Lo reconozco. Para hilvanar estas líneas, esta vez, no he tenido que echar mano de análisis y referencias de otros periodistas. Me he tenido que zambullir en Spotify para que la mente discurriera con libertad hasta lograr la idea perseguida. Aunque voy a hablar de Compromís, del Compromís de Alicante ciudad, no he tenido que poner música de Al Tall, sino de los ramalazos de guitarras del último disco de PJ Harvey.
La nueva situación política de Alicante, heredada de un tripartito fracasado, nos ha dejado un nuevo esquema de actores. Al PSOE sólo, bunkerizado en sus temas, pero cuando menos tranquilo. Con alguna extravagancia como la de Lluís Cantallops, no por el perfil del arquitecto, sino quizás por la descolocada fórmula que ahora podría ofrecer el arquitecto barcelonés con una legislación valenciana totalmente diferente a la de 2007, cuando él pisara la ciudad por última vez, cuando Díaz Alperi le entregó el finiquito por no plegarse a los intereses de Enrique Ortiz. A Gabriel Echávarri se le ve más calmado: sólo pasa un día malo al mes, el de los plenos, pero vive con el infarto de saber que la justicia le puede enterrar de por vida. Él lo ha elegido así, y su via crucis le sacará o le soterrará por siempre, cómo mártir o como incapaz.
Peor es la sensación que transmiten sus socios. De Guanyar ya se escrito, pero en estos momentos a los portaestandartes de esas siglas sólo le queda saber qué será de Esquerra Unida, si un salvavidas, si saca cabeza con el PCE, o si alguien logra acomodo en un cargo de Compromís o en el Podemos que está por venir. Pero a día de hoy, insisto, si el eje que ponen sobre la mesa es de derecha/izquierda, llevan las de perder.
Pero quizás lo más sorprendente sea lo de Compromís, un partido de gobierno, como recuerda el portavoz en la Diputación, Gerard Fullana, pero sufriendo por hacer oposición. Hay que reconocerlo, Natxo Bellido era feliz todos los martes en las ruedas de prensa tras las juntas de gobierno poniendo paz entre Echávarri y Pavón, o llamando al orden al cualquier concejal o haciendo de pegamento del tripartito. Siempre equidistante, ahora, la oposición voluntaria les ha llevado a desaparecer de la primera línea de actualidad; a dar los bandazos -como el de presentar una moción para retirar el sueldo al alcalde y después retirarla- o reclamar asignación de fondos con boca de gobierno y eficacia de oposición. Por no citar el tema de la retirada de los nombres franquistas del callejeros, un asunto que se les enquistó -llevara o no razón el PP con el recurso- y que finalmente se ha aprobado por unanimidad. No sé, se les ve fuera de lugar. No sale en las fotos. Veremos si gana la ética, o la estética.
Su posición no era fácil, pero lo que es verdad es que no se les ha salido como ellos querías. La opción pasaba porque Ximo Puig dejara caer a Echávarri -y, según dicen, el conseller Alcaraz jugó fuerte, con el respaldo de Mónica Oltra, pero la fruta no cayó. Hicieran lo que hicieran, iban a salir perdiendo, bien en el gobierno, bien en la oposición -como se está viendo-. Si la imputación de Echávarri fue la excusa para salir -aunque había otras razones más de peso, como el cansancio a determinadas formas del primer edil-, día que pasa, con el actual alcalde, ellos pierden: y el tiempo corre contra Compromís, pues alcanzado mayo veremos si conviene un cambio, o volver a Gobierno.
En el PP, aún no siendo una persona de confianza de José Císcar, Luis Barcala no descansa. Tiene su propia estructura en las juntas de distrito a la espera -de la opción remota de que Echávarri dimita- o que la encuesta de Génova cante bingo. Pero el bingo, a día de hoy -remarco lo del día de hoy- está asignado: el subdelegado del Gobierno, José Miguel Saval, tiene el mayor número de papeletas para ser el elegido. Lo sabe, y por ello, no hay acto social que se les escape, casi a la altura de Asunción Sánchez Zaplana, también con opciones, aunque remotas. El problema del PP no es el nombre, sino que debe sumar con Ciudadanos. Cataluña es un síntoma, y por felices que se les vea, de momento no se alumbra proyecto en positivo. Ni siquiera en la Diputación, donde gobiernan. Son oposición, hacen oposición, y con Bonig disparando contra todo lo que se mueve a su ritmo. Les queda el anticatalanismo, y ya no es patrimonio íntegro suyo.
Y si el PP necesita proyecto de Gobierno -para Valencia y para Alicante-, a Ciudadanos le falta la estructura y el hambre de sus compañeros en Cataluña. Sólo que demostraran eso, el PP estaría preocupado. Pero no: la formación naranja apenas tiene líderes locales con tirón, vive de la marca, que ahora está en el cielo, pero quién sabe en mayo de 2019. El mapa ha cambiado, los actores también y en este semestre que viene sabremos quién llega hacia el sprint final. Pero ojo, en cualquier momento, puede empezar una nueva partida.
P.D. En Elche el panorama no es mejor, aunque está más disimulado. Pero eso le dejamos para otro día.