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del derecho y del revés / OPINIÓN

Confinamiento (III)

3/04/2020 - 

Con 10.003 fallecidos que llevamos, oficialmente al menos, a causa del coronavirus, era de esperar que le tocara a alguien conocido. Jose Medina, médico de profesión y bailarín por afición en milongas y bailes de salón de la capital, fue quien inauguró el pasado martes esta triste lista de pérdidas de gente conocida. Y posiblemente no será el único, me temo, mientras aprieto los dientes e imploro que no nos toque más de cerca. Medina se fue contra todo pronóstico, pues no formaba parte de los conocidos como grupos de riesgo. DEP. Esta columna va por él.

El principal problema que tenemos en estos momentos es de falta total de liderazgo del país, en el momento clave en que más lo necesitaríamos. El Gobierno podría aprovechar la baja médica del Dr. Simón, ciertamente inoportuna, para nombrar responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias a otra persona con más visión que él. Considero que sus peligrosamente optimistas predicciones al comienzo de la crisis, minimizando el coronavirus, son razón suficiente para su destitución. Hay grandísimos profesionales en España, gente con arrojo y formación, capaz de hacerse cargo de este barco.

No estamos para perder el tiempo, cuando hemos superado los 900 fallecidos en un solo día, y eso que no me creo las cifras oficiales, pues posiblemente sean muchos más los fallecidos. El Imperial College de Londres dice que 7 millones de españoles están, o estamos, contagiados. La verdad es que no tenemos ni idea, los del Imperial College tampoco, puesto que seguimos sin hacer test masivamente a la población, como recomienda el Director General de la OMS. Y es que la pandemia nos ha pillado en pelotas, sin equipos, sin test, sin respiradores, sin mascarillas, sin geles, sin camas de UCI suficientes, sin nada. 

El Gobierno se ha desacreditado a sí mismo con su omisión a la hora de tomar medidas; lo que quedaría por saber es si fue culposa o dolosa. Los muertos se los quieren echar encima a otros, pero lo cierto es que los tienen hacinados en su pista de hielo, aunque allí tampoco les cabían. Terrible. Y, encima, los responsables políticos han mandado a nuestros sanitarios, como soldados, a la guerra sin fusil. Me avergüenzo y me preocupan, todos ellos. Obviamente, el hecho de que se hayan infectado unos a otros en el Consejo de Ministros es muestra de que no se habían tomado esta cuestión en serio, a pesar de los avisos de los chinos y los italianos. Y, cuando todo esto pase, tendremos que exigir responsabilidades.

A todo esto, el Gobierno pretende que los empresarios continúen adelante, endeudándose para garantizar que el sistema no se hunda, en lugar de ayudarles a mantener el empleo y los negocios. La prohibición de despedir destila un innegable tufo ideológico. Mientras, el desliz de la palabra caos en el texto del BOE, que jamás se puso en lugar más acertado que en el nocturno y, por tanto, alevoso Real Decreto-ley 10/2020, se podría interpretar como muestra sinceridad. El Gobierno da a entender que los empresarios y los autónomos son el problema, no la solución, demostrando una miopía absoluta. Tengamos en cuenta que, hasta ahora, los miembros del Gobierno habían estado literalmente en la estratosfera, o en la universidad, o en política y, claro, no tienen ni idea de la vida real.

Las peores cifras del paro que se recuerdan, las del pasado mes de marzo, no son halagüeñas. Pese a ello, la gente sigue aplaudiendo en los balcones cada tarde a las ocho, lo que despierta un sentimiento agridulce en mí. De una parte, estoy esperanzada al pensar que estamos todos conectados. Considero que sólo trabajando todos a una seremos capaces de salir de la monumental crisis a la que nos tendremos que enfrentar, cuando termine el confinamiento, que para mí que va para largo. Vamos a sufrir muchísimo para poder remontar. De otra parte, lo de los aplausos me parece un mero divertimento, pero no un verdadero factor de cambio. Pan y circo, en definitiva.

Necesitamos que los científicos, las personas innovadoras, los filósofos, se pongan todos a pensar, para aportar ideas que nos ayuden a salir del bache, en este verdadero cambio de paradigma al que nos enfrentamos. Hemos de aprovechar el abundante talento nacional, en positivo. Hay que repensar España, terminar con nuestra tradicional forma chapucera de funcionar y tratar de cambiar nuestra mentalidad hacia mayor esfuerzo, capacidad de entrega y profesionalidad, de todos en general y de nuestros dirigentes en particular.

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