No querría estar en la piel del presidente del PP de Elche, Pablo Ruz, el hombre de máxima confianza de Pablo Casado en la provincia de Alicante. Posiblemente, el político que más ilusión y tiempo dedicó durante las dos campañas por sus objetivos y que finalmente no ha podido ser alcalde de Elche. Ruz se tendrá que conformar con ser durante estos cuatro años el jefe de la oposición municipal, y de su escaño, también las últimas filas, del Senado. Se preguntarán ustedes. ¿No está mal para un joven de 36 años? Pues posiblemente, no. Pero podría ser mejor de si verdad, como él mismo predica, el PP hubiera tenido una visión más reequilibrada de la provincia de Alicante, y hubiera distribuido mejor el poder en una circunscripción polinuclear, en la que Elche, sin ningún tipo de dudas, ejerce de capital industrial y, por lo tanto, económica. Y ante el debate generado este mandato, desde plataformas como Elche Piensa, en las que se ha reclamado más protagonismo para la tercera ciudad de la Comunitat, hubiera sido más justo ubicar a Ruz dentro de la estructura de poder institucional del PP, en contrapeso a lo que tiene ahora su partido en Alicante ciudad.
El fracaso de Pablo Ruz ha sido el éxito de Luis Barcala: ha ganado, es alcalde y, además, ha colocado a su número dos como presidente de la Diputación. Se ha convertido en el gran barón del PP, con línea directa con Génova y Teodoro García Egea. Además, ha capitalizado el pacto con Ciudadanos en ambas instituciones para que, tanto el ayuntamiento como la institución provincial, se conviertan en ese que tanto le gusta al viejo PP, el de los años de 90, de convertir las comarcas del sur en una arma arrojadiza contra el Botànic II, el agravio de València nos roba y del mal llamado Alicante es diferente. Funcionó en su día con Eduardo Zaplana, y está por ver si esa ecuación da resultado con el tiempo, quizás, y en todo caso, más por el desgaste de la convivencia de un gobierno a tres en el cap i casal, que por mérito del denunciante, en este caso, el PP. Con un contexto no deseado, el de la fragmentación, Isabel Bonig no pudo alcanzar ese objetivo, aunque se quedara a las puertas con un daño en número de escaños palpable. La gente premia los logros, y no las fricciones; los acuerdos, y no las disputas; los cambios tangibles, y no promesas.
Quizás todo eso lo que no ha valorado Ciudadanos en su doble pacto con el Partido Popular en Alicante. Toni Cantó, y por extensión Rivera, han optado por fiarlo todo al plan a: el fin justifica los medios, sin contemplar un plan b o c, en caso de que hubiera que improvisar por si vienen mal dadas. Cantó quiere ser contrapeso, pero él no ha contemplado ese contrapeso en sus acuerdos: directamente, se lo ha entregado todo al PP, o al menos, en las dos instituciones más importante de la provincia de Alicante, pensando más en los objetivos políticos que en los ciudadanos (ni siquiera de sus propios militantes), y sin capacidad de reacción ante cualquier incidencia que pueda afectar a su relación con el PP (de ahí que Carlos Mazón sea en estos momentos el hombre más feliz del mundo). Como máximo, podrá abandonar las tareas de gobierno que ha negociado. Nada más.
Sí, la alianza entre PP y Ciudadanos era la más natural. Y de ahí que se haya repetido en la mayoría de municipios, pero la dirección de Cs no ha valorado disponer de mayores contraprestaciones o nueva arma de negociación en caso de que algo salga mal o el avance los acontecimientos acabe por diluir o fagocitar a los regidores naranjas ante la dilatada experiencia del PP. Sin ir más lejos, ahí está el ejemplo de Fernando Sepulcre: huyó de la marca y, pese al patrocinio institucional, su asonada electoral sólo recabó 750 papeletas.
No se entiende, por tanto, que Cantó lo haya fiado todo al PP, sin atender a los suyos, o pulsar en algunos sitios la opción del PSOE para tener más fuerza para negociar con Luis Barcala o Carlos Mazón. Hubo otros que sí lo intentaron y lo consiguieron: ahí está el caso de los aspirantes de Sant Joan o Benejúzar: pudiendo plegarse a la soberbia popular en esos ayuntamientos, ahora van a compartir la Alcaldía con el PSOE, teniendo siempre, en caso de que algo falle, una salida airosa. Esa fórmula fue ensayada en Almoradí en 2015 y se salió con decoro. ¿por qué no ha reparado Cantó en eso y lo ha entregado todo ya de antemano al PP? Sólo su interés personal, y el de Rivera, lo puede explicar. Debería saber que muchos de sus compañeros también han sufrido ese mismo desprecio y humillación que ha llevado a los candidatos de Sant Joan y Benejúzar (por no citar Teulada, La Nucía, Guadalest,..) a no plantearse, si quiera, la alianza con el PP. Sabían lo que iban a sufrir.
Claro que se podía haber pactado con Barcala, claro que se le podía dejar gobernar o incluso cerrar un acuerdo de gobierno con el PP de Alicante, pero el error de Cs es no haber usado la Diputación -o el ayuntamiento, si se quería- como contrapeso al propio PP o, incluso, al PSOE de Alicante frente a Ximo Puig, si esa era la alternativa que se buscaba a que el aire fresco entrara en las ventanas del Palacio del Avenida de la Estación después de 24 años de clientelismo, absentismo político y chiringuitos poco transparentes.
Si Pablo Casado ha sacrificado a su amigo Pablo Ruz para tareas de mayor protagonismo institucional, más allá de Elche, Cantó tampoco le ha dejado mucho margen a los suyos: les ha metido a todos en una cámara de gas con el PP -mientras Mazón y Barcala se descojonan en su cara- y les ha dicho: trabajad para mi, el objetivo es Ximo Puig. Da igual quién lo mate. Después ya contaremos los supervivientes.