memorias de anticuario

Cuando los 'neos' engañan al ojo

20/03/2022 - 

VALÈNCIA. Antes de nada, considero un olvido imperdonable no haber hecho mención en mi artículo pasado a la iglesia de los Jesuitas, cuando sí que lo hice de la capilla de la Beneficencia o de Nuestra Señora del Puig. Además, ha sido recientemente rehabilitada y también habilitada también para disfrutar de la mejor música clásica, con una interesante programación para los próximos meses. Más imperdonable todavía es el olvido por el hecho de que, tanto yo como mi padre y abuelo hayamos sido antiguos alumnos del colegio. El templo finalizado en la década de los 80 del siglo XIX combina elementos bizantinos de impronta ortodoxa, con otros de estilo románico, como la característica galería de arcos de medio punto en la fachada. Un edificio importante de nada menos que siete crujías, techo a dos aguas y bóveda de cañón. Su interior ofrece una especial riqueza sin ostentación y numerosas son las artes aplicadas que se pueden observar: vidrieras, pintura en seco medievalizante sobre el muro, estucos, relieves, azulejería…

Dicho esto, en esta especie de segunda parte haré referencia a algunas de las intervenciones llevadas a cabo en el catálogo monumental de la ciudad que no se tratan de una reinterpretación “autógrafa” del pasado por los arquitectos, sino que tienen la intención de llevarnos al “equívoco” de concluir que nos encontramos ante un espacio o ante un elemento concreto del monumento que es original e histórico. Ya en otra ocasión hablaremos de restauraciones, falsos históricos y de personajes como Ruskin o Le-Duc y sus teorías aplicadas a nuestros monumentos.

Empezaremos por dos puentes con intervenciones muy diferentes. En el caso del puente del Real de aspecto monumental, uno de los cinco llamados puentes históricos, no todo el mundo sabe que el aspecto que actualmente no es original y es consecuencia de su última intervención y que consistió en la ampliación, a partir de 1966 por el arquitecto Alberto Oñate. Un trabajo realizado sillar a sillar para desmontarlo en uno de sus lados para volver a reconstruirlo metros más allá con el fin de aumentar considerablemente, diríamos que hasta el doble, su anchura, con el fin de dar mayor acceso al tráfico rodado, puesto que se había quedado realmente pequeño para dar servicio a los barrios extramuros de la ciudad como el populoso Pla del Real. Hoy dispone de un total de seis carriles lo cual, si lo pensamos, en el siglo XVI habría significado un puente sobredimensionado.

El último puente que podemos considerar histórico antes de que el cauce llegue al mar es precisamente el que lleva ese nombre pues conectaba la ciudad con lo que sería el camino al mar, actual avenida del Puerto. Hoy en día se trata de un puente peatonal, y al mismo, para salvar su elevación, se accede por dos amplias escalinatas de elegante y sutil  serpenteo, que parece que siempre fueron el acceso original a este hermoso puente. Sin embargo, lejos de la realidad, fueron proyectadas por Javier Goerlich en 1933. Cada una de las mismas tiene 17 escalones y unas señoriales bancadas en piedra que flanquean los dos extremos del puente.

Posiblemente el falso histórico más importante de la ciudad es la llamada Torre Nova de la Plaza de Manises. Se trata de un torreón gemelo en hechuras al “original” que mira a la plaza de la Virgen. El situado en el otro extremo del edificio se trata, por tanto, de una copia historicista actual, aunque su alta calidad en la ejecución, nos engaña al hacernos creer que se trata de un elemento también del siglo XVI. No contiene elementos que nos hagan pensar lo contario, pues la intención del trampantojo histórico (salvo en algunos elementos distintos en las ventanas o decoración puntual), es evidente en la intención del arquitecto de la Diputación Provincial Luis Albert Ballesteros en su proyecto de 1942 concluido en 1951. Hay que decir que, aunque el torreón fue ejecutado a mediados del siglo pasado, sin embargo, hay un proyecto de su elevación desde el último cuarto del siglo XVI, por lo que la intención fue “completar” el proyecto original. Para conectar ambas torres se añadió un cuerpo con patio cubierto para unir el edificio existente con la nueva torre y para lograr el mayor mimetismo posible se recurrió, al menos en buena parte a la piedra de la misma cantera a la que se recurrió con el fin de elevar el edificio antiguo.

Aunque pueda parecer una boutade podemos concluir que quien quiera estudiar in situ, en Valencia, lo que es una iglesia de estilo gótico francés, no hay mejor edificio que este. La basílica de San Vicente Ferrer conocida también como la iglesia de los Dominicos es un importante proyecto de estilo neogótico cuya construcción se comienza en 1906 y es bendecido diez años después sin que el templo estuviese del todo acabado, lo que sucede en 1919. El proyecto lo firmó Joaquín Arnau Miramón y de la obra se encargó Francisco Estruch, acabándola Francisco Almenar por fallecimiento del anterior.

Como decíamos se trata de un templo que no es una interpretación libre del estilo gótico francés sino una transposición prácticamente literal del mismo en lo que se refiere a su estructura: fachada con un cuerpo central, dos torres de aguja caladas, portada ojival central y dos laterales que corresponden a las naves laterales y gran rosetón. La estructura parte de una nave central, con unos arcos centrales apuntados, pilastras de haces de columnas adosadas descargan en las naves laterales el peso de la central y estas a su vez contrafuertes exteriores. Las naves se cubren con bóvedas de crucería y por encima de todo ello se alza un cimborrio de 45 metros.


Existen otros monumentos de la ciudad nuestro ojo escapa a la posibilidad de distinguir entre lo antiguo y lo que no lo es. Así en las Torres de Serranos la tracería y filigrana calada tan característica y que las ennoblece sobre su arco de medio punto de acceso a la ciudad,  si bien existió originariamente, debió ser sustituida a finales del siglo XIX por otra de excelente calidad, debido al el deterioro que tenía la original. Asimismo, las escaleras de estilo neogótico, de acceso a la parte superior de las torres de Quart se trata de una intervención muy reciente, entre 1976 y 1982, y se deben al arquitecto municipal Emilio Rieta López. Se emplearon los sillares del desaparecido palacio de Parcent para la ejecución y con el claro propósito de integrar lo más posible el nuevo elemento en monumento y engañar al ojo. También se trata de un falso histórico la artística verja de piedra tallada y hierro forjado diseñada en pleno Modernismo por el arquitecto José Manuel Cortina para el espacio situado en la parte trasera de la iglesia del Patriarca y que, aunque es un elemento de cierre de un patio perteneciente al conjunto arquitectónico, recae a la misma vía pública. Acabamos con la reconstrucción de la iglesia de San Agustín, seriamente dañada en la Guerra Civil y que Javier Goerlich se encargó de reconstruir. Se trata de una reinterpretación en estilo gótico preexistente, aunque en este caso el que fuera célebre arquitecto no es fiel a la obra original, principal causa de la polémica que envuelve a esta “reconstrucción”.