Disculpen queridos lectores que hoy vuelva a escribir sobre Cataluña, pero la relevancia del desafío independentista es tan grave que requiere una contestación ciudadana, social y política desde todos los que queremos una Cataluña en España e integrada en Europa. Además dentro de poco los acontecimientos que estamos viviendo serán narrados en los libros de historia.
Llevamos un mes de octubre de infarto, primero con el Referéndum ilegal que nunca debió de haberse celebrado y donde el Estado falló en su estrategia, provocó una valoración negativa de la actuación policial y además falló en el resultado; no pudo impedir que muchos catalanes votaran. Eso sí, ayudó a que todos sepamos de la lealtad de los Mossos al Gobierno independentista.
El siguiente susto llegó el día 10 cuando el presidente catalán dio lectura a la Declaración de Independencia.Ahora estamos pendientes de lo que va a decir o hacer Puigdemont ante el requerimiento de Rajoy, la pelota está ahora en su tejado. Puede retrotraerse y colaborar a una solución pacífica del conflicto. Rajoy no ha entendido lo que pasó el 10 de octubre en el Parlamento catalán, a él le gusta que le digan las cosas claritas “ un vaso es un vaso y un plato es un plato”. Pero a su vez esa actitud tranquila permite una puerta abierta a la resolución de un conflicto que lleva enquistado hace muchos años. El 10 de octubre muchos ciudadanos pensábamos que se iniciaría un conflicto civil en Cataluña, hasta alguna agencia de noticias lo avanzaba así .
La pantomima que realizó el bloque independentista en el Parlamento no tiene ningún valor jurídico, porque no fue una declaración aprobada por el Parlamento aunque sí en los salones del Parlamento con toda la alevosía e intencionalidad, susceptible de ser enjuiciada penalmente. El president y sus allegados montaron el numerito delante de más de 1.000 periodistas acreditados, para pedir dialogo en condiciones de igualdad con el Estado español. La Declaración no tiene desperdicio, se arroga la representación de los catalanes cuando existe una mayoría más abrumadora que no está por la independencia. Una mayoría silenciosa que dejó de serlo el día 8 de octubre cuando cerca de un millón de personas llenaron las calles de Barcelona para pedir sensatez y sentido común. Cuánto daño se puede hacer a un pueblo con unos pésimos gobernantes.En Cataluña gracias a sus dirigentes, existe incertidumbre jurídica, política, económica y social, todo lo contrario de lo que debe ofrecer una gestión eficiente.
La Declaración añade que la constitución de la República catalana “se fundamenta en la necesidad de proteger la libertad, la seguridad y la convivencia de todos los ciudadanos de Cataluña para avanzar en un democracia de calidad”. Hay mas mentiras que palabras en tal aseveración. Si precisamente lo que ha hecho el procés ha sido fracturar profundamente a la sociedad catalana que dificulta hasta la convivencia de los diversos miembros de una familia. Difícilmente se puede avanzar en la conquista de mayor democracia cuando los dirigentes violan la Constitución y el ordenamiento jurídico que prometieron cuando tomaron posesión de su cargo. Cómo pueden hablar de democracia cuando han aprobado sus leyes fundamentales de acceso a la república violando sus propias normas, hurtando los derechos de los parlamentarios, anulando a la oposición e ignorando el pluralismo político. Y además, para mayor dislate, da por válido un Referéndum que no contó con ninguna de las normas básicas para ser concebido así y menos aún para que se quiera otorgar legitimidad al resultado.
La solución momentánea de Cataluña pasa por unas elecciones autonómicas con todas las garantías democráticas y unos nuevos actores que afronten un renovado encaje jurídico y político de Cataluña en el orden constitucional. Suponiendo que eso salga bien la superación de la fractura social requerirá de mucho más tiempo.