ALGUNES NOTES SOBRE ART CONTEMPORANI  

Bartolomé Limón: y si ponen farolas en el río las apagaremos

18/09/2021 - 

VALÈNCIA. La aguja penetra en el cuero. La mano hace pasar el alfiler y el hilo, poco a poco en rastro blanco sobre negro, se van dibujando las caras, los cuerpos y las escenas sexuales en las que participan los figurantes de la película. A veces se produce un pinchazo y aparece la sangre. La carne se violenta y se produce una pequeña molestia. “Eso me parece bonito, esa violencia, que luego es reparadora. Hay algo en el coser que tiene que ver con la violencia: es una aguja que atraviesa una piel. Un objeto punzante con el que tu mismo te pinchas y sangras. Es algo que se puede ver en la obra de artistas como Louise Bourgeois o Teresa Lanceta. Bordar es un acto reparador. Bordar es darle una nueva vida a un material que se iba a perder”. 

En 1979 William Friedkin rodó Cruising, una película en la que se retrata de una manera muy sensible la escena homosexual, sus códigos y la práctica del “cruising”. La trama se basa en la búsqueda de un asesino en serie de gais. El guión suscitó muchas críticas, desde la comunidad homosexual hasta campañas homófobas. Cruising fue una película mainstream, con un guión medio pero con una excelente lectura como “documento de la escena homosexual, sus prácticas, códigos y espacios”, explica Bartolomé Limón.

Bartolomé es artista y un apasionado del cine de Friedkin y Cruising. Ver la película junto a él o escuchar como la comenta, te permite ver la potencia del largometraje. Friedkin consiguió que parte de la comunidad homosexual de Nueva York participase en el rodaje. Los figurantes de las escenas y los espacios eran la escena, los habituales. Ellos eran la realidad de aquella ficción.

“Me he visto la película parando cada escena en la que aparecen los figurantes. Los que aparecen en primer plano en unas escenas luego en otras aparecen en segundo plano” comenta. Es precioso que alguien vea una película solo mirando a los figurantes, él así lo hace. Cada vez que vuelve a empezarla se olvida de la trama o de que el protagonista es Al Pacino. Para Bartolomé lo importante son los figurantes, esas personas anónimas que congregó la producción. 

“Cuando ves la película parando escena en escena empiezas a descubrir cosas muy interesantes. No solo es un memorial a esas personas, que de repente desaparecieron. Es también un homenaje a los espacios que recorre la narración”.

Un día leyendo una entrevista al director, Bartolomé, encontró una frase que reforzó su relación con Cruising. “El noventa por ciento de aquella gente debió morir por el SIDA”. Aquí hubo un antes y un después con la película. A partir de este momento empezó a bordar un tapiz de polipiel con las escenas en las que apareciesen los figurantes. Puede que las cifras de las que hablaba Friedkin no fuesen exactas, pero la dureza con la que el SIDA golpeó a la comunidad homosexual hace presagiar lo peor. Para el artista aquellas figuras anónimas se convertían en un símbolo del silencio y la memoria de unos tiempos donde se invisibilizó y silenció los problemas de la comunidad homosexual. 

Elegy of cruising, el tapiz, es una obra en la que he dedicado mucho tiempo. Bordar a mano tiene unos tiempos que me permiten convivir con la imagen. Para mí la producción de esa pieza, de ese memorial, es también el tiempo dedicado a la memoria de esas personas. Es tiempo que pasaba cosiendo las facciones de la cara de un extra, a observar los cuerpos de estos nombres anónimos, a reproducir sus escenas sexuales. Era tiempo dedicado a volverles presente”.

El trabajo de bordado de Bartolomé empezó a partir de los códigos del pañuelo.“El tapiz lo estaba haciendo para mí porque tenía la necesidad de contar esta microhistoria. Además Crusing era una película en la que salía el código del pañuelo. Yo quería hacer algo con Cruising, cuando me encontré esa frase de Friedkin, empecé a hacer algo aunque no sabía si se iba a exponer o como iba a terminar”.

En inglés lo llaman handkerchief code, hanky code o flagging, se tradujo como “código de pañuelos”. Un medio de comunicación no verbal con el que trasmitir tus roles sexuales, tus fetiches o si eres activo o pasivo. Una práctica que se extendió a principios de los 70, sobretodo en locales de la cultura leather o BDSM. Un pañuelo de un color determinado colgaba de

tu bolsillo trasero. El color era un código, el gris por ejemplo, bondage, llevarlo en la izquierda significaba que eras activo. Los demás leían tu rol y con la mínima comunicación se establecía el marco en el que se iba a proponer el encuentro. 

A Bartolomé le gustan estos códigos semióticos y casi invisibles. “El otro día estuve en el Corte Inglés y me quedé mirando la foto de un modelo de Levi´s que llevaba un pañuelo rojo colgando, ¿casualidad? No lo sé. Pero esta claro que yo podía hacer esa lectura y me permitía leer el anuncio desde otro lugar”.

Le interesa el pañuelo como símbolo y material, hace tiempo que borda sobre ellos entendiéndolos como soporte. Poéticamente entiende que la tela es piel sobre piel, un material en continuo roce con el cuerpo que lo viste, que se acopla a él; que lo toca, lo constriñe y lo abriga. Con los pañuelos Bartolomé encontró su base procesual, y así, empezó a bordar y a dibujar escena sexuales en relación al color del pañuelo. 

Códigos, lenguajes velados, juegos de sugerencias, cortinas y cuartos oscuros. Cuando Bartolomé expuso el tapiz, no lo colgó en una pared, decidió romper el espacio de la sala. Tensado con unas cadenas, el memorial de los extras de Cruising, colgaba en medio del espacio generando un juego de insinuaciones en las que no sabías que había detrás. La disposición del tapiz generaba un atracción hacia esa parte oculta. Detrás, los hilos del bordado caían generando un dibujo fantasmagórico.

El arte es un juego de ocultación. Me interesa de sus códigos de lectura que hay que entenderlos, que no se dan mascados. Aprender, aprendes tu investigando cuando te dan algo sugerente por lo que te sientes atraído” comenta Bartolomé. Mientras, el artista explica como para él la oscuridad es un espacio en el que tus miedos y tus deseos se funden y te dejan a merced de tu atracción por descubrir que late en ella. Por eso le interesan los pañuelos, el cruising o los cuartos oscuros, porque tienes que dejarte llevar por los códigos y replantearte las convenciones de una sociedad heteropatriarcal que asfixia otras maneras de entender la realidad. 


"Al final toda mi obra habla de lo oculto. Desde los pañuelos que ya hablaban de un lenguaje que estaba ahí pero que no vemos, o que más bien ha sido invisibilizado o se lo ha convertido en tabú. El código de pañuelos es algo que en periodos muy históricos estaba ahí, pero que al resto de personas era ajeno. Era un juego a plena luz del día y pasaba desapercibido”. 

Evidentemente el ocultamiento ha sido método de supervivencia frente a una sociedad que te estigmatiza día tras día. Prácticas como el cruising tienen mucho que ver con la necesidad de construir espacios fuera de las convenciones, en lugares apartados y al margen que permitan unas relaciones estigmatizas. Sin embargo, esto también ha creado unas poéticas y unos códigos de lo velado y de la insinuación. Una poética de lo oculto en la que la realidad pétrea de la cultura heteropatriarcal se diluye y desaparece.

“Es un poco lo que plantea Jose Esteban Muñoz en Cruising Utopia. En estos tipos de lugares en los que de repente hay un código que activa ciertas cosas y se llega a superar todas las imposiciones a las que la sociedad continua atada. Me gusta la idea de “cruising utopia” y la relación que se establece entre esos dos conceptos: el cruising como espacio de utopía. Un lugar donde se dan unas libertades que la sociedad no ha aceptado”.

El cruising y los cuartos oscuros son arquitecturas relacionales de lo oculto. Los figurantes de la película de Friedkin eran el sostén de esas arquitecturas sociales. “Las saunas, los cuartos oscuros o los sitios de cruising antes de la llegada de las redes sociales generaban colectivo. Jack Fritscher habla de como él por ejemplo cuando ve Cruising, está viendo un documental porque reconoce a muchos de sus amigos, muchos de los cuales ya no están. Fritshcer habla de como había una comunidad y unos lazos y afectos entre personas que se querían y respetaban en estos espacios” explica Bartolomé.

“Crusing, cuartos oscuros o saunas, todas estas prácticas son construcción de espacio. Por eso también son interesantes las investigaciones de gente como Andrés Jaque, Miquel Mariné o Pol Esteve. Arquitectos que están pensando en las arquitecturas del Grinder, del cuarto oscuro o de las discotecas. Espacios algunos como el cuarto oscuro que puede que se pierdan y que tenían un componente utópico. Espacios, volviendo a Esteban Muñoz, que podían estar y no. 

Precisamente, estamos en un momento en el que yo creo que hay que explicitar estos códigos, porque muchos han pasado, o eran de otro momento, y esta es nuestra cultura. Si nadie cuenta la historia de los pañuelos, si nadie habla de ello, esto se perderá porque ya nadie los usa. Tal vez se utilicen en contextos muy micro, como en un fiesta de pañuelos. Pero tú sabes que vas a una fiesta temática, sabes a lo que vas. Ya no es como en las fotos de Peter Hujar de algún testimonio en Cristopher Street, en el “Meat Market”, que llevaba un pañuelo como parte de su identidad. Hay ejercicios de documentación muy bonitos como el libro Gay Semiotics de Hal Fischer. Yo creo hay que documentarlo y visibilizarlo porque si dejamos nuestro patrimonio desaparecer, desaparece todo”. 

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