ALICANTE. Me apena lo de Fundesem. Después de tanto bregar, de tanto pelear por salvar los muebles y de tratar de superar obstáculos de todos los tamaños, parece que la escuela de negocios de Alicante está abocada a una situación de enorme complejidad, que amenaza seriamente su continuidad. Empiezo por decir que me parece un final penoso e injusto para un proyecto formativo que ha sido un referente de primer orden durante mucho tiempo en nuestra provincia y que ha hecho un trabajo importantísimo durante décadas por la formación de empresarios y profesionales. La decisión del IVACE de esta semana parece la crónica de una muerte anunciada, y aunque no me sorprende me rebelo contra lo inevitable. Lo siento, porque entiendo además que la actual dirección lo ha intentado, pero no le ha salido bien. Alegrarse ante esta situación es como el del chiste que decía “chínchate, que me he caído”.
Hablo con una amiga cuyo nombre no desvelaré, que comparte conmigo su sapiencia, que es mucha, dado que vivió algunos de los momentos más turbulentos de la escuela de primera mano, hace unos años. A toro pasado es fácil poner a parir a antiguos gestores, y los que fueron expulsados en su momento ahora se regodean haciendo leña del árbol caído. No seré yo quien se alegre porque me parece una pérdida irreparable para Alicante. No me hago cruces de nada, puesto que a estas alturas he visto mundo ya como para no espantarme por esto ni por mucho más, pero me hago la reflexión siguiente: ¿Qué está pasando en Alicante, que no somos capaces de cuidar nada?
La CAM, desaparecida; El Hércules, a liga escolar; COEPA, aniquilada; y ahora lo de Fundesem, para rematar la faena. Las nuevas generaciones se verán obligadas a salir de Alicante para hacer un máster, porque aquí la mayoría no tendrá dónde hacerlo. Por cierto, he sido profesora de mediación en el ámbito de la empresa familiar durante dos cursos en la escuela y sé que los programas eran muy completos. Sé, además, lo mucho que trabajaron durante la pandemia para poder seguir impartiendo sus clases, el empeño personal de Cayetano Sánchez, al que aprecio, y me entristece lo ocurrido después de todo. También fue en sus inicios un proyecto en el que se implicó hasta el fondo, como solo él sabía hacer, Manuel Peláez.
Durante mucho tiempo Fundesem ha sido la escuela de referencia de Alicante, a la que cualquier persona podía recurrir para obtener una formación de nivel de posgrado, para ejecutivos y directivos de empresa. La formación que Fundesem procura, o procuraba, era de otras características diferentes de las que ofrece la universidad. No había incompatibilidad, sino complementariedad entre ambas. Voy a decir obviedades, pero la universidad está basada en la formación académica de sus docentes y en la enseñanza teórica, mientras la de Fundesem se apoyaba más en la experiencia práctica de su profesorado.
Es obvio que la universidad tiene que evolucionar para adaptarse al mundo de hoy, que llevamos ya siglos hablando de esto, puesto que ni con mil planes de Bolonia por banda salimos del atasco. Que me lo expliquen, pero para mí que lo de Bolonia solo ha servido para acortar los planes de estudio y obligar a todos los alumnos a hacer un posgrado sí o sí, para que su titulación sirva para algo, así como para cargarse la convocatoria extraordinaria de septiembre. Que no entiendo qué daño hacía lo de septiembre y en cambio permitía de verdad otra oportunidad a los que no habían superado una asignatura en la convocatoria ordinaria.
Sé de lo que hablo, puesto que fui contratada como coordinadora del máster en propiedad industrial e intelectual de la universidad de Alicante, reconocido como mejor máster en Derecho especializado por un importante diario nacional durante los dos cursos que permanecí trabajando en él y luchando contra los elementos. Este máster fue presa de un sistema decimonónico que no se entiende bien con lo que no sea sota, caballo y rey.
Las nuevas titulaciones que imparten las universidades servirán de algo, espero, aunque sigamos anclados en la forma de estudiar del siglo XX, con la memoria como reina de la fiesta, lo que en plena era digital y del big data es un contrasentido y absurdo. Y tal vez la universidad en un futuro sea capaz de cubrir todas las necesidades formativas, de estudiantes universitarios y egresados que quieran desarrollar su carrera profesional en el mundo real. Ejemplos destacados como el del Máster en Derecho Digital de la UA, dirigida por el súper competente profesor Julián López, han de cundir para poder afrontar los retos del presente, pero hay muchos otros nichos formativos que cubrir, que una escuela como Fundesem estaba llamada a satisfacer con más acierto.
Ante este panorama, como digo, una escuela de negocios de prestigio es fundamental para Alicante, puesto que los profesionales y directivos necesitan herramientas de nivel, frente a los retos que presenta una realidad cada vez más volátil y cambiante. Así que me gustaría creer que todavía pueda existir una solución para Fundesem, por el bien de nuestra provincia, de sus alumnos y titulados.