No salimos más fuertes, triste realidad. Esa filosofía de Mr. Wonderfull, que diría Íñigo Errejón, fundamentaba los impactos publicitarios que recibíamos mientras estábamos confinados en nuestros hogares. Nuestras almas anhelantes de una señal luminosa aplaudían a los sanitarios esperanzados en que ellos fueran nuestros salvadores, aunque cuando posteriormente nos dejaron libres de aquel encierro nos convertimos en sus verdugos. “Ahora no tengáis las narices de salir a aplaudir”, decían enrabietados por nuestras constantes imprudencias algunos profesionales de la salud. Vivíamos en una burbuja atemporal anestesiados por tanto positivismos exacerbados. Ahora ya no somos tan optimistas, y menos si formas parte del sector más castigado por la pandemia: el comercio local.
Paseas por las calles de las ciudades, sobre todo por aquellas ubicadas en las regiones que han tomado unas medidas más restrictivas para aplacar la Covid-19, y se te hiela la sangre al ver como esa tienda de ropa de toda la vida no ha podido sobrevivir a la envestida vírica y tiene la trapa cerrada decorada con un cartel naranja donde pone: “SE TRASPASA” o todas sus variantes. Se venden, se alquilan o se desprenden de la titularidad del negocio para que alguien con más capital se haga cargo del pírrico imperio. Una pena. No solo por tierna nostalgia sino por pura compasión. Aquella tienda de ultramarinos o esa boutique era importante para ti no únicamente por el simbolismo histórico que representa, sino porque el nombre que dotaba a la personalidad jurídica de la sociedad atesoraba detrás una persona con familia, con sueños, ilusiones… Inquietudes que tendrán que esperar, planes a los que no se ha puesto un punto final sino un punto y aparte en los renglones torcidos que se estaban escribiendo.
Lo triste, es que, en muchos casos, donde antes había un negocio familiar ahora hay una multinacional. No quisiera yo ponerme leninista, pero si que es verdad que una de las cosas malas que ha traído la globalización es la destrucción de los negocios tradicionales. Donde antes estaba la hamburguesería de Luis que te hacía la cebolla caramelizada como a ti te gustaba ahora hay un McDonald’s en el que el que te sirve el pedido le es indiferente como te gusta la carne. Donde antes había una zapatería de calzado español ahora hay un Primark. Mientras ciertos dirigentes nos intentan embaucar para que no comamos carne y compremos menos ropa Miriam contempla atónita como su carnicería se vacía y Juan reza para que este mes pueda, al menos, cubrir los gastos de esos mocasines que le han llegado de Elche. Por ahorrarte unos euros prefieres hacer ganar dinero a entidades que fabrican en Bangladesh en lugar de fomentar el consumo en las marcas localizadas en nuestro país. Luego somos nosotros los que lapidamos a los youtubers por tributar en Andorra…
Inconscientes, eso es lo que somos. Leer El buen capitalista de José Carlos León debería de ser una necesidad antes de pretender ir de patriota, socialista o ecologista. Vas con la bandera de España en la muñeca, pero evades impuestos o no luchas porque la riqueza crezca en tu país. Te dices socialista, pero pides cada semana comida a Glovo fomentando la pseudo-esclavitud y la precariedad laboral, -luego no seas tan cenizo de criticar la reforma laboral de Rajoy-. Eres eco depresivo, pero tiras la colilla del porro que te fumas a la arena de la playa o la mascarilla al mar.
Es lo que pasa cuando eres activista caviar, que fomentas el activismo de boquilla. Esto es como el que se va a Sierra Leona a hacerse fotos con los africanos cuando no es capaz ni de decir ‘Buenos días’ a la persona sin hogar que mendiga solidaridad debajo de su casa. Fariseísmo moderno, si lo extrapolamos bíblicamente.
Sé consciente. Entusiasta como los chicos de Laalicantina.com, que con su red pretenden acercar al comercio local a las nuevas tecnologías. Debemos apostar por lo nuestro no por nacionalismo rancio, no, sino por el hecho de que comprando en la tienda tradicional de debajo de tu casa o comiendo en el restaurante típico de comida alicantina como La Marmita Alicantina o Casa Riquelme estás haciendo más fuerte nuestra provincia. “Donde fueres, haz lo que vieres”, dijo Ambrosio de Milán. Disfruta de lo nuestro. Y no, no es nacionalismo, es arraigo. Unos vínculos de los que nos quieren despojar, de los familiares, de los culturales, de todo núcleo que impida que seamos pasto del adoctrinamiento. Ni defender el valenciano es ser nacionalista ni apostar por la economía doméstica es ser un facha. Ya basta de complejos o de planteamientos elitistas. Mientras uno presume lo globalista tu vecino del quinto que tiene un negocio echa horas sin que entre nadie en su tienda. ¿Qué hubiera pasado con Mercadona si no hubiéramos apostado por ella? Pues que ni esa marca sería lo que es hoy, y Juan Roig simplemente sería un hombre más en Valencia. Eso nos lo podría explicar mejor Javier Alfonso en su obra Historia de un éxito: Mercadona.
Sé el cambio que quieres ver en el mundo. De poco sirve que critiques al Gobierno por sus restrictivas medidas si ahora que estamos en libertad como Junqueras pasas de largo cuando te topas con el comercio local. De ti depende que todo se mueva.