vals para hormigas / OPINIÓN

Cazadores de tornados

27/11/2019 - 

Las autoridades científicas han advertido de que un bocado importante de la población mundial tendrá que cambiar de domicilio antes de que acabe el siglo. Antes, probablemente, de que que el siglo se vea como los vasos de los pesimistas, medio vacío. Nunca recuerdo las cifras cuando las leo, así que improvisaré. Pero son unos cuantos cientos de miles de habitantes los que están en peligro de deslocalización en España a causa de la subida del mar por el calentamiento global. Sigo sin dar los datos exactos, más que nada para invitarles a que los busquen ustedes mismos y accedan a información de verdad, certera y descontaminada de literatura. Todo lo que trato de evitar cuando abordo una columna, para qué nos vamos a engañar. A lo que íbamos. Que perderemos una porción de la costa mediterránea actual. Así, a bote pronto, desaparecerá el Mar Menor, con lo que el ecosistema se encargará de sacarlo de la agonía en la que lo hemos metido los humanos. Recuerdo también que la subida de las aguas afectará a ciertas partes de la Costa Brava. Y, por último, recuerdo mi asombro al detectar que el litoral más castigado por las urbanizaciones con vistas al mar, el de nuestra provincia, quedaba a salvo. De momento.

Alicante, la capital desde la que se mide la cota cero en este país, podrá seguir siendo lo que es, al menos, durante cien años más. Bajo esa premisa, he estado prestando más atención a las noticias que afectan a la ciudad. Y vuelvo a comprobar que es como esas boyas enormes que acaban por salir a la superficie una vez que llega la encallada después de una tormenta. Lo cual no estaría mal, si no fuera porque los alicantinos y, especialmente los dirigentes que elegimos para que lleven las riendas, somos como esos descerebrados norteamericanos que se dedican a perseguir tornados. Nos encanta sumir a nuestra ciudad bajo las olas para, durante un breve lapso de tiempo, comprobar cómo ha vuelto a sacar la cabeza para tomar aire otra vez.

Vivimos recientemente los cinco minutos de paz con los que nos solemos conformar. Pero ya hemos vuelto a exhibir nuestro peculiar olfato para la tempestad que nunca tenemos encima, que nunca nos quitamos de encima. Echen un ojo a este periódico. Alicante vuelve a ser una ciudad sucia, ruidosa, ingobernable, desmemoriada y lenta de reflejos. Y sin posibilidad de evasión, ya que el equipo de fútbol mete más disgustos que goles ante su hinchada, entre la que no me cuento. Y el resto de deportes, entre los que sí me conté en su momento, son intrascendentes. La intención de Ayuntamiento y Generalitat es, en principio, es transformarla en una ciudad avanzada a su tiempo, futura, digital y cibernética como la Los Angeles de Blade Runner. Y tan henchida de humo y sombras. Lo cual, quizá, no hará más que añadir una nueva personalidad impostada a una ciudad que ya oye demasiadas voces en su cabeza. De la soleada sede de congresos pasamos a la invención del tardeo; del Hollywood mediterráneo pasamos al Silicon Valley mediterráneo. Y sin dejar, en ningún momento, de ser una ciudad de paso con olor a multicopista y sellos timbrados. Sucia, ruidosa, ingobernable, desmemoriada y lenta de reflejos. Pero a salvo del hundimiento veneciano que llegará con el cambio climático. Como una boya en la tormenta.

@Faroimpostor