ALICANTE. Estoy encontrando una frase de manera recurrente en foros y redes sociales, y creo que resume el gran reto de los directivos, despertar el talento que sin duda todo el mundo tiene: «El talento no se puede enseñar, pero se puede despertar», reza esa frase con la que me suelo topar.
El ser humano tiene una gran capacidad creativa que ha llevado a generar obras musicales que emocionan o a desarrollar soluciones de todo tipo para mejorar nuestras vidas, desde pequeñas innovaciones como el típex a grandes inventos como el helicóptero o fármacos para curar enfermedades.
Ahora más que nunca, con el debate social sobre el impacto de la inteligencia artificial en los puestos de trabajo, debemos recordar y reivindicar la singularidad de las personas como seres inteligentes, únicos e irrepetibles. Así, desde que nacemos, tenemos un pequeño don, un talento, unas cualidades innatas para unas u otras cosas, que en muchas ocasiones quedan ocultos por factores externos y que lamentablemente nunca llegan a brillar. Ese puede ser el motivo de la infelicidad y tristeza de muchos.
Volviendo al mundo empresarial, pero sin olvidar lo anteriormente indicado, se confirma en todos los debates y conversaciones la dificultad de encontrar perfiles idóneos, y lo extremadamente complicado que se hace lograr la implicación y lealtad de los mismos.
¿Cuál es la razón?, ¿hay solución?
Empecemos por detectar las causas. Yo creo que son de diversa índole. Por un lado, las nuevas generaciones tienen un orden de valores y necesidades diferentes, ni mejores ni peores, pero que no encajan con los planteamientos de permanencia y lealtad a los proyectos a los que estábamos acostumbrados.
Por otro lado, el sistema educativo no ha evolucionado a la par que lo ha hecho el mundo y las nuevas reglas de juego, y eso provoca altas tasas de abandono, desmotivación y percepción del trabajo como un medio para ganarse vida y no como un medio para disfrutar de la vida.
Además, existe un gran desajuste entre las necesidades de las empresas y las cualificaciones de los demandantes de empleo; cada vez existe un gap mayor que genera frustración en ambos lados. Otra cuestión importante, desde mi punto de vista, es que muchas empresas siguen realizando una oferta pobre al empleado, y lo digo en términos de proyecto, de generar un legado, de crecimiento personal.
Si tratamos de abordar las soluciones, lamento decir que veo un camino difícil y ni mucho menos rápido. En mi modesta opinión, las empresas deben transformarse en sistemas atractivos para que las personas quieran dedicar su tiempo y sus capacidades a lograr objetivos comunes. También las empresas deben responsabilizarse de gran parte de la formación continua, creando perfiles ad hoc, altamente especializados.
No debe darnos miedo formar tanto a una persona del equipo que le haga brillar y pueda dejarse seducir por la oferta de otros. Ese talento que hemos sacado a la luz será como una espora que propaga nuestro mensaje y nuestra reputación. También debe cambiar mucho la aproximación del empleado hacia una oferta de trabajo, pues detrás de ello hay riesgos, sudor y lágrimas de empresarios y de personas de su equipo que han apostado duro y merecen un respeto.
El éxito de la llamada captación, en un mercado tan desequilibrado, debe ser fruto de varios factores que de forma mágica se alineen: generar emociones, generar ilusiones y generar seguridad. El éxito de la mal llamada retención, pues sería en todo caso fidelización, ya está en manos de todo el ecosistema de la empresa (equipo, clientes, colaboradores y entorno), que consigue hacerte formar parte de algo que sientes como importante y propio.
Como veis, no he hablado de tecnología, ni de dinero ni de tamaño ni de sectores, he hablado de emociones, y de algo tan sencillo y complicado a la vez como es dar valor a cada individuo, sencillamente porque es único, y su talento debe ser despertado.
* Eva Toledo es presidenta de El Círculo - Directivos de Alicante