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Las ciudades chinas más felices

14/07/2024 - 

Las carreteras secundarias siempre han tenido un encanto especial frente la eficiencia desalmada de los autopistas. Permiten algo que se puede entender como una filosofía de vida, donde disfrutar del camino es más importante que llegar a un destino que muchas veces resulta irrelevante. Lo esencial es el viaje. Esas carreteras secundarias dan juego para cambiar de planes, para disfrutar de lugares escondidos, para gozar del presente y de la vida. Estas consideraciones son aplicables también a ciudades encantadoras que no son las urbes más importantes de sus respectivos países. Su dimensión, su historia, la singularidad de sus gentes les dan un atractivo especial. Un ejemplo muy cercano, Valencia, siendo una ciudad grande, reúne estos atributos frente a las dos primeras ciudades españolas, Madrid y Barcelona. Es una ciudad singular dónde tanto su entramado urbano, sus gentes luminosas y acogedoras, sus tradiciones, las distancias humanas de la misma, su clima benevolente, su gastronomía irresistible, su impronta italiana (sí, el Renacimiento entró en España a través de Valencia) y las atracciones culturales que la caracterizan contribuyen a que la población sea quizás una de las más felices de España. 

Concretamente, según un estudio publicado por el Economista en abril de 2024, Valencia está en el quinto lugar de las ciudades más felices de España. La preceden, y en este orden, Almería, Alicante, Málaga y Melilla. Sí, son ciudades donde hay una equilibrada combinación entre joie de vivre y ambición de prosperidad y de trabajo serio en un futuro que, con la iniciativa de sus ciudadanos y las políticas públicas adecuadas, puede ser prometedor. Como se decía en México, el sol sale para todos.

Así, China también es mucho que las cuatro grandes ciudades que hasta ahora han resultado dominantes. Por un lado, está Pekín, capital administrativa y centro del Imperio del Centro, donde se asienta el gobierno del país y el Partido Comunista de China (tanto monta, monta tanto), donde se deciden las grandes políticas de alcance nacional y los grandes proyectos de política exterior. Shanghái, con sus 26 millones de habitantes, es la capital económica y financiera de China y muchas veces la puerta de las inversiones extranjeras en China. Guangzhou, en el sur, es el centro manufacturero y exportador por excelencia desde hace siglos. Se dedica a lo que China ha hecho desde tiempos inmemoriales: hacer cosas o fabricar. Y la nueva y muy activa Shenzhen, que amenaza a su vecina y díscola Hong Kong, con el predominio en un sector clave: la tecnología. Hasta hace muy poco, estas ciudades constituían el mayor polo de atracción de los ciudadanos de toda china. En efecto, hacia las mismas no solo se desplazaban muchos trabajadores originarios de regiones mucho más pobres y más comunicadas, sino también el talento universitario más destacado, con más ganas y hambre de superación.

Sin embargo, en tiempos recientes, que arrancaron en algunos casos ya antes de la pandemia, algunas de las ciudades de China, que podíamos calificar de jugadores secundarios, se han convertido en un atrayente objeto del deseo.  Esto se debe a que han abrazado actividades económicas de futuro, su calidad de vida es muy superior a la de las megalópolis mencionadas antes y disfrutan de una vida cultural destacada. Cada una de ellas se caracteriza para alguna especialidad que las define desde el punto de vista económico. Se ubican a lo ancho y largo de China pero en todo caso, salvo Nanjing, alejadas de la fachada del Pacífico que es donde ha florecido hasta ahora la China más desarrollada y rica. Y todas ellas tienen determinadas puntos en común: una población (siempre considerable para estándares occidentales) que crece a un ritmo superior al de otras zonas del país y no solo debido a un fenómeno migratorio interno de trabajadores en general cualificados, sino también del punto de vista orgánico: su tasa de natalidad es superior; una inversión en infraestructuras moderna y de una calidad muchas veces extraordinaria (especialmente sus metros y ferrocarriles subterráneos); y una actividad inmobiliaria trepidante (en efecto, algunas de ellas albergan algunos de los rascacielos en construcción más altos del mundo). 

Además, y esto es importante, estas ciudades han sido muy flexibles con la posibilidad de empadronarse con facilidad. Se trata del tristemente célebre sistema del hukou que ha favorecido que las grandes ciudades tradicionales se hayan beneficiado de una potente mano de obra interna sin incurrir en gasto social alguno. En efecto, sin hukou, el trabajador no tiene derecho en casi ningún prestación social en su ciudad de acogida. Inicialmente, se diseñó para evitar grandes migraciones internas y de permitir el desarrollo regional. Pero se convirtió en una institución rígida y sobre todo muy injusta que permitió que muchas trabajadores no gozasen de beneficio social alguno. Al contrario, estas ciudades up and coming han hecho una política de atracción de población muy activa no limitándose a permitir el empadronamiento (hukou) sin restricción alguna, sino también ofrecer a las personas que se instalasen bonificaciones o directamente subvenciones que pueden alcanzar, cuando se tratar de trabajadores especializados y que ocupan los primeros puestos de su promoción, hasta 200.000 Euros.  

Además, el crecimiento de estas urbes se ha simultaneado con una nueva actitud hacia el trabajo de las nuevas generaciones (este es un fenómeno global y no solo de China aunque aquí quizás resulta más acentuado) que priorizan la calidad de vida sobre una existencia orientada de forma exclusiva al beneficio económico y la productividad. Además, en estas ciudades, el acceso a la vivienda es mucho fácil y menos prohibitivo que las grandes megalópolis chinas. Por otro lado, están menos contaminadas por el modelo laboral imperante en las grandes ciudades: el denostado 996 (trabajo de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días por semana). Por último, pero no menos importante, estas ciudades tienen actividad cultural, tradición, delicias gastronómicas y una dimensión física que las hace más humanas y vivibles.

Las ciudades que mejor representan esta nuevo crecimiento son básicamente 8 ciudades. De Este a Oeste, están en al Este Nanjing y Hangzhou dónde se ha desarrollado intensamente todo un ecosistema de start ups y ha florecido la actividad de capital riesgo. En el centro del país, Wuhan, Hefei y Changsha se han especializado en la prometedora industria de los vehículos eléctricos (que ya es una realidad), determinadas actividades del sector salud y la industria del entretenimiento. Y finalmente en el extremo Oeste, Chongqing, Chengdu y Xi’an cunas de los influencers de las redes sociales y actividades tecnológicas varias.

Durante mi estancia en China, tuve la oportunidad de visitar algunas de ellas por razones profesionales y también por motivo de turismo. Guardo un recuerdo especialmente nítido de esa experiencia. Y es cierto que se siente una energía especial y optimista. En Changsha, sede de importantes empresas del sector salud, estuve negociando varios días unos contratos en relación con una inversión en España y me llamo la atención la amabilidad de sus habitantes, la eficacia de sus transportes y la limpieza del aire (sobre todo en un momento en el que vivir en Pekín resultaba infernal por la contaminación insuperable). 

Changsha ha estado en la lista de las ciudades más felices de China en los últimos 15 años. Sin duda, la calidad de su desarrollo provee los fundamentos para ese optimismo. Se han realizado esfuerzos notables para que sus habitantes vivan mejor. Esfuerzos en servicios públicos, sanitarios así como iniciativas innovadoras dirigidas a todas las capas de la población. Se considera una ciudad amable con los niños, con los jóvenes y con las personas mayores. Las ciudades del Oeste como Chongqing, Chengdu y Xi’an son igualmente atractivas. 

Chongqing fue el escenario de las famosas negociaciones en el año 1945 entre el Kuomintang (el partido nacionalista) presidido por Chiang Kai-sheck y el Partido Comunista de China de Mao Zedong que tuvieron lugar con el objeto de tratar de evitar la guerra civil y establecer un gobierno democrático en China dominado por ambas formaciones. De hecho, el 27 de agosto de 1945 ambos líderes se vieron y cenaron juntos (era la primera vez que coincidían físicamente en 20 años y también sería la última; una relación compleja). Hace 8 años, visité la ciudad para ver a algunas empresas locales que habían realizado inversiones en España y a despachos de abogados chinos. Fue a mediados de julio y el calor era sofocante. Detecté que era una ciudad que estaba eclosionando y recuerdo los contrastes de algunos barrios que eran casi futuristas con la miseria de otros. 

De Chengdu tengo otra percepción. La visité con mi familia para ver al famoso panda gigante. Además del interés que despertó estos mamíferos memorables, me pareció una ciudad deliciosa. Es la capital de Sichuan, que cuenta con 16 millones de habitantes, con una antigüedad de tres mil años y a la vez es uno de los centros de alta tecnología del país. Ya en su día Marco Polo la menciona en su fascinante Libro de las Maravillas y la describe como una urbe en tierra llana de la que valora sus sofisticadas infraestructuras fluviales que todavía perviven. Lo que más me llamo la atención es la calidad de vida y la alegría de sus gentes (sobre todo si la comparabas con otras ciudades). Recuerdo la maravillosa costumbre de desayunar en casas de té (de todas las variedades pero el té local era potente) escondidas en misteriosos jardines. Me pareció sorprendente la tranquilidad que se respiraba. Y me encantaron los paseantes de pájaros muchos de ellos ancianos venerables. Iban sonrientes con sus jaulas y con sus pájaros cantando. También destaco la sabrosa, diversa (los locales hablan de 100 platos, 100 sabores) y especiada comida de Sichuan donde reina la pimienta del mismo nombre (perfumada, fresca, potente y la vez picante, con origen en la India portuguesa y que entró en China vía Sichuan). Se ha ganado muy merecidamente ser el destino preferido del turismo interior chino. 

Finalmente, recuerdo el encanto especial de Xi’an que también visité con mi familia y amigos. La visita a los Guerreros de Terracota es obligada y sobrecogedora pero no puedo olvidar la maravilla que es su barrio musulmán que me resultaba muy familiar por su semejanzas por sus intricadas callejuelas a algunos barrios de Córdoba o Granada. Aquí vive pacíficamente la comunidad Hui que profesa la religión musulmana. Pero su atractivo no es solo turístico si no también económico. En efecto, se convertido en sede de industrias con alto valor añadido y mucho recorrido como la farmacéutica y la aviación. También las empresas tecnológicas se encuentran con un entorno muy favorable. Como ejemplo, la coreana Samsung que ha invertido cerca de 10.000 millones de dólares en una importante unidad de fabricación de semiconductores. Una parte importante de esta inversión se destina a la investigación.

El desarrollo de estas ciudades permite concluir que un país requiere que existan diferentes urbes trabajadoras, activas, singulares para vertebrar de forma exitosa y equilibrada el territorio. También ilustra que la centralización excesiva puede ser incompatible con este objetivo. Al final, le desarrollo de estas ciudades responde a la iniciativa de sus habitantes por lo que sin duda contribuyen a hacer que China sea más próspera.

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