ELCHE. Desde que nacemos y crecemos vivimos rodeados de estímulos por todas partes, con envites consumistas y con modelos de comportamiento a seguir. Mediante una publicidad cada vez más invasiva, se nos genera necesidad para poder mantener un estatus de vida, unas actitudes y un consumo que va en aumento. La televisión nos guía por el buen camino. Ante esta situación, mucho más exagerada en las últimas décadas con la introducción en nuestras vidas de Internet y las nuevas tecnologías, tenemos acceso a todo las 24 horas. Y paradójicamente, tanta sobreinformación nos ha narcotizado; nos ha saturado y nos hace incapaces de reaccionar. En torno a estas ideas gira la exposición ‘Cinco Actos’, una obra de Pablo Bellot, antiguo alumno de Bellas Artes del Campus de Altea de la Universidad Miguel Hernández. Una obra que le ha hecho ser el ganador de la I Beca Boomerang y que trae una interesantísima reflexión social que va más allá de los medios de comunicación. Habla sobre la comunicación como individuos en la sociedad globalizada en la que vivimos codificando y decodificando mensajes.
Cinco Actos es una serie que llevaba desarrollando desde hace varios años en escrito y que ha podido materializar ahora. Con ella pretende “evidenciar la capacidad de incomunicación del individuo en el momento actual”. Desde un posicionamiento catastrofista analiza la situación que vivimos: “momentos de crisis, de violencia, de conflictos en muchas partes del mundo, de inmigración, de refugiados… muchas cosas que la persona no puede llegar a digerir”. Plantea que ante esta tesitura, el individuo no es capaz de saber dónde reflejar esa queja, a quién dirigirse. “El emisor-mensaje-receptor no existe, no sabes a quién comunicar. Por ejemplo, en los casos de desahucio la gente no sabe a quién tiene que reclamar, si al que firmó, al banco o al político”, explica Bellot.
En definitiva, se trata de una obra que sirve de desahogo y que parafraseando al filósofo Paul Virilio, materializa que “el puñetazo es el último acto de comunicación cuando no son efectivas las palabras”. El mensaje es precisamente eso, un puñetazo en la mesa; un grito desesperado. Por eso Bellot ha utilizado esa vomitera como un timón que dirige la exposición, “no sabes qué te oprime, pero te oprime. No sabes qué hacer y lo expulsas todo, ese último acto en el que lo tiras todo fuera y haces instante eterno”. Le han dado varios premios por esta obra y va a exponer en Valencia con más actos de comunicación. Además, en paralelo está trabajando con una obra pictórica de una temática común con este ámbito que está interesado en seguir investigando.
Ante esta frustración nace esa necesidad de generar actos de comunicación “para lanzar ese grito que llevas dentro y mostrarlo fuera de forma dramática”. En ese sentido, apunta que “por eso quemar un coche es un acto de comunicación, quien lo hace, ha tenido que hacerlo para llamar la atención”. Con ese grito de desesperación y este acto de comunicación se refiere a las movilizaciones que hubo en Francia contra la globalización a principios de los años 2000: el coche como símbolo del fordismo y de consumismo. Ese consumismo que se nos exige en nuestro entorno y que nos anula comunicativamente ante tanta saturación de estímulos.
Piensa que a esta situación hemos llegado por culpa de todo, de los medios, del sistema, de la globalización… “Vamos como borregos a lo que nos mandan, asumiendo mensajes. Desde que tienes tres años, la televisión te lanza mensajes de 30 segundos de cómo tienes que ser, el coche que te tienes que comprar, la felicidad que da coca cola. Nosotros tenemos parte de culpa, pero nos llevan hacia ese consumismo”. También apunta que cada uno tiene su parte de responsabilidad en esta situación, pero “la globalización es lo que tiene, la deriva a la que nos ha llevado y el avance tecnológico. Con un poco de educación y civismo todo sería mejor. Quienes deberían de dar ejemplo no lo dan. Nos hacen sentir culpables a los individuos, por ejemplo la industria contamina más que lo que haces tú pero te generan ese sentimiento de culpabilidad”. Desde luego, una obra para darle al coco y reflexionar sobre la sociedad que somos y en la que, sobre todo, nos hemos convertido.