China que amenaza con impactar directamente en Europa, la inestabilidad de los mercados a los que la crisis del petróleo no hace sino contribuir, el riesgo de recesión en economías hasta ahora muy fuertes, etc.), sin que eso parezca importar lo más mínimo a nuestros supuestos dirigentes. Y digo supuestos porque están haciendo cualquier cosa menos dirigir.

Y si las condiciones no cambian sustancialmente tras las elecciones, como apuntan todas las encuestas, ¿estaremos dispuestos a gobiernos de concentración, de coalición, de lo que sea, que ahora nos repelen? Igual es cuestión de personas.

En fin.

Joaquín Selma Ortiz, Empresario