Comenzaba el año 2022 y se alzaba como una oportunidad para la recuperación económica de la Ciudad después de los problemas generados por la pandemia; Europa y el Gobierno de España prometían inversión y dejaron al descubierto el talón de Aquiles de nuestro sistema.
Creíamos ser el ombligo del mundo, el paradigma del bienestar occidental y vivir en una sociedad sin aparentes problemas graves (o por lo menos solucionables) y la Covid-19 vino para poner de manifiesto la falta de capacidad de nuestros dirigentes: incapacidad para dialogar y llegar a acuerdos lejos de ideologías, incapacidad para proponer, incapacidad para captar, incapacidad en cualquier caso para administrar y gestionar. Políticos pusilánimes al servicio de sus propios intereses; a diestra y a siniestra, sin distinción, nuestros dirigentes procuran con nuestro dinero granjearse su éxito personal ajenos a la prosperidad de quienes representan.
Este es el modelo y ese es el nivel.
Y esa es también la realidad terca, la que se repite ejercicio tras ejercicio, la que los ilicitanos tratamos de digerir como sociedad cuando un proyecto parece tapar a otro y pocos se culminan, cuando un despropósito oculta otro, y así sucesivamente. La que, en definitiva, el Instituto ICIE percibe en su desinteresado quehacer diario.
Hemos llegado a la conclusión de que a los políticos no les interesan los problemas de la sociedad si no les sirven para sacar rédito personal.
Dicho lo cual y en el sentido técnico de la palabra, administrar lo que se dice administrar pues no parece que administren. Más bien se sumergen en su frenesí ideológico y se emplean en conducir los recursos a proyectos de contenido fácil, abandonando otros ambiciosos. Ensimismados en sus egos olvidan que la historia la escriben los intrépidos y que los grandes proyectos son los que hacen grandes ciudades. En este punto, es evidente que la Ciudad les ha venido enorme.
Y aquí es donde debemos decir que sólo exigíamos de nuestros políticos que se partieran el lomo frente a la centralidad o frente a la Comunidad, que exigieran no más de lo que Elche ha aportado durante los últimos lustros. Y hemos obtenido un álbum de fotos muy bonito.
La tercera población de la Comunidad Valenciana se vuelve a quedar para barrer el confeti de la fiesta.
Parémonos a pensar un momento: en esta legislatura poco más hemos obtenido que carriles bici y peatonalizaciones; a eso se ha dedicado nuestro esfuerzo económico (somos más pobres pero tenemos carriles bici y zonas viales), empeño personal de una y proyecto particular de otro, sin consulta popular y sin estudios de viabilidad; simplemente porque ellos lo valen.
Y ya está, no hay más. El resto ha sido todo ruido. Ningún proyecto que devuelva riqueza a la Ciudad. Nothing, rien, nicht, nada.
No podemos asistir desde el sofá de nuestra casa (cerveza y bol de aceitunas tendidas en mantel al efecto) a cómo restringen nuestros más elementales derechos y recortan nuestra capacidad económica para gastos superfluos. Este es el escenario en el que nos movemos.
Por qué no preguntarnos: ¿Qué actuaciones se han realizado con el patrimonio histórico de nuestra ciudad (nuestra, no suya)? ¿Qué atractivos culturales ha generado? ¿Qué ha propuesto el Ayuntamiento de Elche para la viabilidad de su Palmeral o de sus Patrimonios? ¿Qué cultura del ocio se propone a la sociedad ilicitana?
Mientras al Consistorio se le llena continuamente la boca con el atractivo turístico de la Ciudad, Elche se introduce poco a poco en una vía muerta que no conduce sino al olvido, donde se ha dejado pasar la llegada del AVE al interior de la Ciudad (si era apuesta de destino singular) y no sólo se abandona su conexión con infraestructuras, sino que asistimos estupefactos al papel indolente de las autoridades municipales ante el proyecto de tranvía y en el desmantelamiento de los enlaces con la capital. Insistimos, este es el modelo y el nivel y este es el estado de las cosas.
Sentimos decir que Elche está condenada a la grandeza particular de sus ciudadanos, pero no a ser una gran ciudad si no nos desprendemos de nuestros complejos.
Por eso desde el Instituto ICIE se seguirán impulsando los proyectos y las ideas que Elche merece, porque desde el Instituto ICIE creemos en Elche como Ciudad en mayúsculas, porque Elche es grande y su población es grande aunque sus políticos sean pequeños.
Elche se debe hartar ya de ser subcampeona de todo y ganadora de nada. Cuando los dirigentes no dan para más, el pueblo les debe abrir la puerta e invitarles a que se marchen. Ellos no lo harán voluntariamente.
* Pedro García Peral es vocal de la Junta Directiva Instituto ICIE