ALICANTE. Hace tiempo, y cuando digo tiempo me refiero a años, que el Partido Popular veía cansado al entonces alcalde de Benissa, Juan Bautista Roselló. Lo sabía la cúpula del partido, con José Císcar a la cabeza, y todos sus concejales. En pleno fragor de las luchas del PP, Roselló se había implicado en el bando campsista, y había participado en la operación para apear a José Joaquín Ripoll de la Diputación de Alicante. Corría el verano de 2011, y como premio Roselló fue ascendido a diputado provincial de Cultura, bajo la presidencia de Luisa Pastor. Todo un envite, ante una cartera con tanta proyección pública, sobre todo en Alicante ciudad -donde tuvo que auxiliar a Miguel Valor por las penurias del consistorio capitalino- y también un nuevo reto para un alcalde que ya cumplía 12 años en el cargo y empezaba a mostrar señales de agotamiento.
A partir de 2011, Roselló, alcalde en minoría, pero con el respaldo de un mariachi del partido de Blasco, volcó su actividad casi exclusivamente en el Palacio Provincial de la Diputación. La agenda pública le comprometía y los avatares de Benissa pronto comenzaron a formar de una segunda o tercera prioridad. O incluso, algunos de sus enemigos le reprochaban que el consistorio benissero se gobernaba desde una Tablet en medio de la AP7.
La crisis económica arreciaba. Roselló se desplazaba en Alicante con coche oficial: lo recogían y lo llevaban. Pero un vecino le cantó las cuarenta. Y claro, eso, en los pueblos pequeños pasa factura. Roselló dejó el BMW platino del parque móvil y recuperó su Citroën para hacer el trayecto de Benissa a Alicante, una o varias veces al día. Sus concejales le buscaban, pero él no estaba. O no se movía nada, o se movía cuando él cruzaba el peaje de la autopista.
En esas cayó el principal instrumento de crecimiento de un municipio, el PGOU: anulado en 2013 por el Tribunal Supremo. Lo hecho nuevo no valía, lo invertido pasaba a ser rústico. Una ruina. Pero todo siguió igual. Roselló en Alicante, sus concejales desesperados. El asunto ya se hizo imposible y llegó a oídos de José Císcar, amigo íntimo y conocedor de la realidad de Roselló. El propio alcalde era consciente de lo que pasaba e, incluso, estaba ya dispuesto a no presentarse a un cuarto mandato. Pero pintaban bastos para los populares: los casos de corrupción no daban descanso. Había que salvar los muebles: y Benissa podía ser un valor seguro. Se le dijo a Rosello que hiciera un último esfuerzo y que repitiera.
Mientras, el municipio, como todos, un hervidero: que si nacía Podemos, que si un desahucio, gente pidiendo trabajo, etc... Roselló se presentó con la promesa de dejar el cargo, en cuanto se pudiera, siempre que garantizara la continuidad del PP. "Que no nos pase lo de Monóvar, que el alcalde ha dimitido y nos ha garantizado que todo estaba amarrado; al final, los independientes han dado el voto al PSOE", se decía al hablar de la operación Benissa.
Roselló quería irse. Es más, si Císcar presidia la Diputación, iba a ser un hombre fuerte. Pero apareció un obstáculo: C's frenó al líder popular y César Sánchez fue elevado a los altares, por lo que el puesto de diputado por la Marina Alta se fue a Calp. Roselló se había quedado sin silla, y además de alcalde, con la ilusión mermada. Pasó el tiempo, se garantizó la estabilidad (con el edil de C's que ahora ha votado a Reiniciem) y la promesa de que dejaría el cargo. El edil benissero puso dos condiciones: que la obra de la variante de la AP7 fuera adjudicada (parece ser que a OHL) y inaugurar la nueva Casa de Cultura. Nadie puso pegas. Pero claro, había que preparar la transición y evitar otro monovarazo. Roselló cumplió. El 17 de diciembre inauguró las denominadas Casas de la Puríssima y entró el silencio sepulcral. El lunes 19 presentó la dimisión como alcalde sin avisar a nadie: un WhatsApp a Císcar y otro a Bonig. César Sánchez se enteró por la prensa. ¿La transición? Ni ninguna conversación -al menos que trascendiera- con el concejal de Ciudadanos, que era la clave, ni con su equipo del PP. Como se suele decir popularmente, el siguiente que cierre la puerta. Pues eso.
Después llegó la tormenta perfecta, impensable hace meses. La izquierda peleada de Benissa suscribe un pacto y el concejal de Ciudadanos, clave, tras una ronda de conversaciones con todos, opta por apoyar al alcalde de Reiniciem. Ni en los mejores sueño: un tiro en el pie del PP en toda regla. Como un crimen perfecto.