El batacazo de Edmundo Bal en las elecciones madrileñas (de 26 a escaños a cero) reconfirma la muerte de ese proyecto político que fue Ciudadanos. Es perfectamente comparable este batacazo con el que se dio Albert Rivera en las elecciones generales de noviembre de 2019, cuando la formación naranja pasó de 57 escaños a 10 y tras la cerrazón de Rivera a conformar un gobierno de coalición con Pedro Sánchez para proporcionar al país un periodo de estabilidad política en vez del circo que tenemos ahora. Cerrazón también de Sánchez: "¡Con Rivera no!”.
Ahí, en noviembre de 2019 empezaron todos los males de Cs, bajo la estrategia soberbia e incomprensible del joven líder catalán que se veía con fuerzas de adelantar a Pablo Casado y hacerse con el liderazgo del centroderecha en España. Soberbia y miopía. La repetición de las elecciones generales lo dejó en cueros, esta ve sí, y por lo menos tuvo la grandeza de dimitir. Una grandeza aminorada con el tiempo en tanto en cuanto lo que ha hecho Rivera desde entonces es movilizar a sus peones, Fran Hervías a la cabeza, para ofrecer los despojos de Cs al PP: reventar el partido y proporcionarlas migajas a la derecha a cambio de rescatar a un puñado de cargos públicos por los servicios prestados como sería el caso de Emilio Argüeso, senador tránsfuga, que todavía mueve hilos en las Comunidad Valenciana, y que ya veremos donde lo recolocan.
El guión se ha cumplido exactamente como estaba previsto. Argüeso, peón de Hervías, ha reventado el grupo de Cs en Les Corts con la fuga de cuatro diputados: Jesús Salmerón, Cristina Gabarda, el santapolero José Antonio Martínez, y Susi Sánchez, que ha durado diez minutos en el partido: de portera en la sede de Valencia cubrió hace un par de semanas el hueco dejado por la dimisión de Toni Cantó . A reventar bajo el pretexto de que Inés Arrimadas “se ha entregado al sanchismo y a toda su tropa que quiere destruir España”. Es lo que han alegado los cuatro abajofirmantes. “El transfuguismo es la gran enfermedad de la democracia”, sentencio Salmerón cuando en la anterior legislatura autonómica cuatro diputados de Cs, encabezados por Alexis Marí y amadrinados por Carolina Punset, se fueron al grupo de no adscritos. Lo acaba de recordaren este periódico Marta Gozalbo en un excelente trabajo de recomposición y memoria. “Vividores de lo público”, sentenció entonces Salmerón. Los cuatro carolinos eran unos caraduras. ¿Y qué son entonces los cuatro emilionenses?... Dejan el partido, pero no el acta, es decir, el sueldazo.
A Salmerón, activista LGTB, le preocupa ahora la descomposición de España. A los otros no sé lo que les preocupa: bueno, sí que lo sé y me callo por pudor. Tal vez Carlos Mazón, Carlos I El Conqueridor, rescate a Salmerón: el PP va muy necesitado de cuota gay dicharachera para dar una imagen lo más centrista posible. Y Mazón es lo más centrista posible, además de listo y guapo. Todo esto serían anécdotas intrascendentes salvo en una cosa: en política se está para lo que se está: por el sueldo; ni códigos éticos ni leches en vinagre. Lamento ser tan crudo. Y en Cs esa forma de estar (que no de ser, como matiza Marta Martín) ha sido y es exponencial en función directa de la avalancha de arribistas que se arrimaron al partido por mera cuestión de rédito. Es la cera que arde. Hasta la vicea-alcaldesa de Cs en el Ayuntamiento de Alicante, Mari Carmen Sánchez, también emilionense, se ha visto obligada a pedirles que devuelvan el acta. Lo que no dice Sánchez es que ella haría exactamente lo mismo que la banda de los cuatro de no ser porque perdería el sueldo. En fin, Pilarín.
Les Corts: ahora más que nunca es cuando a Cs le conviene la rebaja del listón electoral del 5 al 3% (Bal se quedó en el 3,7). A la banda de los cuatro no les conviene. Qué cosas. Falta otro desertor en Cs para abortar la reformar de la Ley Electoral autonómica, que requiere de mayoría cualificada. A reventar.
Reproduzco por su interés, en este contexo, algunas de las palabras de despedida de Isabel Bonig, que ha dejado su acta de diputada (ésta sí): “Agradezco que me hayan ofrecido cosas [en alusión a Génova], pero no entré en política para tener cargos”. Olé. No sé si la también ex alcaldesa de Vall d,Uixó lo dice con por plena convicción o por estrategia, dolorida como está por los modos que han empleado con ella para desalojarla de la presidencia regional del PP (resituando a María José Catalá de apuñaladora). No soy psiconalista, soy periodista. Pero lo ha dicho, lo cual la engrandece.
Dejo como fleco para esta crónica semanal la euforia (desmedida) que se ha desatado en Compromís por el subidón de Más Madrid, el partido ecosocialista de Íñigo Errejón y Mónica García, y de Manuela Cármena, partido con el que mantienen una alianza estratégica. Errejón y Joan Baldoví son una unidad de destino en el Congreso, sí. No veo al encorbatado Enric Morera, empeñado en ser alcaldable de Valencia, en esa unión. Ni a él, ni al núcleo duro del Bloc, socio imprescindible de la coalición Compromís. Salvo que el Bloc dé un giro de 180 grados, en el congreso de refundación que tienen previsto en breve. Morera no tiene la empatía, ni de lejos, que tiene Errejón. Fran Ferri, sí. Morera levita con el procés, que es lo que le puede y lo que le pone. La izquierda nacionalista autóctona, la de los maulets, va muy necesitada de una catarsis global. Tampoco veo a Mónica Oltra, que en su día mitineó con sumo regusto en compañía de Pablo Iglesias, en esa unidad de destino. Mero barrunto. Además, doña Oltra está muy desgastada, por lo de su ex, y porque la burda realidad (la gestión de los geriátricos, por ejemplo)le ha neutralizado el ánimo.
CODA: Se jubila Toni Arques, el rostro amable y dialogante del nacionalismo en Alicante. Un personaje coherente, abierto, afable. La antítesis del estilo de política que se estila ahora: vomitar bilis y ladrar en vez de hablar. Se jubila del trabajo, no de la vida, ojo. Bueno es él. Éxitos.