Hace tanto frío en la intemperie de los medios de comunicación, sepultados bajo toneladas de pésimas noticias, que uno tiende a buscar refugio en la letra pequeña. Y lo encuentra, precisamente, en el pedregal de nuevas restricciones que ha lanzado la Generalitat Valenciana para tratar de restablecer el servicio de Sanidad, que se ha colgado como una línea de teléfono e internet ante el vendaval de contagios. En el apartado de excepciones a la norma que trata de oxigenar a los trabajadores sanitarios, a quienes ya solo les falta bajar al hospital con un canario enjaulado para detectar escapes de grisú, aparecemos los miembros de parejas que no vivimos juntos. Y que formamos una unidad de convivencia a control remoto. Por definición, las leyes carecen de empatía, para ser lo más amplias posible. Por tanto, el hecho de que se haya tenido en cuenta una situación sentimental que no es habitual me dice que o bien hay alguien al frente del Consell en el mismo caso o bien que hay algún aficionado a First Dates que tiene mando en plaza.
Busco y encuentro reacciones a la singularidad y percibo que se toma como una anomalía. Lo cierto es que sigue sin ser frecuente, pero cada vez hay más parejas que viven en un conjunto intersección, como lo llamaban en mis clases de Matemáticas. Dos unidades familiares que tiran de teléfono y nuevas tecnologías para seguir juntos. Que se ven cuando pueden, como antes solo pasaba con profesiones como la de camionero, representante de perfumes o marino mercante. En algunos casos es por decisión propia. En otros, por motivos laborales o familiares. El caso es que esta pandemia ha generado más de un reportaje protagonizado por parejas separadas por los confinamientos, totales o perimetrales, que impiden la libertad de movimientos y que tienen que recurrir a las pantallas de móvil o tablet para compartir el olor del café por las mañanas o para darse un beso de buenas noches. Y que, en un entorno tan duro como el que ahora nos toca vivir, con una transmisión comunitaria desbocada y en el que toda precaución es poca, agradecen que se les tenga en cuenta en la medida de lo posible a la hora de facilitarles un abrazo, en estos tiempos en que andamos justos de tacto.
Repito que no pretendo frivolizar, sino escapar del horror como Kurtz en la selva de Vietnam, aunque sea por un momento. Decisiones como esta demuestran que hay otra manera de aplicar las leyes, en la que debemos implicarnos todos. No tener en cuenta los diferentes puntos de vista es lo que ha caracterizado desde mandatos gubernamentales como el de Trump hasta algunas sentencias judiciales que pasan por alto la sensibilidad de una sociedad que está en permanente transformación. Y si bien es cierto que las leyes se deben a la imparcialidad y la objetividad, no lo es menos que su aplicación puede abrigarse en el regazo del sentido común y las singularidades. La Biblia puede citarse para defender una cosa y su contraria. Así que también nosotros, los ciudadanos, debemos esforzarnos en evitar los trapicheos y las trampas para garantizar el correcto funcionamiento del estado. Gracias por la mención; las parejas separadas por kilómetros seguiremos haciendo lo posible para devolver la presión sanitaria a los registros sostenibles.