ALICANTE. Aun siendo cojo, tuerto y manco pudo contra todos sus enemigos para mayor gloria de España, de su Rey y de la leyenda que le envuelve como ese gran marino español que fue y así es recordado. Me refiero a Blas de Lezo (3 febrero 1689 a 7 septiembre 1741). Estuvo en Alicante desde donde partió en 1731 con la Escuadra del Mediterráneo rumbo a Génova, y a la conquista de Orán un año después.
A los 15 años encontramos a Blas de Lezo enrolado como guardiamarina en la nave capitana de la Escuadra franco-española de Tolón. Fue este el principio de una vida como marino que a nadie deja indiferente. Como dice Darío Madrid, divulgador de contenidos de nuestra historia naval, “Blas de Lezo y Olavarrieta participó en 22 batallas. En todas salió invicto. Hundió y capturó decenas de barcos enemigos”.
Este marino tenía el talento, la habilidad y la valentía de provocar arriesgadas acciones como cuando “cercado por barcos angloholandeses – sigue contando Madrid – incendió varios de sus propios navíos para abrirse paso a cañonazos a través del humo y del fuego”, sorprendiendo a su enemigo.
A Blas de Lezo se le recuerda con admiración, principalmente, por la impresionante victoria que consiguió en Cartagena de Indias (1741) contra los ingleses luchando contra una armada y un ejército mucho más numeroso que el español. Antes de dar detalles de esta batalla que hizo que su memoria sea inmortal, permita que me refiera primero a los motivos por los que Lezo está ligado a Alicante para siempre, no sólo por la calle que lleva su nombre.
En 1731 el Rey Felipe V designó a Lezo a través de Patiño – Secretario de Marina - para una complicada misión. Todo estaba preparado para que la Escuadra del Mediterráneo, fondeada en la bahía de Alicante, zarpara rumbo a Génova. Imagine la impresión que producía ver desde tierra, incluso desde el mar, a esos grandes barcos.
Tenía que ser un espectáculo observar a esos seis navíos de línea con sus cañones, sus altos mástiles y sus velas desplegadas devorando millas con la ayuda del viento. Lezo llegó a la bahía de Génova al atardecer con la suficiente luz para impresionar a los genoveses. Fondeó y, con las primeras luces del día, entró en su puerto con sus barcos en línea como si fuera a bombardear la ciudad. Una comisión del Senado genovés subió a bordo para parlamentar. Lezo les reclamó los dos millones de pesos que de la Real Hacienda de España guardaban en su banca. Le dio un ultimátum, sabiendo las muchas excusas que daban para no devolverlo, por lo que cogió el reloj de arena de las guardias, le dio la vuelta y les dijo que si no tenía noticias positivas cuando la arena cambiara de lado, sus barcos bombardearían la ciudad.
Los genoveses, ya en tierra, debatieron en el Senado qué es lo que decidían hacer, sabiendo que Lezo había izado la bandera de combate y abierto las portillas de los cañones de su flota dispuestos a disparar contra la ciudad. Accedieron a devolver el dinero, sin disparar un tiro. Blas de Lezo regresó al puerto de Alicante como un héroe con las bodegas de sus barcos llenos de semejante tesoro. Cuando el Rey y la Corte conocieron esta hazaña quedaron gratamente sorprendidos. Fue extraordinario conseguir tan celebrado acontecimiento sin disparar y sin producir bajas de ninguno de sus tripulantes.
Pronto se iba a invertir ese dinero. Millón y medio de pesos se destinaron a la conquista de Orán, puerto y territorio que se había perdido durante la Guerra de Sucesión española (1701-1713). El Rey Felipe V y sus consejeros pusieron todo su empeño para recuperarla. Patiño nombró a José Carrillo de Albornoz, Conde de Montemar, máximo responsable militar de esta campaña. Por su parte, Blas de Lezo fue requerido para acudir a Alicante desde Cádiz con su navío de línea, de nombre “Santiago”, de 60 cañones, además del resto de la flota mejor equipada. Se incorporó como fuerza de apoyo a la Escuadra de escolta y transporte mandada por Francisco Cornejo, Teniente General de Mar. Lezo fue nombrado segundo comandante de la flota.
¿Se imagina el gentío en tierra para realizar los preparativos previos a iniciar su singladura? Todo se embarcaba desde el puerto de Alicante, además del gran esfuerzo que hicieron sus autoridades para dar cobijo a los mandos que componían la flota y de dar de comer a todos ellos y a los 30.000 soldados de desembarco. Nada menos. En tierra se hicieron toda clase de actos religiosos para pedir a Dios por una campaña exitosa. En una de ellas el Conde de Montemar hizo una ofrenda a la Santa Faz en la iglesia junto al monasterio del mismo nombre.
“La escuadra estaba formada por 12 navíos de línea, 2 fragatas, 2 bombardas, 7 galeras, 18 galeotas de remos, 12 barcos largos, y 500 embarcaciones para transporte y lanchas de desembarco. La Escuadra zarpó de Alicante el 15 de junio”, según narra Francisco Jiménez-Alfaro Giralt en un interesante trabajo sobre Lezo donde cuenta este acontecimiento naval, entre otros. Por su parte el cronista Gonzalo Vidal Tur manifiesta que “exceptuando la armada invencible y la que se reunió en Barcelona para la empresa de Túnez, la que nos ocupa fue la más numerosa, hasta entonces, de los que salieron de los puertos de la península”.
El sitio y después conquista de Orán fue un gran éxito para la Real Armada y la Corona de España (1732). Lezo volvió a Alicante donde se repararon los navíos de la flota que lo necesitaban y desde donde hizo travesías de vigilancia entre la costa española y la africana.
Mencionado la relación de Blas de Lezo con Alicante, permita comparta de él una breve pincelada de su biografía. El bautismo de fuego de Lezo fue en la batalla naval de Vélez Málaga del 24 de agosto de 1704 durante la Guerra de Sucesión española. Se enfrentaron la Escuadra franco-española y la Escuadra anglo-holandesa. A una hora de la batalla Lezo perdió su pierna izquierda por debajo de la rodilla por una bala de cañón del enemigo. Al anochecer ambas Escuadras dieron por terminada la batalla y regresaron a sus puertos de origen en Málaga y Gibraltar. Ambas anunciaron su victoria y aunque la franco-española terminó con ventaja, al retirarse los barcos franceses a Tolón dejaron a la Escuadra inglesa navegar con mucha libertad por las costas andaluzas.
Lezo quedó cojo para siempre. Esta discapacidad que para muchos sería determinante para doblegarse ante las circunstancias, produjo en él un afán de superación, aun sabiendo de antemano que todo le costaría mucho más. Luego perdió un ojo y quedó manco de un brazo durante sendas batallas. Nada pudo con él. Tiró para adelante. Vaya si tiró, llenó las páginas de nuestra historia naval de grandes logros y muchas victorias. Y por citar una, la más nombrada fue la de Cartagena de Indias. Frente a una armada inglesa compuesta de 186 barcos con 2.000 cañones y 30.000 soldados, que capitaneaba el almirante Edward Vernon, Blas de Lezo consiguió una sonada victoria con 6 navíos de línea, 3.600 soldados con mucha valentía y arrojo, unas fortalezas bien situadas y armadas fruto de su experiencia y diversas estrategias que dejaron boquiabierto al invasor, que les dio tiempo de dar la vuelta, volver a sus barcos y poner rumbo a Inglaterra ante semejante humillación.
Todo esto me viene a la memoria cuando leo o escucho las noticias en las que manifiestan que Blas de Lezo entra de nuevo en acción …. La Armada española, como parte de la OTAN, envía un buque de guerra del mismo nombre al Mar Negro, junto con otros, en apoyo de Ucrania en su crisis con Rusia.
Precisamente porque Blas de Lezo es de nuevo actualidad, en redes sociales se ha abierto un interesante debate sobre los héroes de la Armada española, destacando a grandes marinos, muchos de ellos olvidados. Por su parte, Guillermo Nicieza, gran divulgador de nuestra historia naval, manifiesta que “Blas de Lezo fue un marino notable, un hombre de grandísimo valor, un buen táctico y uno de los autores de la victoria en Cartagena de Indias, pero no el mejor de la historia de España”. Para Nicieza los mejores marinos fueron “Álvaro de Bazán, José Mazarredo o Antonio de Escaño”. Para mí, Blas de Lezo fue un marino ejemplar.
Todos con sus hazañas, sus victorias y su gran servicio a España, a su Rey y a su leyenda. Ya ve, para estar orgullosos.